Uruguay más cerca de Estados Unidos
El rumor sobre un supuesto desaire de Tabaré Vázquez caldeó el clima de tensión que rodeó el encuentro de 34 presidentes del continente.
Por alguna razón, no exenta de cierta realidad, algunos medios radiales argentinos anunciaron el viernes 4 una intempestiva retirada del presidente uruguayo de Mar del Plata, cuando recién empezaba la IV Cumbre de las Américas, que finalizaría de forma más o menos borrascosa. La especie resultó falsa, pero se apoyaba en el desagrado del titular de la Casa Rosada, Néstor Kirchner, por la iniciativa uruguaya de aprovechar la cumbre para firmar un tratado bilateral de inversiones entre Uruguay y Estados Unidos, tratado que aún requiere ratificación parlamentaria.
El rumor sobre un supuesto desaire de Tabaré Vázquez caldeó el clima de tensión que rodeó el encuentro de 34 presidentes del continente. Vázquez permaneció en Mar del Plata después de que su canciller, Reinaldo Gargano, firmara el polémico documento que, a pesar de ciertas modificaciones secundarias admitidas por Estados Unidos, es resistido incluso por algunos socios de la coalición que gobierna Uruguay.
No obstante los ceños fruncidos, Vázquez cumplió cabalmente su papel de vocero del Mercosur, en su calidad de presidente pro témpore, que le impuso la tarea de anunciar el rechazo del organismo regional al proyecto del ALCA.
Pero el presidente uruguayo, a la vez que evitó cualquier afirmación subida de tono, emitió sus propias señales y mantuvo un sólo encuentro presidencial: una entrevista con George Bush, lo que resultó de alguna manera un contrapeso a los discursos de barricada de Kirchner y a las consignas del presidente venezolano Hugo Chávez, quien se apresuró a anunciar el entierro del ALCA.
En Montevideo se interpreta que Vázquez supo sortear una situación delicada. Si para Martín Fierro, el arquetipo del gaucho sudamericano, que los hermanos sean unidos/ ésa es la ley primera, la familia del Mercosur llegó a Mar del Plata en medio de crisis superpuestas: Argentina y Brasil, manteniendo reproches cruzados por el intercambio comercial extrazona; Brasil y Uruguay criticando a Paraguay por sus acuerdos militares con Estados Unidos; Argentina sosteniendo un ríspido entredicho con Uruguay por la instalación de dos plantas de celulosa que podrían provocar desastres ecológicos en un río limítrofe; y Brasil, cuestionando a Uruguay por la firma del tratado de inversiones, que supuestamente pone en peligro el tratamiento de nación más favorecida, que rige para los socios del Mercosur.
Para la Cancillería uruguaya, el bajo perfil de Tabaré Vázquez fue un buen negocio. Uruguay se abstuvo de intervenir en las polémicas que enfrentaron a Kirchner con Vicente Fox y a Hugo Chávez con George Bush. Un perfil similar adoptó Lula da Silva, quien no se privó de recibir a Bush en Brasilia, 24 horas después de clausurada la Cumbre, y de emitir una declaración que compromete a impulsar el ALCA.
En la Cancillería uruguaya, además, no se hacen demasiados esfuerzos por ocultar el respiro que significará abandonar la presidencia pro témpore del MERCOSUR, en el mismo momento en que Venezuela se integre como miembro pleno. Para Uruguay seguirá siendo redituable un bajo perfil que le permita sortear las previsibles confrontaciones de Venezuela con Estados Unidos, que tendrán ahora al MERCOSUR como plataforma, y las presiones que Chávez ejercerá para definiciones más profundas en materia de integración regional. Es que Uruguay deberá mantener un delicado equilibrio si pretende beneficiarse de la política petrolera de Venezuela, y a la vez, navegar con timón propio.
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