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En la misma piel
por Desire Dubra |
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Hace unos días, recibí la llamada de Francisca para decirme que se siente a salvo, que esta bien, con ella y con su entorno, y que pronto se encontrara con sus hijos.
Francisca es una valenciana que contacto conmigo a través de un foro uruguayo, en el que participo asiduamente, contando mi historia, desde que me fui de Uruguay, y poniendo mi dirección y teléfono, para ayudar cuando pueda a alguna mujer en situación de violencia.
Mis datos se los dió, una amiga y vecina suya uruguaya, que me leía pero que nunca me escribió. Ni se quien es. Solo sé, que muy duro sería lo que escuchaba a través de las paredes, como para que decidiera poner a Francisca en contacto conmigo.
Hablé con ella varias veces, el pánico la paralizaba, y no se sentía segura denunciando a su maltratador. Además habían dos hijos de por medio y un revolver en la casa que el hombre portaba porque era guardia de seguridad. Más de una vez tuvo ese revolver gatillado en su cabeza.
Ella no tenía dinero, porque él no la dejaba trabajar. Cuando él salía a trabajar, la dejaba encerrada con llave, por las noches, con rejas en las ventanas, era difícil poder pensar en escapar.
Por eso tuvimos que idear un plan. Le aconseje que fingiera una actitud pasiva y sumisa durante una semana, y que tratara de sacarle la llave de su casa, en algún descuido, dejando las otras en el llavero para que no lo notara. Como ella no salía ni para hacer mandados (mandaban a su hija, también aterrorizada, de 14 años) le pedí que le diera la llave a su hija y le mandara sacar una copia, y se la diera discretamente. El dinero para la copia se lo daría su vecina. Ellas se entendían casi solo con la mirada, porque el controlaba todo lo que hablaba con sus hijos. Una vez en su poder, colocó otra vez la llave en el llavero de él mientras se bañaba (momento en el que ella debía permanecer dentro del baño para secarlo y alcanzarle todo) y esperó que se fuera a trabajar.
Escuchó el pasar de la doble cerradura, dejando su fortaleza, una vez mas, blindada a sus espaldas.
Cuando se fue, me llamo porque no se atrevía a nada, estaba paralizada del pánico y no podía pensar. Le pregunté si estaba segura de que se quería separar y si se sentía dispuesta a viajar para alejarse. Me respondió que sí. Una duda en ese momento podía arruinarlo todo
Le dije que preparara las maletas con ropa suya y de sus hijos y le di una dirección de conocidos míos, en Alicante. Le dije que le pidiera dinero a su vecina uruguaya (eso ya lo había hablado una semana antes y la compatriota se lo había ofrecido) La vecina lo tenia pronto y separado, la llevo a la estación y la dejó allí.
Mientras tanto, yo hable con una asistente social de Alicante, que ya conocía la situación porque se la estuve contando vía MSN días antes, y ella se ocupó de los niños, y la acompañó a denunciar todo al día siguiente.
El hombre fue detenido inmediatamente y puesto en libertad con orden de alejamiento, hasta que se cursó la segunda denuncia por lesiones (no sé por que le hicieron dos denuncias por separado) y tuvo arrebatos de extrema violencia con la policía, y por fin quedó detenido.
A Francisca se le consiguió un trabajo, una vivienda que se la acaban de dar, y pudo recuperar a sus hijos que provisoriamente no los podía tener consigo, le aconseje que no se los dejara a ningún conocido ni familiar (por miedo a represalias)
Hay que haber estado en la misma piel, para entender por qué cuesta tanto dar ese paso, salir, atreverse a cambiar el rumbo de las cosas.
El proceso de curación no tiene un tiempo determinado, puesto que cada persona es distinta, y siente su drama de manera diferente, sus urgencias son diferentes y el tiempo de "cicatrización de heridas" también. Puede llevar meses, años... y a veces no se termina de sanar nunca.
Pero después de todo, vale la pena intentarlo, nada será peor que lo que se está viviendo en ese momento. Nada.
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