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Profecías Lic. Luis Anastasía Analista ambiental de proyectos
industriales y de infraestructura |
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“La razón de la sinrazón que a mi razón se hace...”
Feliciano da Silva, citado por Miguel de Cervantes
Pasado y Presente
El presente es una línea sutil que separa el pasado del futuro. El pasado es algo que ya vivimos, que nos sirve para acumular experiencia y conocimiento. El futuro, sin embargo, es algo que nos tocará vivir y nos produce incertidumbre. Se presenta como una serie de alternativas cuyo devenir dependerá de cada decisión que tomemos y que, a su vez, nos abrirá otro abanico de posibilidades. Desde el principio de los tiempos esta incertidumbre se ha traducido en temor por el futuro, por lo que vendrá, por lo que pasará. Así se desarrollaron múltiples mecanismos para interpretar lo que los hados nos preparaban, llevados adelante por los brujos y sacerdotes cuyos augurios influían en las decisiones a tomar por el clan, la tribu o el jefe. En esta situación los que estaban mejor situados eran sin dudas los sacerdotes o los encargados de adivinar el futuro. Si las profecías se cumplían como lo habían previsto se afirmaban en su situación de poder. En caso contrario, siempre estaban a tiempo de decir que el jefe no era bien visto por los dioses o se equivocó en algo. Ellos quedaban libres de culpa y seguían en su posición de influencia.
Una anécdota muy divertida la protagonizó el Emperador Julio César. Además de atender todos los asuntos del estado, mientras estaba en Roma, era atosigado con continuos mensajes de los sacerdotes de distintos templos. Cada uno buscaba su cuota de poder e influencia haciéndole llegar el resultado de sus interpretaciones del vuelo de las palomas y de los milanos, de las vísceras de los animales sacrificados, de las cenizas, de las llamas y del comportamiento de los gallos mientras comían. Llegó un momento que estaba tan harto que promulgó un edicto para que le llegaran sólo aquellas profecías relacionadas con la seguridad del imperio. En una situación que tenía que tomar una decisión importante no tuvo otra opción que atenerse a lo que profetizaran los sacerdotes cuando vieran comer a los gallos. Lo que hizo fue ir de madrugada a alimentarlos. En la mañana siguiente las aves se comportaron como lo previó, los sacerdotes interpretaron los signos favorablemente y además obtuvo el apoyo del Senado.
Siempre es posible aprender de la historia, que presenta muchos casos como éstos. Sin embargo parece que la historia se repite de forma continuada porque no somos capaces de asimilar la experiencia que nos aporta. Ustedes pensarán que es una exageración lo que comentamos respecto de las profecías, que es algo del pasado. Algo que se arrastró desde los albores de la civilización pero que llegó hasta, digamos, la edad media. Es lamentable pero no es así y la historia reciente lo demuestra.
En forma continuada aparecen nuevas profecías que abarcan un amplio rango, desde el fin del mundo hasta que las computadoras iban a dejar de funcionar, que a esta altura es equivalente a acabarse el mundo. Gigantescos terremotos por la alineación de determinados planetas y meteoritos que van a caer en la tierra también nos van a destruir o enormes tormentas solares que van a interrumpir las comunicaciones entran en el menú. La imaginación puede ser muy fecunda.
En los últimos tiempos, sin embargo, comprobamos que la imaginación se ha reducido volviéndose monótona. El efecto que causará determinadas acciones que supuestamente afectan al medio ambiente es enfermarse de cáncer, siempre aparece esta consecuencia. Cuando aparece relacionado con actividades cotidianas que nos hacen la vida más confortable esta profecía tiene poco éxito, como por ejemplo el uso de los celulares y del horno de microondas. Simplemente pensamos en ellas e igualmente cada vez más personas los usan.
