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Año V Nro. 295 - Uruguay,  18 de julio del 2008   
 

Visión Marítima

historia paralela

2012

 

Machacando
por Dr. Jorge T. Bartesaghi

 
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         Hace algún tiempo escuché de nuestra admirada China Zorrilla la siguiente anécdota. Contaba que un día en Buenos Aires, cuando circulaba en un taxi por la Avda. Figueroa Alcorta, al pasar por la Plaza Uruguay le pregunta al conductor si sabía a quién representaba la estatua principal de la plaza. El hombre le contesta con solvencia que al Gral. José Artigas. Entusiasmada, China continúa: ¿No sabe Ud. quién hizo esa estatua? Sí señora, fue su padre. ¿Y Ud. cómo lo sabe? Porque me lo dijo Ud. la semana pasada.

         Sin duda la anécdota tiene la gracia y el salero propio de China, pero además, una muy clara moraleja: machacar y machacar, repetir y repetir, es una de las más viejas y efectivas formas de imponer conceptos.

         Y en el uso de este instrumento debemos reconocer que el Frente Amplio ha hecho gala de verdadera “maestría”.

         Ya en los pasados tiempos electorales un sinnúmero de “slogans”, suficientemente publicitados, afirmados en un adecuado marketing y, fundamentalmente, repetidos machaconamente hasta el cansancio, dotaron a las huestes frenteamplistas del sustento argumental necesario para convencer al electorado.

         Amparados en el privilegio de la irresponsabilidad, aquella que se infiere de no haber asumido jamás obligaciones de gobierno, se crearon frases ampulosas que inducían a imaginar ricos y promisorios contenidos, y que en realidad eran absolutamente huecas. Desde las que repudiaban nuestro pasado inmediato responsabilizándolo de generar “la herencia maldita”, hasta las que prometían un futuro próspero y feliz como “país productivo”, “Montevideo, tu casa”, “gasoil productivo”, “más y mejor Mercosur” y tantas otras.

         Habría un antes y un después. Todo cambiaría como por arte de magia en forma tan radical que “temblarían las raíces de los árboles”.

         La simple repetición automatizada de estos conceptos, sin el menor análisis sobre la seriedad de sus contenidos, pretendía legitimarlos hasta el punto que la enorme mayoría de los simpatizantes frenteamplistas los consideraron verdades absolutas de innecesaria explicación.

         Claro que cumplido su objetivo inmediato, el triunfo en las elecciones nacionales, esta táctica de repetición automatizada debía cesar, por cuanto el simple transcurso del tiempo desnudaba realidades que no se compadecían con aquellos preconceptos.

         Pronto quedó en evidencia que nada se había hecho para encarar seriamente un país productivo, que Montevideo cada vez nos avergonzaba más, que lo del gasoil productivo era una burla trágica y que en cuanto al Mercosur, teniendo en cuenta piquetes, cortes, desencuentros y enfrentamientos de nuestros mandatarios, distaba mucho de aquel gran mercado prometedor que alguna vez imaginamos.

         Ya no nos preocupa este tipo de reiteraciones, al menos las que aluden a promesas de acciones concretas de gobierno. El tiempo rápidamente juzga su acierto o error.

         Pero sí es realmente grave, y como tal motivo de nuestra preocupación, que el Frente Amplio haya promovido, impulsado o simplemente tolerado, la permanente reiteración en su discurso de juicios éticos negativos sobre las colectividades políticas fundacionales, pretendiendo reivindicar para sí el monopolio de los principios y valores.

         La izquierda en general, en su accionar proselitista, ha abusado en forma continua y reiterada de frases, imágenes y “slogans” tendientes a inducir a los ciudadanos a creer que sólo en ella se depositan principios como honestidad, honradez, decencia, solidaridad, etc.

         Mediante este simple mecanismo de repetición, las nuevas generaciones -la mayoría de ellas carentes de información sobre el pasado inmediato-, confundidas por una prédica constante, machacona, se encuentran proclives a aceptar que sólo en esa fuerza política se asientan los valores éticos por los que se merece luchar.

         Tan es así que en el diario “El País” del pasado domingo 29 de junio, en artículo periodístico que comenta ciertos cambios proyectados en el proceso de destitución de funcionarios públicos (sobre el que adelantamos nuestra posición favorable), se transcriben estos conceptos vertidos por el diputado de la Vertiente Artiguista, Eduardo Brenta: “…en la bancada hay compañeros que tienen prevenciones respecto, no a la actual situación, sino a la generación de una herramienta que si en algún momento no está en manos del Frente Amplio, puede ser utilizada con otros objetivos.”

         Falso de toda falsedad. Falso por esencia y falso por historia.

         No tiene derecho el señor diputado a imaginar siquiera, que su gente, el sector y el partido político que representa, posean mayor dignidad, honradez o moral republicana que la que han exhibido los partidos fundacionales a lo largo de su historia.

         Menos aún frente a nuestro Partido Nacional cuya fundación, su sacrificio, su lucha y hasta su sangre derramada, tuvieron causa en la defensa de las libertades y la moral administrativa.

         Hoy nuestra colectividad política, advertida de que se avecina el tiempo de asumir las responsabilidades de gobierno, usará de la misma insistencia, machacará sin cansancio, pero para afirmar en la conciencia ciudadana valores que unifiquen, no dividan, inclusivos y no excluyentes. Todo el esfuerzo para terminar con el Uruguay de las dos mitades, para volver al Uruguay de todos.

         Usaremos de la mayor insistencia para reiterar conceptos que aporten a la integración y convivencia social, apoyadas en la dignificación del trabajo, la educación extendida y la revalorización y apoyo de la familia.

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