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La conspiración de los mediocres…
por Fernando Pintos
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La prueba más fehaciente de que el fútbol es uno de los negocios más turbios de este orbe posmoderno y globalizado, radica, muy claramente en las jornadas iniciales de este enclenque y deshilvanado Mundial Sudáfrica 2010. Partidos tan sólo bueno para el aburrimiento mortífero, el bostezo reiterado y un olvido inmediato. Montones de jugadores «lesionados», «afectados», «golpeados», «lastimados», «moretoneados» y, ¿cómo no?, «lesionados». Frente a tantas y tan reiteradas bajas, uno no sabe si pensar en que estamos presenciando una serie al estilo «E.R.» o, simple y llanamente, una extraña versión de la Tercera Guerra Mundial. Es posible que Sudáfrica 2010 pase a la historia con el poco feliz calificativo de haber sido «el Mundial de los lesionados».
Pero dejemos de lado las lesiones, los encontronazos, los sustos, los chichones y los tobillos inflamados… Como si todo ese volumen insólito de jettatura no hubiese resultado suficiente perjuicio, los miles de millones de expectantes aficionados que se han colgado en todo el planeta de los televisores para presenciar este «gigantesco espectáculo» no ha visto otra cosa que partidos anodinos. Jugadores mediocres. Selecciones sin espíritu. Ausencia de talento y sequía de goles, salvo esa rara avis que fue el debut de la Selección Alemana goleando a la de Australia. Las tan cacareadas «estrellas» no aparecieron por ninguna parte. En apariencia, los supuestamente corajudos se asustaron como conejos y a pesar de jugarse en tierras africanas, los pechos se enfriaron hasta temperaturas polares… En cuanto a aquellas piernas que hasta el momento parecían haber sido tocadas por una habilidad inusual, todas ellas se trocaron, como por arte de birlibirloque, en patéticas patas duras. Por lo visto hasta el momento, reitero, si me pidieran que bautizara a este paupérrimo Mundial de Fútbol 2010, no me quedaría más que un único calificativo: «el de los pechos fríos».
Ahora: teniendo en cuenta el nivel de esta competencia mundialista, que está muy por debajo de los suelos, a lo único que puedo atinar es al lamento. Y lo hago porque soy muy consciente de que, con este ínfimo nivel mundialista, una Selección Uruguaya que no estuviera en las débiles e inhábiles manos de Washington Tabárez y que sí lo estuviera en las de un verdadero entrenador —alguien como Diego Aguirre o Sergio Markarián— podría llegar cuando menos a semifinales y rescatar, gracias a ello, una cuota importante de ese prestigio que hace ya tanto tiempo se le ha extraviado a nuestro alicaído y ruinoso fútbol uruguayo.
No es, por supuesto, la primera oportunidad de tal índole que la Selección Uruguaya desperdicia, infamemente, por el capricho insólito e indefendible de mantener a este personaje tan oscuro como mediocre en el cargo de director técnico… Sin ir más lejos, las recién pasadas Eliminatorias Sudamericanas para Sudáfrica 2010 fueron algo así como un regalo que los dioses nos sirvieron en bandeja de plata para que clasificáramos, con comodidad y en forma directa, al Mundial e incluso para que lo hiciéramos ocupando el tope de la tabla. Pero gracias al mencionado individuo, esa preciosa oportunidad se perdió de la manera más asquerosa y caímos en una serie de resultados infelices, entre los cuales se incluyeron una goleada sufrida a manos de Brasil en el Centenario y haber caído, también como locales, frente a la peor Selección Argentina de las últimas décadas. La guindita de la Copa Melba consistió en quedar colgados con apenas la punta de las uñas de un Repechaje contra la Selección de Costa Rica, la cual estuvo a milímetros de eliminarnos de la justa mundialista, en nuestro propio Estadio Centenario…
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Después de esa «hazaña», la preparación para el Mundial consistió en un par de partiditos contra seleccionados de segunda o tercera categoría, que llegaban a la cita con alineaciones emergentes. Y ésa fue la «preparación» previa al Mundial, mientras que selecciones que eran rivales directos, como las de México y Sudáfrica, jugaban buena cantidad de encuentros y lo hacían contra rivales en verdad exigentes. Durante tres años y medio la Asociación Uruguaya de Fútbol se ha empecinado en mantener a Washington Tabárez al frente de la Selección, a pesar de sus alineaciones incoherentes, sus presentaciones deslucidas y sus resultados paupérrimos. Empecinados en sostenerlo contra viento y marea, a pesar de las catástrofes que ha provocado y de las vergüenzas históricas a que nos ha sometido… Con Tabárez al frente, no se puede tener la menor duda de que Uruguay no tardará ni dos semanas en volver de Sudáfrica con la misma tesitura cabizbaja de las últimas décadas. ¡Y con los mismos lamentos y justificaciones de siempre! (Deberían cambiar, de una vez por todas, ese disquito tan rayado)… En todo caso, cabe hacerse con seriedad esta pregunta: ¿qué fuerzas tenebrosas son las que han obrado, desde las sombras como es costumbre, para sostener a este inepto individuo como entrenador de la Selección Uruguaya? Para el impresentable conglomerado que se generó con la confluencia de esas fuerzas siniestras, de sus delicuescentes acciones clandestinas y de los horrendos resultados deportivos que todo ello provocó (y seguirá provocando) en perjuicio de la Selección Uruguaya de Fútbol, tan sólo podríamos elegir un calificativo drástico: la conspiración de los mediocres.
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© Fernando Pintos para Informe Uruguay
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