|
|
|||||||
|
Año V Nro. 356 - Uruguay, 18 de setiembre del 2009
|
|
Llama poderosamente la atención la presunta variación que habría padecido, en apenas dos meses (fin de junio a fin de agosto) la opinión pública nacional en relación a la intención de voto para los próximos comicios, según las célebres encuestas. Entre la primera “medida”, que fue oficial, que no fue encuesta, y que cubrió la mitad del cuerpo electoral, y las actuales, que son propiamente encuestas, practicadas por empresas privadas y que cubren “universos” de mil o dos mil personas, existe una abismal diferencia: del 46 a 41 que marcaba a favor del P. Nacional, se ha pasado al 45 a 35 a favor del F.A. ¿A qué podría atribuirse semejante bandazo? ¿Puede creerse que los adictos al F.A. se hubiesen desinteresado de las elecciones internas y recién ahora empiezan a manifestar su preferencia? Evidentemente NO: ya se sabe que los frentistas son más militantes y activos que nadie, y por otra parte, la pugna interna del F.A. entre Mujica y Astori era tan o más reñida y pasional que la que libraban Lacalle y Larrañaga. ¿Puede creerse que la propaganda realizada desde entonces por el F.A. haya sido tan brillante y límpida que ha convencido y subyugado a medio mundo? Claramente NO: la propaganda ha sido, en el mejor de los casos, meramente convencional, y en el peor, de una agresividad y ordinariez que sólo puede satisfacer a quien ya sea fanáticamente adepto. ¿Puede inferirse que las propuestas programáticas del candidato a la Presidencia o de los más notorios dirigentes populistas han sido tan convincentes y novedosas que han cambiado la manera de pensar de tanta gente? Seguramente NO: las propuestas frentistas siguen siendo tan demagógicas, tan voluntaristas, y plantean un futuro tan imprevisible, como siempre, y carecen del poder racional de convencer a los indecisos y a los titulares de sus votos “prestados”. ¿Puede incidir tanto lo que se ha señalado como “errores” de las expresiones de Lacalle? Por supuesto que NO: esos presuntos “errores” sólo pueden tener valor de convicción adversa para quienes ya estuvieran claramente predispuestos contra el candidato blanco, pues para quien los examine con ecuanimidad no sólo no son necesariamente errores, sino que incluso pueden perfectamente compartirse. ¿Puede influir tanto la cantidad de propaganda que se ha volcado en Montevideo al punto de cubrir hasta el último centímetro de cada espacio posible, y que acapara el 70 % de los espacios de TV? Si así fuera, si el electorado se dejara arrastrar tan solo por la cantidad y la apariencia de la propaganda de cualquier partido, sería el momento de decir: “¡apaga y vámonos!” más allá de que hay que reconocer que en estos dos meses la propaganda del P. Nacional ha sido extremadamente flaca, sorprendentemente floja, y no se sabe qué están esperando para lanzarla. ¿Entonces? ¿Puede influir de tal manera la descarada y desenfadada propaganda oficial lanzada en contra de todas las disposiciones legales y de todos los principios morales en defensa de su partido y a expensas del dinero de todos los ciudadanos? Es costoso aceptarlo, puesto que la gente no puede ser tan distraída, por decir algo suave. Entonces, lo que uno puede pensar es que las encuestas están siendo realizadas con escaso apego a las normas técnicas y científicas de la materia (jamás supondríamos que exista una deliberada intención o una jugada deshonesta), o que el escaso número de personas interrogadas no permite una valoración más o menos correcta de la situación, muy por encima del porcentaje de error posible que siempre se tiene en cuenta. Sobre todo porque varios de los escándalos estallados precisamente en este período, y que hablan muy mal de la famosa “transparencia” de la gestión frentista en el Gobierno y de la actitud que era de esperarse de unos ministros en su defensa, sólo pueden jugar en contra, y nunca a favor, como es obvio. De todos modos, sigue en pie la total seguridad de que en el ballotage de noviembre la mayoría popular pondrá freno a la voracidad frentista y forzará la creación de un nuevo panorama político mucho más pluralista y democrático, aunque no menos complicado, que el actual.© Oscar Almada para Informe Uruguay
|