Pero no sólo pasa en la pampa. Me dicen que en todo el país. De hecho, el 50% de la tierra cultivable de Argentina está sembrada con soya, y como me advirtió Emiliano Ezcurra de Greenpeace Argentina, "y eso que no estamos hablando de Brasil, en donde en el estado de Mato Grosso la soya se pierde en el horizonte. Es impresionante, es como un tsunami de soya, que también pasa por Bolivia y Paraguay"
El boom de la soya, como lo llaman algunos, ha encontrado su mejor combustible en la gran demanda china. Pese a que el gigante asiático produce millones de toneladas de este grano, no le alcanza para alimentar a sus 1.300 millones de habitantes, y por eso busca tener una despensa en Sudamérica.
Y la encontró. Y al encontrarla, le echó una mano a Argentina. ¿Cómo? La ecuación es así: después de que colapsó la economía argentina a finales del 2001, las exportaciones se convirtieron en el punto clave para generar dividendos, ya que la devaluación del peso hizo que todo lo que se hiciera en Argentina se pudiera vender a muy buen precio afuera.
Ahora, dentro de las exportaciones, el rubro clave es la soya. Por ejemplo, de los más de US$3.000 millones que Argentina le vendió a China el año pasado, el 70% fue soya.
¿Una salida a la crisis?
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" Es increíble, mientras que en Europa y otros lados subsidian a los agricultores aquí nos imponen barreras "
José Antonio Álvarez, agricultor
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Pero no se trata sólo de vender. El gobierno entendió que si imponía un impuesto sobre las exportaciones, encontraría una importante fuente de ingresos para mantener el gasto gubernamental.
Así lo hizo y ahora hay un impuesto a la exportación superior al 20%. "Es increíble, mientras que en Europa y otros lados subsidian a los agricultores aquí nos imponen barreras", me dijo en medio de sus campos de soya, el agricultor José Antonio Álvarez.
El gobierno reconoce que a nadie le gusta pagar impuestos, pero también sabe que sin ese impuesto es muy difícil salir de la crisis e incentivar el mercado interno.
El año pasado la economía del país creció 8%, y aunque esta cifra hay que tomarla con pinzas -obviamente el crecimiento es alto porque la caída fue muy fuerte-, cuando uno camina por las calles comerciales de Buenos Aires es difícil imaginarse que tan sólo hace tres años ese país estaba en la peor crisis económica de su historia.
Peligros a la vista
Los ecologistas han advertido sobre los riesgos del monocultivo.
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La soya no sólo trae beneficios. También crea vulnerabilidades y problemas a largo plazo. Muchos temen que Argentina dependa demasiado de este cultivo y que regrese al pasado, cuando sus exportaciones se centraban casi exclusivamente en carne vacuna y cereales.
Y es que, además de los obvios riesgos económicos que genera depender casi exclusivamente de un cultivo, están los ambientales. Los ecologistas dicen que es necesario rotar los cultivos para cuidar la tierra. Los agricultores lo saben, pero uno me confesó que por estos días la rotación se hace difícil porque la soya es lo que más se vende y al final el mercado es el que manda.
"Lo que nadie dice es que el 60% de la agricultura en Argentina se hace con siembra directa, que es un sistema que no remueve la tierra, algo que permite eliminar el riesgo de erosión y la evaporación agua. El problema de la Argentina no es la soya, es el 40% de la tierra en donde no se hace siembra directa", le dijo a BBC Mundo Gustavo Grobocopatel, uno de los mayores productores de soya del país.
El empujón chino
Pero más allá del debate ambiental, lo cierto es que en momentos en que pocos inversionistas extranjeros miraban hacia Argentina, China se acercó y su demanda por materia prima, y especialmente por soya, le dio un empujón al gobierno de Néstor Kirchner para salir de la crisis económica.
No obstante, todavía no se sabe a ciencia cierta si tal y como lo anunció Buenos Aires, los chinos piensan invertir millones y millones de dólares en Argentina; todos hablan de US$10.000 millones en diez años.
China se acercó en momentos en que los inversionistas ignoraban a Argentina.
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Para salir de la duda, visité a Wang Chuanxin, consejero económico de la embajada china en Buenos Aires. "¿De dónde sacó esa cifra? ¿Quién la dio?", me preguntó. Es mejor que le pregunte a los funcionarios argentinos. China todavía no ha decidido cuánto invertirá acá. Hay que mirar las cosas con calma y cuando uno invierte, lo primero que hay que hacer es analizar la factibilidad".
Sus palabras dejan en claro que China está en Argentina para hacer negocios y no por caridad. Una postura que a lo largo de los años han repetido todas las potencias mundiales que han hecho negocios con países más pobres.
El congresista Mario Cafiero lo puso en las siguientes palabras: "Argentina ya vivió esto en el siglo XIX cuando Inglaterra llevó a cabo su revolución industrial apoyada en buena parte en nuestra materia prima, y como consecuencia la Argentina se quedó sin industrias. Ahora parece que la historia se está repitiendo, pero con China. La soya argentina está ayudando al crecimiento industrial chino y lo que nosotros queremos es que el desarrollo industrial se produzca acá".