Comienzan a renacer las tensiones en Sudamérica |
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Presurosamente, y haciendo uso de su mayoría parlamentaria, la Legislatura de nuestro país aprobó sin discusión el ingreso de la Venezuela Bolivariana de Hugo Chávez al Mercosur. Esta decisión progresista tenía por objeto obsequiar al mono bananero la aprobación uruguaya cuando éste viajara a nuestro país para participar de la reunión iberoamericana de naciones ocurrida meses atrás.
Sin embargo, la obsecuencia frentista fue despreciada por el dictador venezolano al no concurrir a dicha reunión aduciendo problemas de agenda, cuando todos sabemos que el esquinazo fue motivado por la decisión uruguaya de tratar el tema de las pasteras, asunto por el cual no estaba interesado el mandatario bananero ya que había logrado lo que tanto venía buscando: que el Mercosur aceptara a Venezuela en su seno.
Según palabras del ex Presidente, Don Luis Alberto Lacalle, “Lindo socio nos hemos conseguido..."
El siguiente artículo, del periodista argentino Miguel Angel Rouco, nos demuestra el grave error de los países del Mercobluff al aceptar presurosamente la membresía de Chávez, obnubilados por los petrodólares repartidos displicentemente por el mandatario bolivariano.
Por Miguel Angel Rouco - Agencia DYN.
BUENOS AIRES.- Una vez más y a pesar de su vocación por reconstruir el pasado, el presidente Kirchner se dio cuenta de que no es posible dar marcha atrás con el reloj. Es que la realidad se impone a la voluntad, por más poder que se detente. Algo de esto pasa por estas horas por los despachos de la Casa Rosada, en medio de la urgencia por despegarse rápidamente del efecto “kontaminante” de la nacionalización chavista.
Si se sigue a pie juntillas los dichos de la administración Kirchner “somos capitalistas” y “que los problemas de Venezuela los arregle Chávez”, vemos que Buenos Aires está en las antípodas de Caracas.
Ahora bien, ¿el ingreso de Venezuela al Mercosur fue una decisión acertada? ¿Cómo justificar y qué hacer en adelante con un socio en el Mercosur que toma una dirección aparentemente opuesta y al que va a resultar muy difícil convencer de que trace una política de convergencia macroeconómica con sus socios comerciales?
A todas luces, la decisión precipitada de adoptar al régimen chavista en la unión aduanera constituye otra grosería debido a la falta de política exterior de Buenos Aires. Un yerro compartido con Itamaraty que le va a traer más sinsabores a la región. Tal vez, obnubilado por los “petrodólares” y por ser la única ventanilla posible de financiación externa, Kirchner se dejó llevar a un territorio fangoso provocado por el dictador caribeño.
A estas alturas, con un panorama aún turbulento cabe preguntarse qué capital está dispuesto a invertir en una región en la que de buenas a primeras se nacionalizan patrimonios privados. ¿Cómo negociar desde el Mercosur con otros bloques comerciales? ¿Quién negociará en nombre del Mercosur?
Lo que no se percibe aún es cómo harán Kirchner y Da Silva para salir del pantano en el que los metió Chávez. Y no es la primera vez que caen en la trampa de Caracas. Ya ocurrió con el caso boliviano donde Buenos Aires reaccionó tardíamente. Y puede volver a pasar.
Mientras tanto, la alianza entre Chávez y Morales avanza a pasos acelerados. Ya no se trata simplemente de una cooperación en el campo energético sino también de asistencia financiera y, lo que es peor aún, en el terreno militar, con la instalación de bases venezolanas en territorio boliviano.
La fragilidad institucional en el Altiplano sumada a un proceso de nacionalización similar al venezolano ha generado problemas serios a las economías del Brasil y de la Argentina. El fortalecimiento del eje La Paz-Caracas, al que podría sumarse Quito si Correa cumple con sus promesas electorales de nacionalización de empresas, está llevando a un renacimiento de las tensiones en Sudamérica. Este eje y sus decisiones unilaterales están provocando un tembladeral en el Cono Sur y comienza a preocupar seriamente a la Casa Blanca y a La Moncloa. En Madrid, comienza a evaluarse como un error diplomático muy grosero la venta de material naval a Caracas y el apoyo a regañadientes brindado por el gobierno de Rodríguez Zapatero a Morales y a Chávez.
En Washington se siguen con atención los movimientos de Chávez en la región y se imputa a Madrid el controvertido y desmesurado apoyo a Caracas como la causa del desequilibrio regional y al que atribuyen que puede disparar conflictos que hoy están larvados. Más aquí, la próxima cumbre del Mercosur podría terminar en una fractura del bloque.
Con el nuevo perfil de Caracas, Brasilia ve amenazada su ambición de ser el líder regional y el garante de la seguridad en Sudamérica. Su ambición de ocupar un sillón permanente en el Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas se transforma en una quimera, lo que obligará seguramente a que Da Silva diseñe una nueva política exterior.
¿Qué sentido tiene pegarse a un gobierno que espanta inversiones y genera tensión regional?, razonan en Itamaraty.
La pasividad e impotencia de Buenos Aires son el fiel reflejo de la falta de política exterior de la administración regente. La falta de protagonismo, la ausencia de los principales foros de discusión, los desplantes protocolares y las constantes derrotas diplomáticas son las insignias de la geopolítica “K”.
La cada vez mayor dependencia financiera de Caracas, pone entre la espada y la pared a la administración “K”. En última instancia, Kirchner deberá optar entre Chávez o Da Silva. En Montevideo, ante la gravedad del conflicto por las pasteras y el movimiento de Chávez, crece con mayor fuerza la idea de ir adelante con un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos y si es preciso salir del Mercosur. En Asunción, ocurre algo similar. La falta de beneficios en la unión aduanera está alejando al Paraguay del bloque regional y abrigando un acuerdo con Washington. En Santiago, el establishment chileno celebra el mantenerse fuera del Mercosur y ve que la inestabilidad en Bolivia puede exacerbar sentimientos nacionalistas y alentar el anhelo de lograr una salida al mar por cualquier medio.
Artículo publicado en La Gaceta de Tucumán
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