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Estamos a tiempo
por Darío Acevedo Carmona - (Perfil) - Medellín/Colombia -
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Quisiera poder influir en la encrucijada del alma que vive el presidente Uribe con la idea de la segunda reelección. Mis opiniones a este respecto las he formulado y las hago con todo el derecho que me da el hecho de hacer parte de un proyecto político al que he dedicado muchas líneas de defensa y reflexión. Parto de la base de que el movimiento liderado por el presidente Uribe puede ser conducido por otros destacados dirigentes. Pienso que el país no se encuentra en estado de “hecatombe” que según el Presidente sería lo único que lo motivaría a aspirar un nuevo mandato. Considero que se debe dar credibilidad a lo que él ha repetido insistentemente en el sentido de que lo importante es que se reelijan sus políticas. El problema es que con la idea de promover su segunda reelección se están forzando hasta el límite los hilos que dan sentido a nuestra democracia. A reventar los aspectos de forma y de fondo de un sistema en el que nos hemos sostenido por muchas décadas a pesar de los incrédulos y de quienes se burlan de el.
No comparto los argumentos del liberalismo y del Polo que pusieron todo el énfasis en confundir referendo con reelección y se dedicaron a criminalizar una iniciativa que tiene base legal en la constitución del 91. Tampoco veo coherencia democrática en el Polo pues mientras aplauden las reformas que en el vecindario socialista le extienden el mandato a gobernantes, esos sí autoritarios, aquí se rasgan las vestiduras porque se ventila por canales regulares un proyecto de reelección de iniciativa ciudadana. Pero, veo que en el afán de sacar adelante el referendo el país está llegando a un alto y peligroso nivel de crispación. Forzar una nueva reelección del presidente Uribe, así tenga la venia de la Constitucional, dejará en la lona muchas cosas preciadas de nuestras instituciones y costumbres políticas. No hemos sido un país de caudillos, no hemos sido reeleccionistas y menos por segunda instancia, se ha respetado el espíritu de renovación, ha habido alternación política. Pero, además, hay otros problemas de tiempo y de oportunidad que juegan fatalmente en contra de la reelección: la definición se producirá sobre la marcha de procesos electorales al Congreso y no conviene juntar eventos tan dispares, tampoco es recomendable mantener en ascuas al país hasta que se aclare todo cuando estén muy avanzadas las campañas para Congreso y presidencia. El proyecto de la Seguridad Democrática la confianza inversionista y la cohesión social corre el riesgo de llegar con un candidato de última hora, débil y sin unidad de los partidos uribistas a la contienda presidencial dado el caso de que la Constitucional declare inexequible la ley de referendo.
Habría que asumir, tomando lección de las experiencias históricas, que el movimiento debe evitar convertirse en un aparato al servicio de un caudillo. Ni Uribe ni Gaitán ni Galán, a sus muertes, tuvieron quien diera continuidad a sus movimientos y proyectos, precisamente por haberlos conducido desde una óptica personalista. Uribe tiene la oportunidad, sin retirarse de la política, de fungir como el gran mentor y conductor legítimo y aclamado de un movimiento y de un proyecto que se ha ganado la querencia de la inmensa mayoría de colombianos. Él puede dejar el espacio a otros que han demostrado liderazgo, experiencia, capacidad y conocimiento y evitar que tome fuerza la perniciosa idea de que es imprescindible.
Soy consciente de que desde el punto de vista de las nuevas teorías del derecho constitucional y desde las nuevas tendencias que hablan a favor de involucrar a la población en la deliberación sobre los grandes y pequeños problemas de la nación y del gobierno, tiene cabida que una iniciativa con amplio respaldo popular, como seguramente lo tendría el referendo, podría inspirar a los magistrados a votar positivamente. Y que, si se realiza la votación, las mayorías votarán favorablemente. Pero, aún así, creo que el presidente Uribe y los que nos consideramos uribistas, debemos hacerle caso al consejo del Consejero Echeverri Correa. Con seguridad no ocurrirá ninguna derrota ni ninguna catástrofe. Hay tiempo para ponernos de acuerdo en mecanismos de consulta para forjar una candidatura de unión.
En asuntos constitucionales es mejor la prudencia que la osadía. ¿Qué tal que tras la figura de las dos reelecciones se nos enquistara más adelante un líder populista y estatizante como Chávez? Por eso es mejor no someter el presidente Uribe al desgate de un tercer mandato, aunque le sobre energía y capacidad. La democracia como procedimiento tiene fibras muy sensibles que pueden salir dañadas. No es miedo, no es flojera, ni es desconocimiento de la voluntad popular, es una reflexión amistosa que sale de una pluma y de una voz que no ha vacilado un solo instante en apoyar el proyecto del presidente Uribe, al precio incluso de mi propia seguridad. Se trata de pensar que por el hecho de ser mayoría no se puede aprobar cualquier política, aunque tuviese legitimidad, como es el caso del referendo de la cadena perpetua que de ser aprobada representaría un total desajuste en la jerarquías del código penal. Hay tradiciones y sensibilidades, que aunque no estén expresadas en las leyes, merecen nuestro acatamiento.
© Darío Acevedo Carmona para Informe Uruguay
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