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Año V Nro. 356 - Uruguay, 18 de setiembre del 2009
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CAMBRIDGE – Hablar de "estrategias de escape" será uno de los principales temas de la agenda cuando los líderes de los países del G-20 se reúnan en Pittsburgh dentro de unos días. Prometerán revertir la explosiva expansión monetaria y fiscal de los dos últimos años, hacerlo ni demasiado pronto ni demasiado tarde, y de una manera coordinada. Estas son las cosas que hay que prometer. ¿Pero qué implicarán esas promesas? Consideremos primero el objetivo de revertir la expansión monetaria, lo cual es necesario para evitar un alza de la inflación cuando la demanda agregada comience a remontar. Pero también es importante no hacerlo demasiado pronto, ya que podría ahogar la naciente, y muy frágil, recuperación actual. Sin embargo, las promesas formuladas por los jefes de gobierno significan poco, dado que los bancos centrales son explícitamente independientes del control del gobierno en todos los países importantes. Ben Bernanke de la Reserva Federal de Estados Unidos, Mervyn King del Banco de Inglaterra y Jean-Claude Trichet del Banco Central Europeo decidirán cuándo y cómo revertir sus políticas monetarias expansionarias. Bernanke no acata órdenes del presidente de Estados Unidos, ni King del primer ministro británico (y ni siquiera está claro quién se atrevería a decirle a Trichet qué hacer). De modo que las promesas políticas que se hagan en Pittsburgh sobre política monetaria en realidad son simples manifestaciones de confianza de los gobiernos de que las respectivas autoridades monetarias de sus países actuarán como corresponde. Eso implicará un desafío particular para Bernanke. Si bien la Reserva Federal es técnicamente independiente y no responde al presidente, es una creación del Congreso de Estados Unidos y sí responde ante él. Debido a los efectos rezagados de la política monetaria y la necesidad de controlar las expectativas, un pronto ajuste por parte de la Fed sería apropiado. Pero la tasa de desempleo podría superar el 9% -y posiblemente incluso más del 10%- cuando empiece a actuar. Si fuera así, ¿realmente podemos esperar que el Congreso no ponga objeciones? De hecho, el Congreso podría decirle a la Fed que debe esperar hasta que haya señales claras de inflación y una tasa de desempleo mucho más baja. Como el Congreso determina los poderes regulatorios de la Fed y aprueba los nombramientos de sus siete gobernadores, Bernanke tendrá que escucharlo atentamente -aumentando así el riesgo de un ajuste demorado y de una creciente inflación. Revertir la subida vertiginosa de los déficits fiscales también es crítico para la salud de la economía global. Mientras que los paquetes de estímulo fiscal implementados en los dos últimos años han ayudado a lograr el actual incremento de la actividad económica, el camino a futuros déficits puede provocarle un daño sustancial al crecimiento a largo plazo. En Estados Unidos, la Oficina de Presupuesto del Congreso ha estimado que las políticas propuestas por el presidente Barack Obama harían que el déficit fiscal del gobierno federal excediera el 5% del PBI en 2019, incluso después de una década de continuo crecimiento económico. Y los déficits acumulados durante esa década harían que la deuda nacional se duplicara, ascendiendo a más del 80% del PBI. Estos grandes déficits fiscales implicarían que el gobierno tendría que pedir prestados fondos que, de otra manera, estarían disponibles para que las empresas privadas financiaran la inversión en plantas y equipos que mejorasen la productividad. Sin esa inversión, el crecimiento económico será más lento y el nivel de vida más bajo de lo que podrían ser. Es más, los déficits implicarían tasas de interés más altas y continuos desequilibrios internacionales. A diferencia de la política monetaria, el presidente norteamericano sí tiene un impacto poderoso y directo en los futuros déficits fiscales. Si la promesa presidencial de reducir el déficit fiscal implicara realmente el compromiso de reducir el gasto y aumentar los impuestos, tal vez veríamos cómo se revierte la peligrosa trayectoria del déficit de hoy. Desafortunadamente, Obama no muestra ningún interés real en reducir los déficits. La pieza central de su agenda doméstica es un plan de salud que costará más de un billón de dólares en la próxima década, y que propone financiar reduciendo el derroche en los programas de salud existentes del gobierno (Medicare y Medicaid) sin recortar la cantidad y la calidad de los servicios. Una segunda propuesta política importante es un sistema de topes y comercialización destinado a reducir las emisiones de carbono. Pero, en lugar de aumentar los ingresos subastando los permisos de emisiones, Obama acordó distribuirlos sin cargo a industrias favorecidas para atraer suficientes votos en el Congreso. Sumémosle a esto la promesa de no aumentarle los impuestos a nadie que gane menos de 250.000 dólares y tendremos una receta para grandes déficits fiscales durante todo el tiempo que este presidente esté en el poder. Espero que los otros líderes del G-20 hagan un mejor trabajo a la hora de poner riendas a sus presupuestos. Finalmente, está la promesa del G-20 de reducir los excesos monetarios y fiscales de una manera coordinada internacionalmente. Si bien no se ha explicado el significado de "coordinada", supuestamente implica que las estrategias de escape nacionales no deberían derivar en cambios importantes en los tipos de cambio que afectarían los patrones de comercio existentes. Sin embargo, los tipos de cambio, en verdad, cambiarán -y deberán hacerlo para achicar los desequilibrios comerciales existentes-. El dólar, en particular, probablemente siga cayendo presionado por el comercio si los inversores en todo el mundo siguen ignorando la aversión al riesgo extremo que causó el alza después de 2007. Una vez que los chinos empiecen a confiar en su tasa de crecimiento doméstica, podrán permitir que el valor real del renminbi aumente. Otros tipos de cambio responderán a estas alteraciones. En resumen, sería un error que los inversores o los ciudadanos comunes de todo el mundo tuvieran demasiada fe en las promesas del G-20 de poner rienda a las políticas monetarias y fiscales, y mucho menos que lo hagan de una manera coordinada.
Copyright: Project Syndicate, 2009.
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