Un día tendremos nuestro propio Luis D’Elía
por Rodolfo Saldain
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El pasado martes, al caer la tarde, cruzaba la Plaza de Cagancha, que a veces reivindica su condición de plaza Libertad. Al llegar al Pasaje de los Derechos Humanos (así se llama el tramo sobre el que se encuentra el edificio de la Suprema Corte de Justicia), vi a dos hombres y un niño de unos cinco o seis años que doblaron desde San José hacia 18 de Julio. Uno llevaba un bidón en la mano y el otro lo llevaba a puntapiés. El niño caminaba entre ambos. Cuando estábamos por cruzarnos, el que pateaba el bidón miró al niño y mientras me señalaba le dijo, con tono provocador y con voz suficientemente fuerte como para que yo lo oyera: “Tené presente que todos los hombres de saco son unos jodedores hijos de la madre”.
No es un hecho aislado. Por el contrario, integra una práctica que probablemente empezó entre jóvenes; planchas y chetos, por ejemplo, pero también “visitas” a la salida de un liceo por alumnos de otro liceo, de supuesta o real diferente extracción social. Sospecho que estas prácticas irán ampliándose como manifestación de la fractura social que vive nuestra comunidad. ¿Un día tendremos nuestro propio Luis D’Elía?
En ambas márgenes del Plata quedamos impactados con el odio que destilaba el piquetero argentino en la entrevista que intentaba hacerle Fernando Peña en el programa El Parquímetro en FM Metro 95.1 de Buenos Aires, el pasado 28 de marzo. El piquetero pro gubernamental Luis D’Elía arremetió con todos los insultos que se le pasaban por la cabeza (en realidad fueron pocos pero muy repetidos) contra todo lo que no fuera K.
Entre las muchas reflexiones que podría motivar el exabrupto del piquetero, quiero destacar las coincidencias con el exabrupto del hombre del bidón. “Odio visceral” contra “los blancos del Barrio Norte” decía D’Elía. El mismo resentimiento trasmitía el hombre del bidón al niño, probablemente su hijo. D’Elía apeló a la violencia física, el hombre del bidón apeló, por ahora, a la violencia moral. En ambos eventos, uno público, radiofónico y el otro personal, hay una misma lección: un sector importante de la comunidad tiene mucha rabia, mucho resentimiento, contra la oligarquía, contra los blancos del Barrio Norte, contra los hombres de saco. El niño abrió los ojos y los oídos.
Los dirigentes políticos y sociales tienen particular responsabilidad en no abonar la tierra fértil de la marginación. Lamentablemente algunos no tienen mejor argumento que recurrir al de “viejos platudos” para restañar alguna herida narcisista.
Varios Derechos Humanos quedaron haciendo equilibrio en las cornisas remozadas del viejo edificio de la ONDA.
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