Lo curioso es que hay muchas formas de muerte y el cáncer no es precisamente la primera. Por el contrario, proporcionalmente cada vez mueren menos personas en el mundo por esta enfermedad. Y además, aún cuando una persona viviera aislada de la civilización, sin estar influenciada por ningún elemento asociado a la vida moderna, igualmente tiene la posibilidad de enfermar y morir de cáncer dependiendo de su propio organismo.
Supongo que se usa constantemente esta enfermedad como argumento porque tiene un efecto sicológico inmediato ya que arrastra el concepto asociado de enfermedad terminal. Aunque es innegable que en algunos casos sucede eso, sin ánimo de ser reiterativo, cada vez es menos la gente que muere de todos los tipos de cáncer. El único caso que no sucede así es el cáncer de pulmón que se ha incrementado.
Profecías que se Cumplirán
Como es más que obvio, las plantas de celulosa de Fray Bentos no se han visto libres de estas profecías. Lo curioso de estos modernos pitonisos que adivinan el futuro es que profetizan una serie de efectos en la salud en una amplia lista: infecciones respiratorias agudas, problemas de la vista, cefaleas, problemas neurosicológicos, asma, alergias y problemas de la piel. En este último caso habría que pedirles que fueran un poco más específicos porque las afecciones de la piel pueden ir desde el común acné juvenil, pasando por dermatitis varias, hongos, soriasis y hasta melanoma. Toda esta lista de enfermedades tienen potencial y hasta certeza que van suceder, estén o no estén las plantas de celulosa. Pero la estrategia es brillante, porque cuando estén funcionando las plantas cualquier enfermedad de la lista que se manifieste va a ser, sin duda alguna según ellos, consecuencia directa del efecto de las plantas. Serán profecías autocumplidas. Esto me recuerda la definición de loco de Umberto Eco: es aquel que tiene una idea fija y todo lo que encuentra le sirve para justificarla, sin tener en cuenta la necesidad de aportar pruebas. (1)
Por supuesto que el cáncer no podía dejar de estar presente en estas profecías. Pero aquí no podemos dejar de reconocer el mérito del exhaustivo análisis hecho por Leonidas Carrasco-Letelier, de la Facultad de Ciencias (Laboratorio de Ecotoxicología) de la Universidad de la República, en su artículo titulado Peligros y Riesgos Sanitarios de la Emisión de Dioxinas y Furanos Policlorados. Este trabajo es pilar fundamental en que se apoyan los ambientalistas para asegurar que las plantas van a producir cáncer y hasta da el número de casos en que va a ocurrir. Sería un muy buen artículo si no fuera que está equivocado desde el título hasta el punto final. No resulta oportuno aquí comentar los errores en el desarrollo matemático empleado para determinar el número de casos de cáncer que se producirán, porque eso ya está muy bien hecho en un artículo que se puede encontrar en http://re-polente.blogdiario.com/1141947240/el-mito-de-los-29-casos-de-cancer-al-ano-/
y que mucho recomendamos su lectura para quien esté interesado en profundizar en este tema. De todas maneras me voy a tomar la libertad de hacer un pequeño resumen de los aspectos más significativos. El autor de este artículo llega a la conclusión que la única manera que exista la posibilidad de tener la certeza de llegar al número de 29 casos de cáncer en el primer año es forzando mucho los datos e ignorando a propósito datos y conocimientos muy básicos y fundamentales. El dato que toma Carrasco-Letelier en su artículo debe ser considerado como la dosis diaria tomada durante toda la vida. Tomar una población de 80.000 habitantes y multiplicarla por los 365 días del año es un reverendo disparate, pero es la única forma de llegar a 29 millones y si tiene un caso de cáncer por millón, bingo, tenemos los 29 casos de cáncer en un año. Si se aplica el método correctamente el resultado es que la probabilidad de contraer cáncer es de 0,08 en el total de población y no por año, por lo que no va haber un solo caso de cáncer más que pueda ser relacionado con la presencia y operación de las plantas de celulosa.
