LÁGRIMAS GALLEGAS
Llegó la hora de llorar
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por Graciela Vera Periodista independiente
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Ni el hecho de que más de setenta mil hectáreas se hubieran convertido en cenizas; que el trabajo de toda la vida, casas, campos, animales hubieran sido consumidos por las llamas, hicieron bajar los brazos a cientos de gallegos que se mantuvieron casi sin dormir, peleando contra el infierno en la primera línea de batalla.
Ver las imágenes de hombres y mujeres de todas las edades, enfrentando las llamas, defendiendo sus propiedades con azadas, baldes y en muchos casos (cuando lo que estaba en juego era una vivienda, aún habitada) con mangueras, llegó a ser tan común en los televisores de los hogares españoles, como esa mirada implorante hacia los pronósticos metereológicos.
Si toda España reclamaba lluvia por la sequía pertinaz que sufre, la peor de la última década, en Galicia el agua significaba la diferencia entre salvar o ver morir miles de hectáreas de montes, pastizales y sembrados.
Pero los gallegos aún no tenían tiempo para llorar.
No todavía, el momento de las lágrimas ha llegado recién ahora cuando el cielo también llora ante el desastre.
Lágrimas de impotencia ante la destrucción provocada por la insanía de algunos. Veintitrés personas detenidas por su supuesta participación en el origen de los incendios de los que doce han ingresado en la cárcel y de los que tres de ellos, insólitamente son retenes dedicados a combatir los mismos fuegos que habían iniciado.
Eran las 9.20 horas del miércoles cuando quedaba extinguido el último de los fuegos que desde hacía once días calcinaba Galicia.
Fueron once días de angustia, una pesadilla que no ha terminado porque recién comienzan las consecuencias medioambientales que afectarán ecosistemas y economías incluso muy distantes a los sitios directamente afectados.
El martes, a pesar de los cuarenta y un incendios aún activos, las nubes que comenzaban a cubrir la comunidad gallega y los anuncios provenientes de metereología, arrancaban algunas sonrisas en los rostros tiznados por las cenizas.
CRONOLOGÍA DEL INFIERNO
Viernes 4 de agosto: Comienza la oleada de incendios en Galicia; como consecuencia del fuego mueren dos mujeres -madre e hija- en la localidad pontevedresa de Cerdedo.
Sábado 5 de agosto: En apenas dos días el fuego ha consumido 4.000 hectáreas. En una decena de localidades se han debido desalojar viviendas y se cortó la autopista entre Vigo y Pontevedra.
Domingo 6 de agosto: Hay activos setenta y nueve incendios. La Xunta pide la intervención del Ejército para ayudar a sofocar los tres que están fuera de todo control en la provincia de Pontevedra. En el Campo Lameiro se encuentra el cadáver carbonizado de un hombre de 74 años.
Y ya no quedan dudas de que detrás de los focos hay manos humanas.
Lunes 7 de agosto: Más de cincuenta fuegos de los más de cien focos, se encuentran sin control en distintas comunidades gallegas. Los montes arden muy próximos a los núcleos urbanos.
Los primeros detenidos presuntos iniciadores de los fuegos, tres personas en Pontevedra y A Coruña, crean sorpresa e indignación. Lo peor se ha confirmado, se cree que pueda estarse ante una trama criminal porque cuando se logra apagar un fuego se detectan en las cercanías, dos o tres focos nuevos.
Martes 8 de agosto: Un despliegue de medios sin precedentes combaten contra el fuego en Galicia a los que se ahora se suman 1.200 efectivos de las Fuerzas Armadas y más de cien agentes de la Guardia Civil.
Ingresa en prisión uno de los cuatro detenidos.
Miércoles 9 de agosto: Galicia vive su peor pesadilla. 158 incendios avanzan, la mayoría en forma incontrolada.
La Guardia Civil ofrece protección y recompensa a los testigos que puedan informar sobre la autoría de los incendios. El Gobierno, que anuncia que habrá ayudas económicas para los afectados, pide la colaboración de la Unión Europea.
Francia, Portugal e Italia son los primeros países que responden enviando cuatro hidroaviones, 20 camiones y 65 bomberos.
Jueves 10 de agosto: El fuego se extiende tanto al norte como al sur de Galicia. Hay 132 incendios; se anuncia la llegada de una unidad de ingenieros de élite del Ejército.
El número de detenidos llega a 18, entre ellos un ex integrante de las brigadas contra el fuego que no fue contratado este año
Viernes 11 de agosto: Los incendios aumentan en número. Ahora son 143 y amenazan núcleos urbanos como Ourense y Santiago de Compostela mientras crece la cifra de detenidos hasta sumar 22.
Hay siete mil personas empleadas en las labores de extinción. No forman parte de este balance los lugareños que sin dudarlo y en forma conjunta están en las primeras líneas de defensa.
Sábado 12 de agosto: Cuarta víctima mortal, un hombre de 70 años que no pudo escapar del fuego en A Cañiza, Pontevedra. Continúan activos 71 fuegos y los detenidos, acusados de provocarlos, ya son 25.
Se anuncia la incorporación de 400 paracaidistas, soldados y oficiales de infantería para vigilar los incendios, contra los que ya luchan 15.000 profesionales y voluntarios.
