El Uruguay y su lucha por la democracia
Una visión desde Bolivia
por Sergio P. Luís |
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Uruguay, país singular en América Latina por su madurez ciudadana, sufrió en su historia reciente, como todos, avatares poco felices.
Es una nación pequeña, con carencias en recursos naturales –desde de los años 70 se esfuerza por descubrir hidrocarburos- y, sin embargo, el bienestar que ha logrado es, comparativamente, notable. Y resalta en muchos campos. En las letras, desde Zorrilla de San Martín con su bello poema “Tabaré”, hasta la inmensa y reconocida obra de Juana de Juana de Ibarbourou, la “Juana de América”. También en esto muestra una rica variedad asentada en una destacable tolerancia. Así es como se comprende que haya aparecido el incomparable Mario Benedetti que, aunque amargo y siempre en controversia, es autor de una poesía bellamente construida, y de otro famoso: Eduardo Hughes Galeano, autor de la muy conocida y polémica obra “La venas abiertas de América Latina”, una “historia” casi poética, con inexactitudes e hipérboles tendenciosas. Sobre lo expresado por Hughes Galeano, se dice, a tiempo de no compartir su mensaje, que la obra pretende mostrar que los uruguayos y los latinoamericanos, “somos pobrecitos y nada podemos hacer por nosotros mismos, lo malo que nos pasa es lo malo por los ogros malos”. (Helena Arce, en Informe Uruguay).
En los sobresaltos de estar a tono con las épocas, la democracia uruguaya fue asediada por al violencia de los Tupamaros, seguidores del “… odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría maquina de matar”. (Ernesto “Che” Guevara., Mensaje a la Tricontinental, 1966). Ante esta prédica, la reacción fue casi desmedida: la autocracia (una sombra uruguaya).
Después retornó la democracia. Se sucedieron cinco elecciones libres. En la última, volvieron los Tupamaros, ya no a la lucha guerrillera (sus combatientes ahora tienen más de sesenta años de edad, y no han logrado adhesiones significativas de la juventud). Están integrados en el izquierdista Frente Amplio y en el gobierno del socialista Tabaré Vásquez..
El Frente Amplio no siguió, hasta ahora, la estridencia de otros experimentos populistas de América Latina. Su acción interna e internacional, no es como la deplorable del “bolivariano” Hugo Chávez, ni del extraviado Daniel Ortega entregado al chavismo, ni del demagogo Rafael Correa, que acaba de intervenir canales de TV y radios en el Ecuador. Menos aún, se parece al populismo racista boliviano de Evo Morales, alentado y financiado para sus tropelías, violencia y fraude electoral, por Hugo Chávez Frías.
Pero subsiste el radicalismo político, del que aún no se libran los Tupamaros y, por esto, ya hay signos de insatisfacción ciudadana y se muestra el desencanto: “En la desesperación (del Frente Amplio) por aferrarse al poder, al cual llegaron con un hambre atrasada voraz, la propuesta es la compra de votos prostituidos con dineros públicos…”.
“La finalidad entonces es perpetuarse en el poder, desestimulando las buenas remuneraciones, el buen vivir, el progreso de verdad. Si hasta la comunista quiere combatir el aumento del PBI con impuestos”. (Rodolfo Sienra Roosen). Otros niegan la autenticidad ideológica del Frente Amplio: “Se acabó la izquierda intelectual, no cautiva por ideas, cautiva por planes de emergencia, subestimando a la silenciosa pero sabia ciudadanía uruguaya –y pronostica- que otra vez más dará pruebas de sus virtudes”. (Sebastián da Silva). Una más: “… estamos convencidos que, en el Uruguay de hoy, se ha instalado, desde el Gobierno, un predominio de la visión colectivista que privilegia la igualdad social absoluta, en detrimento de los derechos de la persona humana individual y, por ende, de su Libertad; de LA LIBERTAD”. (Gustavo Penades).
A medida que se acerca 2009, año de elecciones, las voces se hacen más críticas. Un ejemplo: ante la intención del Frente Amplio de suplantar el actual sistema judicial, se dice: “Los tupamaros quieren que la Justicia uruguaya se parezca a la Justicia cubana, en definitiva, quieren que se dedique a juzgar a los "contrarrevolucionarios" por sus opiniones
o acciones contrarias a los propósitos del gobierno. ¿Puede existir una prueba más concreta del ánimo autoritario que motiva al núcleo duro de una de las corrientes más influyentes del gobierno de izquierda hoy en día?” (Jaime Mario Trobo).
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Hay más: La crítica también se centra en la incomprensible negativa del presidente Tabaré Vázquez, en su reciente visita oficial a Cuba, de recibir a disidentes cubanos, echando por tierra las tradiciones democráticas, de tolerancia y de respeto por el pensamiento ajeno del Uruguay.
Otra: se denuncia la injerencia cubana con la ‘Operación Milagro’ de oculistas cubanos, en un país de alto nivel científico. Un destacado uruguayo (el ya citado Jaime Mario Trobo) mostrando que hay campos en que sí podría lanzarse otra ‘operación milagro’, dice con agudeza: “Puede (el Uruguay) ofrecer cooperación para asistir en el desarrollo de
nuevas normas jurídicas adaptadas a los compromisos internacionales de respeto a los DDHH, para la construcción de una justicia electoral independiente y garantista, para el desarrollo de prácticas parlamentarias respetuosas de la pluralidad, para la construcción de poderes de control de las cuentas, de prácticas justas en la justicia administrativa, para el desarrollo de un poder judicial independiente, para el respaldo jurídico a partidos políticos plurales, para legislación laboral equilibrada, para un marco de inversiones atractivo. En fin, en estas materias Uruguay puede ofrecer su cooperación para una operación milagro
que permita "ver" al pueblo de Cuba, con una terapéutica que le vuelva a conformar en una comunidad nacional respetuosa y respetada”.
Seguramente no hay, en estos días, uruguayos que propicien una salida de fuerza. Más bien apuestan a la contienda electoral, como medio que evite una mayor deformación de la democracia, por obra de un resabio de la izquierda violenta de los años 70. El porvenir lo definirán, en 2009, los ciudadanos uruguayos, a los que tocará rectificar en las urnas un experimento cuestionado, que ya se muestra fallido.
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