Honduras: el rugido del ratón
por Héctor Naupari
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La tragedia de Honduras parece no tener fin. Al error de Insulza y los gobiernos latinoamericanos, que siguen prohijando el protagonismo de Zelaya – y con él, a la revolución bolivariana, la que no desean en sus países pero legitiman con sus desaciertos – se suma un precedente equivocado y peligroso, instaurado por ambos: que nuestros gobiernos privilegien el resultado electoral subestimando la importancia del Estado de Derecho. Veamos por qué.
Todas las constituciones de América Latina establecen, con sus matices, vacancias a los primeros mandatarios o recortes a los períodos presidenciales cuando se atenta contra sus disposiciones. Para ello, se dispone un procedimiento previamente establecido, que involucra a los tres poderes del Estado, y que puede concluir con la continuación o recorte del mandato del Presidente. Además, esas mismas constituciones reconocen el derecho de los pueblos de nuestra región a la insurgencia, cuando un gobierno democráticamente electo viola la constitución que ha jurado defender, y atenta contra las instituciones, las leyes o los derechos de sus conciudadanos, a quienes debe servir.
Sin embargo, la nueva doctrina Insulza, aceptada sin atisbo de pudor por la mayor parte de nuestros líderes, sostiene que esos procesos constitucionales de recorte del mandato o vacancia presidencial no tienen ningún valor, como tampoco el derecho a la insurgencia, y que los gobernantes pueden seguir en el poder, sin importar que violenten los derechos fundamentales, o que quiebren sus constituciones, encontrándose legitimados para cometer esos delitos por el solo hecho de ser elegidos. Y continuar haciendo daño, si se reeligen indefinidamente.
Esta peregrina tesis añade, a sus inocultables taras, la de su arbitrariedad: sólo se aplica cuando el líder depuesto obedece los dictados del chavismo. Para muestra, un botón: ¿Qué hace Insulza ante el flagrante despojo a Antonio Ledezma de la Alcaldía Mayor de Caracas? Este abuso simultáneo contra la elección popular y el Estado de Derecho no merece la atención del secretario general, como tampoco la carta democrática, que debe encontrarse, olvidada y desamparada, en algún oscuro rincón de su escritorio.
La lección que nos ofrece este patético espectáculo es que la cobardía nunca nos va a otorgar dignidad. No olvidemos que no sólo es cobarde quien no se atreve; también, quien se ensaña con los más débiles. Y como Honduras es así, los países que se dicen sus hermanos le imponen sanciones cobardes, las mismas que no le asignan a sátrapas como Castro y Chávez, por peores felonías. Por esto, brilla como el sol el coraje de la pequeña Honduras, casi un ratón, pero que ha rugido como un león al momento de defender su Estado de Derecho y su soberanía contra el intruso socialista.
Como en otras ocasiones, los latinoamericanos de a pie apoyamos al país víctima, en tanto que sus gobiernos se han puesto del lado de sus agresores. Esperemos que sea la sensatez y no el cálculo político lo que prime en las horas difíciles que viven nuestros hermanos hondureños. Entretanto, oramos y estamos con ustedes.
Fuente: Fundación Atlas 1853
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