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Año V Nro. 356 - Uruguay, 18 de setiembre del 2009   
 
 
 
Fernando Pintos

Ese Judas… ¡Sí que no cambia!
por Fernando Pintos

 
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          Estaba Jesús en el Cielo, reunido con todos sus apóstoles, y el grupo se esforzaba por analizar, con sumo detalle, la que para ellos era enigmática problemática de la droga en el mundo y de qué maneras la misma destruía a una cantidad enorme de personas y familias. Pero se encontraron con un problema básico: como ninguno de ellos había probado jamás algún tipo de droga, no tenían muy claro qué cosa era aquello, ni los dañinos efectos que producía. En vista de tamaño impedimento, Jesús decidió mandar a todos sus discípulos a distintas partes del mundo, para que consiguieran muestras de las diferentes drogas que consumía la Humanidad. El propósito era tener sobre la mesa todos los estupefacientes y alucinógenos conocidos, para analizarlos y, a partir de ahí, encontrar soluciones.

          Jesús se pasó los cinco días siguientes esperando a que volvieran los apóstoles, hasta que por primera vez tocaron la puerta: «¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!»… «¿Quién es?», preguntó Jesús, y una voz le contestó: «Soy tu discípulo Juan». Jesús abrió la puerta y le dijo:
«Vamos a ver, Juan: ¿Qué es lo que me trajiste?». «Te traje cocaína de Colombia, Maestro»… «¡Bien! ¡Bien! ¡Pasa y déjala ahí»… Al rato, ¡otro «¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!»!… Y ahora era Pedro. Jesús le abrió la puerta y le preguntó qué había traído. Pedro le contestó que traía marihuana de Jamaica. Jesús asintió complacido y le pidió que pasara y dejara la droga encima de la mesa. Pocos minutos después, el «¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!», nuevamente. Esta vez era Mateo, y llegaba con un paquete de crack, que había conseguido en la cosmopolita ciudad de Nueva York. Y Jesús le ordenó lo mismo que a los anteriores. De aquella manera, fueron llegando los discípulos, sucesivamente. Y traían de todo un poco: LSD, heroína, morfina, anfetaminas, ajenjo, hachís, pasta base, pegamento para zapatos…

          ¡Había llegado el momento en que tan sólo faltaba uno de los discípulos! ¡La cantidad de droga, de todos los tipos imaginables, que habían reunido encima de aquella mesa celestial! Transcurrieron apenas unos minutos de nerviosa espera, y volvió a resonar el ya conocido «¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!» en la puerta. Jesús preguntó, en voz alta: «¿Quién toca a mi puerta?»…  Y le contestaron: «¡Ábreme, Maestro! ¡Soy yo, Judas Iscariote!»… Jesús abrió la puerta de par en par, y preguntó con expresión complacida: «Vamos a ver… ¿Qué es lo que tú me has traído, Judas?»… Se oyó entonces un tremendo estruendo, la puerta voló hecha pedazos y un montón de tipos truculentos, ataviados con chalecos y armados hasta los dientes, ingresó en confusa tromba… En medio de todo aquel ruido, se escuchó todavía la voz de Judas, gritando a todo pulmón: «¡Les traje a la DEA, convención de malvivientes! ¡A ver, muchachos! ¡Cuidado con ése, el de la barba, que es el cerebro de la banda! ¡No lo dejen escapar!»…

© Fernando Pintos para Informe Uruguay

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