Estado de sitio o reconciliación
La tormenta que no cesa
por Gregorio Cristóbal Carle
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El pequeño indio -como le gusta autodenominarse, a pesar de ser mestizo- fue elegido por sus compatriotas en la errónea creencia de que sería el salvador y modernizador del país, capaz de abordar y resolver los males endémicos que han acosado a Bolivia desde siempre.
Un Presidente patético y fuera de lugar que no sabe hacer frente a la dolorosa realidad de la nación andina... ¿se merece Bolivia tanta indignidad?
Creo sinceramente, y me imagino que buena parte de la ciudadanía boliviana estará de acuerdo con mi aseveración, que el Presidente Morales ha demostrado carecer de la necesaria amplitud de miras para gobernar desde la serenidad y el consenso que tanto requiere la situación creada y recreada por él mismo en el país andino
Han bastado dieciséis meses de legislatura para llevar a la nación al borde del abismo, demostrando la inconsistencia e impericia de un mandatario circunspecto y cariacontecido que, ascendido al poder sin apenas referencias, representa la pobreza intelectual de un pensamiento único avocado al más estrepitoso de los fracasos
El pequeño indio -como le gusta autodenominarse, a pesar de ser mestizo- fue elegido por sus compatriotas en la errónea creencia de que sería el salvador y modernizador del país, capaz de abordar y resolver los males endémicos que han acosado a Bolivia desde siempre. Nada más lejos de la realidad… una simple mirada a su pasado marxista-cocalero-revolucionario y a su compleja personalidad, acrisolada en la soberbia y el odio maniqueista, hubiese bastado para comprender que era la persona menos idónea para alcanzar dichas metas, más al contrario, era seguro que acabaría fabricando el más inflexible de los totalitarismos desde el discurso de la autoflagelación que tanto gusta al indígena latinoamericano.
En este estado de cosas llegamos a la situación de crisis permanente que atraviesa Bolivia, agravada en la actualidad porque este despótico gobierno, ensimismado en prestar atención a lo netamente indígena, carece de un proyecto real como opción política y solo ha sabido dividir donde debería haber aunado esfuerzos, como así lo demuestra el previsible y no menos paradójico conflicto regional enquistado actualmente en las entrañas de la convivencia entre todos los bolivianos.
La cuestión tiene que ver con las legítimas convocatorias departamentales para decidir sobre su autonomía, desarrolladas desde el más sagrado de los respetos a los principios constitucionales, reconocidos en la Carta Magna vigente. Hasta ahí todo bien…, bien porque sus efectos se veían muy lejanos o porque Morales, con su nula experiencia en el arte de gobernar y su estrecha visión de Estado necesitaba asimilar la abrumadora respuesta a favor del “sí”.
¿Qué ocurrió después?... Nada que pudiera sorprender, si nos atenemos al letal ensimismamiento del Presidente y a los precedentes de continua crispación urdida desde el poder. La maquinaria del Estado y la influencia de los movimientos sociales se pone en funcionamiento para acabar con las ilusiones autonomistas de la población del oriente, tan patriota y boliviana como el resto de sus conciudadanos.
Así, un maquiavélico Morales, basándose en la supuesta vigencia de una Constitución nacida de la nueva asamblea -hecha a su medida y aprobada por sus fieles acólitos en el Congreso-, comienza a hablar de la ilegalidad de las pretensiones de la Media Luna y de la probable secesión de la patria, proponiendo al mismo tiempo un dialogo que no lleva a ninguna parte, porque es más falso que el beso de Judas…
Obedeciendo las tesis revolucionarias ahora trata de salvarse echando la culpa a sus circunstancias, de ganar tiempo para concienciar a la población de la existencia de una presunta trama del oriente que provoque la movilización de las masas indígenas y el consiguiente caos escénico en el país.
Todo está atado y perfectamente planificado. Entonces utiliza a terceros actores- la iglesia católica y varios países amigos, para más señas- con la finalidad de transmitir una estudiada y embaucadora imagen de pacificador, para posteriormente denunciar la intransigencia enfermiza mostrada por los prefectos en la mesa de negociación.
Es ésta la doble moral con la que se mueve el gobierno, habla de diálogo y sin embargo no deja de atacar y de buscar mecanismos ilegales para frenar los referendos. Ahora corre el rumor de que el gobierno prepara un autogolpe para responsabilizar a la media luna ampliada -Santa Cruz, Tarija, Beni, Pando y Cochabamba- de la inexorable fractura del país.
Un Presidente patético y fuera de lugar que no sabe hacer frente a la dolorosa realidad de la nación andina... ¿se merece Bolivia tanta indignidad?
Fuente: Diario de América |
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