Año III - Nº 118 - Uruguay, 18 de febrero del 2005

 

 

 

 
Mil cosas han sucedido durante toda una vida de trabajo. Sucesos jocosos, de irresponsabilidadtonterías, en fin, aconteceres que palpitan sentimientos y actitudes.
En una anécdota nos toca ser héroe, y en la historia siguiente somos infractores, representamos la inocencia y al instante conformamos el personaje que ha transgredido disposiciones superiores.
El anecdotario debe ser así, no con ánimo de sobresalir, sino con ánimo de ser sincero. Las cosas sucedieron y así las contamos. Aquí van mis historias, muy sencillamente narradas, en las que me tocó intervenir en todo el espectro de actitudes.
Los personajes que en ellas intervienen son reales, a veces son nombrados pero muchas veces he preferido dejarlas en el anonimato o con nombres supuestos, totalmente seguro de que al leerlas, cada uno de ellos verá y comprobará la sinceridad de mis narraciones.

CUANDO ME TOCÓ PERDER

En Casa Central y como cajero, le pagué a una señora $10.000 cuando debía pagarle tan sólo $2.500. Simplemente porque pagué un cheque por otro de la misma numeración.

Me dí cuenta enseguida, por lo cual cerrando la caja, localicé el domicilio de la dama y con el Jefe de la Sección y un policía (apoyo psicológico) fui tras el dinero abonado de más.

La recuperación de un dinero depende siempre de la buena voluntad del cliente, porque si éste está asistido de mala fe y quiere aprovecharse de la situación, las tiene todas consigo.

Palabra contra palabra, el cliente gana... el cajero pierde.

Y eso me sucedió. La señora con total firmeza manifestó:-

- Vd. me pagó $2.500, el importe del cheque...

- No, señora, Vd. sabe que yo le entregué $10.000 y vengo a buscar el excedente.

- Yo no tengo la culpa si Vd. se equivocó, conmigo no fue, habrá sido con otro y quiere culparme a mí.

- Señora, me está sacando el dinero del bolsillo, esta diferencia la tengo que pagar yo... Vd. no me puede hacer eso. Estoy seguro...

- Seguro, nada... Vea en mi monedero, todavía no saqué el dinero. Y mostró el contenido... la muy astuta había puesto allí dos billetes de l.000 y uno de 500.

Mi Jefe me hizo una seña para no seguir el tema y pese a mi oposición, nos retiramos, seguros de que la buena señora se había apoderado de un dinero ajeno.

Me propuse martirizarla y a tales efectos la llamé todos los días, a toda hora, desde distintos teléfonos, tratando de que cambiara de tesitura, se convenciera de su mala actitud y me devolviera el dinero... Le decía cosas como..." ese dinero que Ud. me robó debo reponerlo yo, de mi bolsillo" o "durmió anoche, señora, o la conciencia no la dejó dormir? O.. ¿Sabe Vd. que tengo que comprar vaqueros a mis hijos y Vd. se apropió del dinero que tenía para ese fin? o.. Está a tiempo señora de actuar echando mano a su honestidad o ¿ es que no la tiene?

Sin darme cuenta, estaba martirizándome a mí mismo, corriendo tras algo que no tenía ni tendría cambios, porque estaba en el ánimo de la señora el salir beneficiada sin importarle a costillas de quién.

Yo conocía a un coterráneo que era amigo y Oficial en la Jefatura de Policía, fui a verlo y le conté mi problema y sin dudar un instante me aconsejó:

- No jodas m'hijo, dejala tranquila, porque mientras continúes con esa loca persecusión, el que sufre, el traumatizado sos vos... ya perdiste, jodéte...olvidate del asunto, tené más cuidado la próxima vez y ya está...

Llegué a la conclusión de que tenía razón.

No valía la pena continuar.

No la llamé más y me olvidé del tema...

Me tocó perder.