Libertad Remedia Pobreza
Tres combatientes
por Santos Mercado Reyes
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Hace doscientos años, casi nadie hablaba de la pobreza. Cierto que había gente que no llenaba sus estómagos, o que no tenían techo o casi no cubrían sus cuerpos, pero no era un asunto de Estado.
Las iglesias dedicaban parte de sus ingresos para alimentar a las viudas, ancianos o niños desamparados. Gente piadosa del sector privado reunían dinero para crear internados, asilos y hospitales donde la gente sin recursos económicos (pobres) podían disponer de servicios.
Pero a mediados del sigo 19 empieza a descubrirse que el asunto de pobres podía ser muy rentable en lo económico y en lo político. En lo económico porque se podía convencer a la sociedad y al gobierno de que debía dedicar recursos para acabar con la pobreza. Esos recursos los tenían que manejar los hombres que supuestamente acabarían con ese flagelo de la sociedad. Para ellos, tenían que contratar sociólogos, economistas, ingenieros, que estuvieran bajo las órdenes de un líder; comprarían edificios, automóviles y, por supuesto, se pondrían muy buenos salarios.
Los resultados, a lo largo un siglo, no son muy halagüeños. La mayoría de estas políticas antipobreza dieron como resultados que los únicos que dejaron de ser pobres fueron los funcionarios del gobierno que se dedicaron a gastar el presupuesto.
Según los cálculos de algunos analistas, de cada peso destinado a favorecer a los pobres, sólo llegaban 20 centavos, lo demás se quedaba en las manos de la burocracia. Otros terminaron con altos puestos en el gobierno y ya sólo piensa en cómo subir al siguiente escalón político.
Puede ser muy loable que alguien se preocupe por resolver la pobreza de un país, un municipio o de una persona, pero es necesario distinguir si se está usando a la pobreza para mamar recursos del Estado, si se usa como bandera para conseguir puestos políticos o si se tiene un interés legítimo por combatir la pobreza.
¿Cómo distinguir si alguien usa a la pobreza de manera demagógica o no?
En primer lugar hay que ver si abraza esta bandera para pedir recursos del erario. Usted puede estar seguro que esta persona, partido u ONG nunca va a resolver la pobreza pero si va a vivir bien y cada año pedirá más y más.
En segundo lugar, puede ser que alborote a la gente para ganar puestos políticos, hacerse diputado, senador o líder de un sindicato. Una vez que consigue el puesto buscado, se olvida de los pobres.
En tercer lugar, y ya sin demagogia, están los que quieren combatir la pobreza abogando por aplicar neoliberalismo. Es decir, porque se le dé permiso a la gente para dedicarse libremente al negocio que le plazca, sin que le estorbe el gobierno: si alguien quiere vender naranjas en la esquina, se le deje, siempre y cuando no bloquee el paso al peatón; si quiero construir un edificio de 200 pisos, que ninguna autoridad se lo impida; si quiere hacer negocio mediante la construcción de una playa privada, que nadie se lo impida.
En realidad, la única forma legítima, sana y robusta para combatir la pobreza es cuando se deja que los mercados funcionen libremente, cuando las personas usan su talento propio para iniciar negocios sin que la burocracia gubernamental estorbe. Cuando se intenta acabar con la pobreza, sin usar los mecanismos del mercado, se termina por generar más pobreza.
Nota del Editor
Creo que fue F. Hayek quien dio que la idea de que la libertad es el camino a la prosperidad había sido dicho varias veces y de muchas maneras, y que insistir en repetirlo es una obligación. El texto de Santos Mercado es un buen ejemplo de esto: de manera sucinta y clara recuerda una tesis que establece una relación causal entre libertad y prosperidad. Es decir, el intervencionismo estatal que pone obstáculos innecesarios a la libertad es un fomento de la miseria. Es un mensaje duro, que debe repetirse con frecuencia.
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