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La reelección presidencial
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por Dr. Alberto Scavarelli (*) |
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Nuevamente se instala en el escenario político uruguayo, el tema de la reforma de la constitución, para viabilizar la reelección presidencial consecutiva.
La institución Presidencia de la Republica es en nuestro país muy fuerte, mucho más cuando se cuenta como hoy, con la mayoría absoluta en cada Cámara Legislativa y todo el aparato del estado se gobierna monopolicamente por el partido de gobierno. No debe olvidarse que si bien el presidente actúa con el ministro respectivo o en consejo de ministros, es él quien les designa o destituye.
Siendo presidente Sanguinetti, al proponérsele su reelección como hoy a Vázquez, dijo una frase que nos quedó registrada para siempre: “pocas cosas mas peligrosas que un presidente lanzado a su propia reelección”. Compartimos plenamente ese principio.
En la actualidad, el indisimulable fracaso del Frente Amplio para elegir presidente en su reciente congreso, incluido el rechazo de los candidatos propuestos por el propio Vázquez; las recientes encuestas de opinión, mas la suma de temas altamente complejos a los que está hoy expuesto, lleva a la lógica preocupación creciente a muchos de sus operadores. En medio de ese escenario, se ensayan ideas y propuestas como estas, tendientes lógicamente a cumplir dos claros objetivos: por un lado distraer la atención pública sobre críticos y muy adversos temas centrales, y por otro paliar el gravísimo problema de un enfrentamiento creciente entre los principales sectores del Frente Amplio.
Este internismo, amenaza hoy la propia gestión de gobierno, habilitando un todos contra todos que deja al descubierto situaciones y procedimientos que de otro modo, el sistema político y la ciudadanía desconocería. Todo en un tiempo en el que los temas de gobierno y de la administración cotidiana de lo público, se maneja y gestiona desde el interior de un sistema cerrado que evita trascienda toda información, y dificulta se ejerza el control directo de gestión por la oposición, pues se actúa en régimen de partido único en el gobierno.
El presidente Vázquez, pocos meses atrás, en un acto oficial y en pleno salón de actos de la Presidencia de la República, con toda solemnidad, rodeado de símbolos oficiales, ante el país todo, con su gobierno en pleno, y televisado en directo, fue claro y tajante: No se postularía a una reelección. El alambicado y complejísimo mecanismo de reforma constitucional requerida, no sería siquiera intentado porque su titular ha dicho al país todo en su condición de presidente de los uruguayos, que no quiere, ni aspira a la reelección sucesiva en el próximo período de gobierno.
No refirió su posición a circunstancias del momento, sino que fue oficial y contundente, como corresponde en estos temas. El rostro de los allí presentes, televisados en primer plano, fue elocuente.
Como es posible entonces que hoy parte de su entorno de gobierno, seis meses después de tan sólida declaración oficial opuesta a cualquier reelección, piense que puede pedirle al presidente de la República, que de vuelta en el aire y sostenga ahora todo lo contrario, convirtiendo al presidente del país, en un mero precandidato de un partido.
Por si fuera poco se inicia -seguramente sin su consentimiento- un registro de opiniones favorables a la reelección. En una democracia toda libre expresión ciudadana es bienvenida, mucho más cuando en ella se origina. Pero aquí el tema es otro y se resume simplemente: La reelección sucesiva es siempre inconveniente por los peligros demagógicos que hacer campaña personal siendo presidente de la República encierra, y por otra parte porque cuando un presidente, ha dicho clara y públicamente su posición contraria a toda reelección, ya no hay más nada que decirle.
Alguien debiera además tener presente, que no es lo mismo haber sido electo en primera vuelta electoral, por poco más de la mitad de los uruguayos, y en consecuencia tener hoy mayoría absoluta en ambas cámaras legislativas, que no contar con esa ventaja sin precedentes. No tener que acordar con la oposición, con gestión exclusiva y excluyente en el gobierno y en toda la administración, en medio de una formidable bonanza económica regional también sin precedentes, es una situación excepcional y difícilmente repetible en la próxima elección nacional para cualquier partido.
El tema reapareció con el verano y en medio de una complejísima situación de confrontación interna, entre la prisión de operadores que ponen en entre dicho a muy significativas figuras del gobierno, con comprometidas declaraciones antagónicas de ministros en la prensa, en el Tribunal de Ética del Frente, o en la justicia penal, todo en medio de crecientes dificultades políticas para el partido de gobierno, y con reformas que comienzan ya a reflejarse claramente en las mediciones de opinión pública nacional.
No parece hacerle bien a su imagen, que sus entornos le pongan en estos bretes institucionales reiterados. La reelección, el aborto, el día del nunca más, el rechazo en el congreso reciente de sus propuestos candidatos para presidir el Frente Amplio, los tratados de libre comercio, la presencia y duración de las misiones de paz de la ONU, y tantos otros. Quizás alguien piensa, que la influencia del presidente ya no es suficiente para alinear al Frente Amplio, porque erróneamente le perciben en el tramo final de su mandato, y creen que sería mayor su peso, si se lo ve como el futuro candidato ante el cual todos deben ganar puntos.
Mal estaríamos si un presidente un día dijera con firmeza que no a algo tan importante, y poco tiempo después sostuviera todo lo contrario, como si fuera un tema de coyuntura, y no una profunda reforma constitucional sobre un tema central para el buen gobierno del país.
Se olvida, o pareciera que se olvida, que en Uruguay la más alta magistratura posible es la Presidencia de la República. Entre nosotros el presidente es simultáneamente jefe de estado y de gobierno, que actúa sin red por debajo, ni sombrilla protectora por encima. Su debilitamiento institucional, es siempre una forma de debilitamiento del sistema.
Se debe proteger la institución presidencial, porque es la garantía de todos en la conducción ejecutiva de la nación, más allá de toda la equiparable trascendencia de otras instituciones y poderes que balancean el delicado sistema republicano de gobernar en democracia.
En pleno vuelo -como lo hemos dicho antes en otra circunstancia- al piloto no se le jaquea. A un presidente no se le debiera exponer así, y mucho menos desde sus propias filas. El presidente Vázquez descartó definitivamente cualquier vocación reeleccionista, y con una vez que lo diga, debiera ser suficiente para todos.
El tema de la reelección no es un tema de estrategia política circunstancial. Es un tema de principios y solo desde ellos se puede estar a favor o en contra, jamás desde el simple oportunismo, desde la mera interpretación de la realidad política de un partido, o para arrastrar las marcas. Sería un severo error creer que estar en contra o a favor de la reelección presidencial, tiene que ver con las posibilidades de éxito del postulante de turno en una elección concreta.
En nuestro caso se trata de una profunda y sostenida convicción, que se resume afirmando que la reelección presidencial consecutiva en Uruguay, es una institución peligrosamente innecesaria.
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