Incentivos A La Víctima
Una cultura de fracaso
por Eduardo García Gaspar
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La regla general establece algo muy simple: usted obtiene eso por lo que ofrece un premio y evita lo que recibe un castigo. Es el principio bajo el que funciona la ley penal. Los delincuentes, una vez probados como tales, reciben castigos típicamente sentencias de encarcelamiento proporcionales a la gravedad del delito. Es un incentivo negativo que se da a una conducta mala.
También existe lo opuesto: recompensas o premios. Es muy deseable que, por ejemplo, la integridad reciba recompensas, lo mismo que el esfuerzo, la capacidad, la razón, la experiencia y la preparación. No sólo es una cuestión de una situación en la que las conductas malas reciben castigos. Recompensar las buenas acciones es también necesario. Eso las multiplicará.
Estamos en el terreno de los incentivos, positivos y negativos. Es el terreno que muchos han afirmado que es el de la Economía, el estudio de las acciones humanas. Un muy sencillo ejemplo muestra esto: ayer fui a un supermercado y encontré que estaba en rebaja la cerveza Heineken. Fue un incentivo positivo y compré varias botellas. Igual hicieron otros más.
Esto significa que tenemos la capacidad de captar lo que nos rodea, valorarlo y decidir una acción cuyas consecuencias prevemos. Yo no compré la cerveza que tenía pensado, sino otra, lo que me produjo un dinero no gastado que me benefició. Si encuentro en el medio ambiente que me rodea algún estímulo que me afecta, actuaré en consecuencia.
Por ejemplo, sé que en México cometer un delito no representa altas probabilidades de ser capturado, ni siquiera condenado. Esto es un estímulo positivo para quien desee elevar sus ingresos dentro de su muy específica situación: seguramente tiene muy poco desarrollada la conciencia moral, su personalidad es egoísta, quizá no tenga gran educación y su trabajo actual es mal remunerado. Los actos criminales se habrán fomentado si no hay castigos.
Esto añade una gran riqueza. No son sólo los incentivos que están allá afuera en lo que nos rodea. También somos nosotros y lo que pensamos en un momento dado y específico.
Una madre soltera que por ese hecho reciba una ayuda del gobierno mientras permanezca en ese estado, por ejemplo, tendrá el incentivo de no casarse, al menos oficialmente. La propuesta de matrimonio que acepte le retirará el dinero que recibe de la autoridad. Puede llegarle a convenir tener otro hijo permaneciendo soltera. Se han dado incentivos para ser madres solteras.
Si acaso un alumno universitario comete un plagio intelectual copiando un trabajo, y no recibe él un castigo severo, no sólo se afecta él, sino el resto. La ausencia del castigo es igual a un aviso colocado a la entrada de la universidad: “Se prohibe el plagio, pero sí encontramos que alguien es culpable de esto, no pasa nada”. La consecuencia, desde luego, la puede anticipar cualquiera.
Y ya llegué al punto que quiero tratar. Las labores educativas en estos tiempos, no sólo las escolares, tienden a crear un terrible incentivo, el de fomentar en las personas el hábito de ser víctimas para obtener así beneficios. Declárese usted víctima de una mala situación personal y recibirá atención inmediata, e incluso ayuda gubernamental.
Pero si usted se declara esforzado y por ello exitoso, lejos de generar admiración, será visto con desconfianza y envidia. Sabiendo esto, la próxima vez que diga algo de usted, adoptará el papel de víctima, que es el que da resultados. Es un efecto colateral de la idea marxista de la lucha de clases: los esforzados con los que deben recibir castigos.
Esto tiene consecuencias de consideración. Cuando lo que produce resultados es adoptar el papel de víctima, eso recompensa la pasividad. Todo lo que tiene que hacer la víctima es esperar a que alguien vaya en su ayuda, especialmente el gobierno. La inactividad es entonces el mejor de los caminos. Todo lo que la víctima puede lograr, lo obtiene sometiéndose a la voluntad de quien lo rescata.
Pero cuando lo que produce resultados en el esfuerzo personal, la acción, el trabajo y en general la laboriosidad, la persona ya no se somete con facilidad a otros. Se sabe independiente y libre. La diferencia entre esa persona y la víctima es abrumadora. Por eso es que debe temerse mucho a la sociedad que consistentemente da privilegios a quienes se dicen víctimas y castiga a los esforzados. Habrá creado un incentivo para convertir en víctimas a todos y las víctimas siempre buscan a alguien a quien someterse.
Gentileza: Contrapeso.Info |
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