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Señales preocupantes en política exterior
por Emilio J. Cárdenas (Perfil)
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En tiempos de la primera presidencia de Néstor Kirchner, cuando nuestra Cancillería estaba todavía en manos de uno de los peores cancilleres de nuestra historia: Rafael Bielsa, la Argentina se negó abiertamente –en el ámbito de la ex Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas– a condenar en forma expresa las violaciones de los derechos humanos y de todas las libertades civiles y políticas que, desde hace años, tienen lugar en la Bielorrusia del presidente Alexander Lukashenko, el último dictador estalinista que aún queda en el continente europeo.
Nunca se explicó a nadie el porqué de tan extraña decisión. Con la cuota de autoritarismo del caso, pese a los pedidos de aclaraciones que algunos formulamos desde los medios, no se aclaró jamás cuál pudo haber sido la razón de esa extraña conducta nacional. De la declamada transparencia, ni una muestra siquiera. Como es, desgraciadamente, habitual.
Muchos sospechamos entonces que se trataba de una primera, pero inequívoca, señal externa de coincidencia en el ámbito de la política exterior de la Argentina con Cuba y Venezuela. Esto es, del ex presidente con los dos principales regímenes autoritarios de la región conducidos por líderes marxistas con los que Kirchner, está claro, simpatiza abiertamente. Tanto, que no vaciló en exponerse al gigantesco papelón que no hace mucho protagonizó (a pedido del propio Hugo Chávez) en la selva colombiana, de la que volvió a nuestro país con las manos absolutamente vacías, tan desairado como el propio venezolano y sin que las cámaras reprodujeran para la historia una liberación que se postergó y que, luego de ocurrida, generó una ola de rechazo hacia la conducta de las FARC, ya que viola abiertamente las normas de las Convenciones de Ginebra de 1949 que sintetizan la costumbre internacional en materia de crímenes de guerra (delitos de lesa humanidad cometidos en el marco de los conflictos armados, tanto internacionales como internos) desde hace décadas.
La dictadura de Bielorrusia
Hoy, Bielorrusia es –igual que Irán– una aliada estratégica de Venezuela, nación que es, a la vez, nuestra propia aliada estratégica, por la que nuestra política exterior brega sin cesar, como lo evidencia el inexplicable desvelo de los Kirchner por lograr que ingrese al MERCOSUR.
Bielorrusia, recordemos, abastece a Venezuela de armas y pertrechos de guerra en abundancia, algunos de los cuales tal vez estén en manos de las FARC, organización guerrillera marxista con la que Chávez simpatiza abiertamente, cada vez con más desparpajo.
Bielorrusia es, obviamente, una tiranía con mayúsculas. Como lo es también Cuba. Allí, Alexander V. Kazulin, quien osó ser candidato presidencial, está preso (con una condena de cinco años y medio de cárcel, en Vytsyebsk) por el crimen imperdonable de haber encabezado protestas políticas callejeras contra Lukashenko, en 2006.
En el calabozo en el que se lo mantiene, Kazulin comenzó una huelga de hambre, medida desesperada de un auténtico prisionero político, que está tras las rejas por el delito de opinión. El hombre, de 52 años, amenazaba con dejarse morir si no era autorizado a concurrir al entierro de su esposa Iryna, en Minsk, que falleció de cáncer en febrero.
Javier Solana, hablando por la Unión Europea ante la bajeza de lo que sucedía, pidió públicamente a Lukashenko que liberara “inmediata e incondicionalmente” a Kazulin, de manera de que pudiera reunirse con su familia y concurrir junto a ella al entierro de su mujer. Lo mismo hizo el Departamento de Estado norteamericano. Tanto la Unión Europea, como los Estados Unidos tienen sanciones en vigor contra Bielorrusia por sus permanentes violaciones de los derechos humanos de su población.
La Argentina que –como hemos recordado y pese a pretender que los derechos humanos son una prioridad central de su política exterior, lo que obviamente no es así– se negó a condenar en la ONU al dictador Lukashenko y mantuvo sobre todo esto un feo, pero ya no sorprendente, silencio.
Finalmente, Lukashenko liberó, aunque sólo de modo temporario, a Kazulin. Luego del entierro de su esposa, volvió a ser un preso político. Es evidente que Lukashenko le teme por su coraje.
