Qué y cómo hacer
Pequeña y útil diferencia
Eduardo García Gaspar
Una persona narró la siguiente historia. En una conversación informal, uno defendió la medida gubernamental de incremento en el salario mínimo de los EEUU, propuesta por el candidato Kerry hace varios meses, como parte de su plataforma. Dijo también que era una manera de elevar el poder de compra de la población y crear un boom económico. Otra persona le replicó que hacer eso posiblemente traería efectos contrarios, de depresión económica.
El tema es viejo y sabemos más allá de dudas razonables que elevar los salarios mínimos no es una medida conveniente para mejorar la economía. Pero hay bastante más en esto. Es desesperadamente frecuente que muchos no distingan entre el qué y el cómo. Por ejemplo, con mis alumnos universitarios, el asunto emerge en todos los semestres. Si usted llega a criticar a los salarios mínimos, por ejemplo, correo el riesgo de ser acusado de ser un inconsciente de la pobreza mundial.
La realidad es más complicada que esas críticas primitivas, pero no deja de ser sencilla. Narro un caso de hace un par de años. Un alumno afirmó que la pobreza en una problema severo en América Latina y que para remediarla los gobiernos deberían elevar los salarios mínimos. Allí hay dos elementos y con el primero no hay discusión: la pobreza sí es un problema y sí hay que remediarla. Nadie en su sano juicio estará en contra de este punto.
El otro elemento es distinto, muy diferente. No se refiere al qué sino al cómo. Este elemento dice que para remediar un problema determinado hay que hacer algo concreto. En el ejemplo de ese estudiante el segundo elemento es claro. Dice que hay que elevar los salarios mínimos para resolver la pobreza. Distinguir entre los dos elementos es vital.
Estar en contra de la elevación de los salarios mínimos NO significa estar en contra del combate a la pobreza, sino sostener que esa medida no sirve para el propósito que se afirma. No es complicado ver esto y sucede todos los días, por ejemplo, con discusiones médicas que reconocen una enfermedad y que proponen diferentes métodos para aliviarla. Sin embargo, señalarlo, por primitivo que parezca, es muy necesario.
Es muy necesario porque la confusión es frecuente. Muy frecuente. La sufren no sólo estudiantes, en una situación comprensible, dada su inexperiencia. Pero también la padecen muchos otros en casos que no son excusables. Narro otro caso, el de un conferencista que explicaba las razones por las que una reforma agraria que repartía tierras dañaba la economía de un país.
Hacía eso, cuando uno de los asistentes tomó la palabra y dijo, usted ha demostrado ser alguien totalmente vendido a los intereses de las transnacionales y no se interesa por el bienestar de la clase social de los campesinos y del sufrimiento que ellos padecen. Obviamente esta persona sufría la confusión a la que me refiero, el no saber distinguir entre medios y fines. Razonar en contra de una reforma agraria no equivale a querer lastimar a los campesinos. De hecho es lo contrario y esa persona no lo entendía. Su mente estaba tan cerrada que creía que la reforma agraria equivalía a estar preocupados por los campesinos.
Dirá el lector que todo esto es una tontería y que lo que digo es obvio. Sí es obvio, pero debe señalarse y tratarse por varias razones. Una de ellas es el suavizar las discusiones entre izquierdas y derechas, para hacerlas menos dogmáticas e inútiles. Pero la razón que más preocupa es otra, la electoral. En una democracia los ciudadanos va a escuchar todo género de propuestas por parte de los candidatos, desde las más razonables hasta las más bobas.
Un candidato que dice preocuparse por las clases de menos recursos no está diciendo nada original. Lo que debe explicar es cómo piensa que ese problema de pobreza debe resolverse. Las posturas de los candidatos deben referirse a cómo solucionar problemas y no a mencionarlos y nada más. Una población ramplonamente educada en cuestiones políticas no hace la distinción a la que me refiero.
Y por ello, desafortunadamente, en las democracias de América Latina se da por norma una probabilidad mayor de que sean elegidos gobernantes que se venden como muy preocupados con los problemas del país para los que tienen soluciones que no son puestas a debate. Es una situación que se inclina a cometer seguramente errores serios.
Material publicado en Contrapeso.info y reproducido con autorización