Está equivocado desde el título porque las plantas de celulosa que operan con las mejores tecnologías disponibles, con tratamiento completo de emisiones liquidas y gaseosas, no producen dioxinas ni furanos policlorados, son mono y bi-clorados. La blibliografía en este tema es extensa pero basta con mencionar Evaluation of Ecological Risks Associated with the Use of Chlorine Dioxide for the Bleaching of Pulp – Scientific Progress since 1993 (Solomon et al), uno de cuyos autores pertenece al Centro de Toxicología de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá.
Y está equivocado hasta el punto final porque no hay casi ningún párrafo que no tenga un error. Hasta la bibliografía está equivocada porque no tiene nada que ver con las plantas de celulosa.
Pero para quien no tenga ganas ni tiempo para leer los trabajos citados más arriba vamos a mencionar algunos puntos del texto del L. Carrasco-Letelier y comentarlos.
Describe el caso de un accidente ocurrido en Bélgica en el año 1999 en que se detectó contaminación por dioxinas en la cadena alimentaria, cuando “por una contaminación accidental, de raciones de alimentación de animales,...”. Lo que no dice es que esta contaminación se produjo por guardar la ración en tanques que previamente habían tenido en su interior Bifenilos Policlorados, uno de cuyos usos más comunes es como aceite refrigerante en los transformadores eléctricos de potencia. Una vez más, nada que ver con las plantas de celulosa.
Podrá argumentar que este caso puede mostrar el efecto económico que puede tener en la producción de alimentos, cuando hay una alarma de este tipo. Sin embargo, la realidad es más fuerte. En Europa hay muchas plantas de celulosa y no hay registros de contaminación alimentaria por esta fuente ni siquiera por el mismo tipo de dioxinas. Y los europeos por cierto que siguen produciendo y comiendo sus propios productos.
Sin embargo no menciona ni por asomo el caso de Seveso en Italia, población sometida a los efectos de un accidente químico, expuestas a altas concentraciones de dioxinas, y que no registró ningún efecto permanente nocivo. Ni tampoco el caso de décadas de estudio de los trabajadores de la empresa Monsanto, que trabaja con bifenilos policlorados, y que en realidad arroja una cifra de afectados por cáncer menor que la población no expuesta. Curioso, ¿no? Parece que trabajar en esa empresa disminuye la probabilidad de contraer cáncer.
Por otro lado, hay que reconocer que acota el estudio y efecto a las dioxinas y furanos tetraclorados, que los define como las moléculas más tóxicas conocidas por el hombre. Sin embargo, el botulismo y el tétanos son más tóxicos, por un lado, y por otro hay moléculas de origen natural que se comportan en el interior de la célula de forma idéntica a estas dioxinas y furanos, aún cuando los vegetales que las poseen sean cultivados en condiciones totalmente orgánicas, sin ninguna vinculación o asociación con contaminación por ningún otro elemento.
Y de todas maneras, insistimos, reiteramos una vez más, no está comprobado fehacientemente que estas dioxinas y furanos policlorados (que no son producidos por las plantas de celulosas, por las dudas que no haya quedado claro) produzcan cáncer en los humanos. Siempre se habla de riesgo de cáncer, un riesgo que está extrapolado de conclusiones de ensayos de laboratorio en condiciones que realmente poco tienen que ver con la normalidad. Los animales usados en laboratorios están sometidos a dosis que hasta el azúcar les daría cáncer, y encima para extrapolar toman límites de seguridad que van de mil a un millón de veces. Cosa archiconocida.
A ver si nos entendemos, casos de cáncer van a seguir existiendo en Fray Bentos, lo mismo que en Chuy, el punto más alejado hacia el este de Fray Bentos en Uruguay que se me puede ocurrir en este momento, estén o no estén las plantas. Llegar a un pronóstico que define hasta el número de casos de cáncer para el primer y segundo año de funcionamiento de las plantas es, como mínimo, temerario e irresponsable.
(1) U. Eco aporta esta definición, junto con otras muy interesantes, en su libro El Péndulo de Foucault, de lectura muy recomendable.
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