El desembarco de Irán
Mientras tanto, Irán (otro complicado aliado estratégico de Venezuela) confirmó que abrirá una embajada en Bolivia para, enseguida, organizar allí un canal de televisión que funcionará con el despampanante nombre de “Radio y Televisión de Irán”. Transmitirá en castellano, por supuesto. Para nosotros esto no debería ser una sorpresa. Después de todo, estamos en ese negocio, desde que somos socios “fundadores” de “Telesur”, la empresa de medios de comunicación masiva que, desde Venezuela, con fondos provistos por los contribuyentes argentinos, produce los contenidos de la televisión pública de Chávez y sus compañeros de ruta, que son luego exhibidos en los diversos “Canales 7” de la región. Los otros firmantes originales de “Telesur” son, recordemos, Cuba, Venezuela y Uruguay.
El nuevo canal de televisión iraní se instalará en la zona “cocalera” por excelencia, la del Chapare, de donde proviene la cada vez más abundante pasta de cocaína que, bajo la forma del llamado “paco”, está envenenando a nuestra juventud (especialmente a la de nuestras “Villas Miserias”) y potenciando exponencialmente la violencia callejera en nuestra sociedad.
El belicoso Mahmud Ahmadinejad, presidente de Irán, visitó Bolivia en septiembre del año pasado y firmó entonces acuerdos de todo tipo, por un valor de 1.100 millones de dólares. Ahora, mientras en Teherán se reiteran los cortes de luz, invierte en el Chapare.
Cuando todo esto ocurre, nuestra administración nacional, por boca de la Señora de Néstor Kirchner, impulsa -como señalamos más arriba- agresivamente el ingreso de Chávez al Mercosur, lo que seguramente transformará a esa entidad en una “bolsa de gatos” aún mayor, dedicada fundamentalmente a ser una caja de resonancia política en la que las ideas de Hugo Chávez, sus “aliados estratégicos” y sus “compañeros de ruta” resonarán insistentemente en nuestra región. Especialmente en aquellos confines en los que el analfabetismo es más alto, donde el daño que pueden hacer es mayor.
Incorregible Venezuela
Como lo hemos venido advirtiendo, para Hugo Chávez el principio de “no intervención” o “no injerencia” en los asuntos internos de otros países simplemente juega a su favor. Jamás en contra suya. Nunca.
En demostración cabal de cuán arrogante y poco sensible es y de qué poco le importan las reglas más elementales de la diplomacia, la administración venezolana acaba de tener un nuevo incidente, esta vez con la vecina Guyana. El episodio tiene, como siempre, perfiles populistas y componentes nacionalistas.
Desde sus oficinas en Georgetown, la nueva canciller de ese país, Carolyn Rodríguez-Burkett, protestó con vehemencia porque Venezuela se arrogó unilateralmente el derecho a distribuir ayuda alimenticia (arroz, harina, aceite y cebolla, alimentos que escasean en distintas localidades de la propia Venezuela) en pleno territorio de Guyana. Sin pedir permiso, como corresponde, ni notificar siquiera a las autoridades locales. Lo hizo entre familias de campesinos de las localidades de Lusignan y Buxton, a tan sólo unos 20 kilómetros de la ciudad capital.
Una mancha más al ya muy manchado “tigre del Caribe”, según queda visto.
Brasil sigue en camino rumbo a un asiento
en el Consejo de Seguridad de la ONU
El ministro de Defensa del Brasil, Nelson Jobim, visita esta semana a Venezuela, Surinam y Guayana, en el marco de una nueva gira por nuestro continente en busca de consolidar apoyos para su permanente intento de obtener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Además pondrá sobre la mesa la nueva iniciativa brasileña de conformar un “Consejo Suramericano de Defensa”, con la que, a la vez, procura (i) alejar a los Estados Unidos del tema de defensa en la región, consolidando su propio liderazgo, aunque sin definir “un enemigo común”; y (ii) poner oportuno freno a los “sueños venezolanos” de constituir un ejército continental (la llamada pomposamente: “Organización del Atlántico Sur”), liderado naturalmente por el patológico Hugo Chávez, a la manera de anacrónico caudillo y con armamento proveniente de Rusia, Bielorrusia e Irán.
El proyecto brasileño, basado en su visión de que el continente necesita “pensar en grande”, apunta a por lo menos tres capítulos: maniobras conjuntas; participación colectiva en las operaciones de paz de las Naciones Unidas; e integración de las industrias de defensa de la región, en un capítulo en el que tiene una enorme delantera sobre todos los demás.
Nuestro país necesita pensar en esto para evitar seguir en la línea de la actual administración, la del “doble discurso” sumado a la más total improvisación opacada “ex-profeso” por la falta de transparencia.
Gentileza de: Economía para todos |
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