Domingo 13 de agosto: Galicia registra 150 incendios, 44 de ellos activos, mientras el número de detenidos se eleva a 27 -dos brigadistas-. A siete de los detenidos se les decretó prisión y 4 ingresaron en psiquiátricos.
Lunes 14 de agosto: Comienza a descender el número de incendios. Por primera los focos activos bajan a 44, ninguno en nivel de alerta máxima. Las autoridades anuncian que la situación parece estar controlada. Un bombero que trabajaba en la extinción de un incendio en Oia es internado en la Unidad de Cuidados Intensivos con quemaduras de segundo grado en el 45 por ciento de su cuerpo.
Martes 15 de agosto: Hay una treintena de detenidos, doce han ingresado en prisión. La buena noticia es que se anuncia lluvia para las próximas horas y quedan muy pocos fuegos activos.
Miércoles 16 de agosto: Comenzó el balance de las hectáreas quemadas, para la Xunta unas 70.000, para el Centro Europeo de Información Forestal, 86.232.
El anuncio de que los incendios han sido extinguidos ha dado un respiro muy corto. Ahora las administraciones se enfrentan a garantizar el suministro y calidad del agua y a tratar de minimizar los efectos del arrastre por la lluvia de los restos de los incendios, para tratar de que los daños en el marisqueo y la pesca sean mínimos.
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La recién iniciada evaluación de los daños es lenta y es dantesca. Las imágenes quedan en las retinas de quienes recorren las 80.000 hectáreas quemadas.
Una manada de caballos calcinados en la falda del monte Quintillán son apenas una muestra de la fauna silvestre y los animales domésticos que han muerto. Diez mil reses que conformaban los rebaños de ganado equino y bovino y pastaban en los montes gallegos en régimen extensivo han originado una situación de alerta máxima. Los cadáveres, los animales heridos y desabastecidos de alimentos requieren una rápida intervención para evitar que se conviertan en un problema para la salud pública.
Las respuestas deben ser rápidas, por eso, cuando aún siguen emergiendo columnas de humo de entre las cenizas mojadas por las gotas de lluvia, se pone en marcha un plan de emergencia para la atención a los animales, curación de los heridos y suministro de alimentos y agua de los que, aterrorizados vagan por sitios que ya no reconocen mientras se procede a la recogida de los que han muerto y en la Galicia que no se detiene por las lágrimas que sigue llorando, expertos y técnicos en regeneración están trabajando en estos momentos en un programa de implantación de pastos.
En las fotos vemos algunos caballos buscando alimento en un área devastada de Pigarzos. Junto a esta imagen donde los animales nos muestran que la vida continúa, la otra imagen, tomada en lo que fueron los bosques de Atalaya cercanos de Rianxo nos hace detenernos a pensar en que esa vida tiene conexiones que no llegamos a comprender totalmente. La cruz y las flores blancas en medio del paisaje calcinado no dudamos que tienen un mensaje.
Desde el aire, este inmenso mar negro en el que se distinguen pequeñas islas verdes, es el equivalente a la desolación.
Debe haber habido mucho pánico, muy miedo pues la línea que demarca la destrucción de la vida ha quedado en muchos sitios a escasos metros de viviendas o urbanizaciones.
En las fotos aéreas podemos ver una colina totalmente calcinada junto a la ría de Vigo y una vista general del municipio de Oia. Hay muchas más imágenes pero no resultan necesarias para darnos cuenta que Galicia demorará décadas en volver a ser lo que fue, siglos si esperamos la total regeneración de los árboles.
El daño al turismo ha sido incalculable. Los peregrinos que caminen hacia Santiago seguirán en más un camino totalmente distingo, muchos tramos serán tan solo páramos.
Los expertos han iniciado los cálculos de las pérdidas totales. Como media consideran que cada hectárea quemada supone 3.000 euros de pérdida, cifra que nos lleva a más de 525 millones de euros.
En esta media se han considerado los distintos tipos de terrenos. Una hectárea de una plantación de pinares de 50 años o un campo de frutales valen mucho más pero hay tambien superficies de monte bajo o campos de cultivo con un valor inferior.
La cifra de 3.000 euros la hectárea calcinada solamente tiene en cuenta el valor de lo quemado y no calcula las pérdidas en otros conceptos como serán la falta de ingresos por turismo, la bajada del precio de la madera (todo lo que se tale de lo quemado se venderá a precios ridículos posiblemente para hacer pasta de papel) y aún no han llegado a considerarse los daños que están pendientes en el aire.
Las últimas fotos satelitales muestran una gigantesca nube de humo que se introduce varios cientos de kilómetros en el océano Atlántico. Se calcula que en la atmósfera flotan en forma de humo y cenizas unas 500.000 toneladas de residuos (15 veces más que en la catástrofe del Prestige), que ya se están depositando en el mar y en las laderas de los montes.
La aguardada lluvia que se espera para enfriar el terreno y dar tranquilidad a todos, la arrastrará hacia las rías. Los efectos en las mejilloneras y en toda la industria pesquera pueden representar daños por una incalculable cuantía.
Las lágrimas gallegas siguen rodando mezcladas con la lluvia que se aguardó durante doce terribles días; son lágrimas de impotencia, de bronca pero también son de reafirmación.
Galicia debe ahora prepararse para realizar la mayor repoblación forestal de toda la historia de España.
Almería, en el sur del norte, 16 de agosto de 2006
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