Candidatos y precandidatos
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por Joaquín Martín Posadas
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No sé cuál es el tiempo apropiado para entrar en el tema de las candidaturas. Tengo claro que no conviene apurarlo: no es bueno ni para el partido ni para las respectivas eventuales candidaturas. Pero tampoco se puede hacer de cuentas que no llegó lo que hace meses anda circulando. De todos modos, como soy contrario a los apuros, voy a tratar el tema sólo desde un punto de vista teórico.
Los analistas políticos y los periodistas tienden a levantar el tema de las candidaturas en una primera instancia bajo el escrutinio y la discusión de las condiciones personales de quienes se postulan. ¿Tiene o no tiene condiciones fulano de tal de quien se ha empezado a hablar como candidato? Otras veces es el propio aspirante quien razona de ese modo y, discretamente o de forma indirecta, busca hacer ver que él tiene las mejores condiciones personales y profesionales que el cargo demandaría. A eso, en general, el precandidato suele agregar otro elemento que antes no se destacaba pero ahora parece importante poner de manifiesto: las ganas. Si tiene y demuestra tener firmes y fervorosas ganas de enfrentar el desafío, eso es un punto más a su favor.
Pero la presentación de una candidatura, su lanzamiento efectivo a la arena política como pre-candidato firme, no puede quedar reducida a los elementos mencionados. Para una precandidatura eficaz y exitosa, apta para captar adhesiones y para conseguir votos, no basta con tener cualidades y con tener ganas y energía. Hay que agregar algunas cosas más.
La obligatoriedad del voto que rige en nuestro país confunde un poco las perspectivas. Se crea inconscientemente (o se corre el peligro de crear) el siguiente escenario: el ciudadano, obligado constitucionalmente a votar, alinea mentalmente frente a sí a todos los candidatos que se presentaron y elige para darle el voto a aquel que, a su juicio, reúne mejores cualidades personales o profesionales. Parece la forma más lógica de proceder, pero no lo es. En los hechos no funciona así, pero, además, no debería ser ese el modo mejor de elegir. Los mecanismos que se ponen en juego en una elección son otros y han de ser otros. Veamos.
El ciudadano tiene (o tendría) que guiarse por otros parámetros. Tendría que alinear mentalmente frente a sí a los candidatos y preguntarse respecto a cada uno de ellos ¿a qué me invita? ¿Qué me propone? ¿Qué quiere hacer? ¿Para realizar qué proyectos aspira a la Presidencia? Estas son las preguntas fundamentales; las respuestas del candidato a estas preguntas es lo que hará la diferencia entre uno y otro. Una candidatura es una invitación: importa saber cómo es el que invita pero mucho más se necesita saber a qué nos invita.
En el tiempo que está corriendo ya han surgido en nuestro Partido Nacional varios nombres de dirigentes que han dejado de manifiesto su propósito de llegar a ser tomados en cuenta, primero para la candidatura única del Partido, tal como lo disponen las normas vigentes, y luego para disputar la Presidencia de la República con los candidatos únicos de los otros partidos. Hay varios pre-candidatos.
No obstante estemos actualmente en un primer paso, que es casi doméstico e intrafamiliar, (y eso hace imposible pensar en concepciones muy distintas o en puntos de vista muy apartados) sería bueno que los aspirantes a candidato mostraran a qué están invitando. La eventual convocatoria no puede limitarse a decir: síganme porque yo tengo condiciones o soy quien mejor califica para darle al Partido la victoria. Tiene que ser: síganme para hacer tal o cual cosa en beneficio del país y del Partido.
Las propuestas se irán afinando y diferenciando más en etapas posteriores, cuando la competencia haya llegado a la etapa interpartidaria. Pero aún en esta etapa que podría llamarse germinal, quienes vayamos a apoyar a uno u otro de los pre-candidatos necesitamos saber a qué somos convocados. Y eso en términos más o menos concretos; no basta proclamar una mejor representatividad de los valores de los blancos o cosa por el estilo.
El eventual candidato (y el precandidato que aspire a serlo) deberá demostrar aún algo más. No sólo dónde quiere ir (proyectos, propuestas) sino dos elementos más. El primero es ¿acompañado por quiénes? ¿Cuál es su equipo, su entorno de lugartenientes, sus amigos políticos? El llanero solitario no resulta atractivo para estas lides. El que se rodea mal, tampoco. Este es un primer elemento adicional muy importante.
El segundo elemento es tener un discurso para afuera. Me explico. En la actual configuración política del Uruguay la mayoría de los ciudadanos anda por fuera de los partidos políticos: entra y sale. Las elecciones se ganan o se pierden según sea el lado hacia donde se vuelquen los de afuera. Así viene siendo y todo hace prever que así seguirá siendo. No es funcional en esta perspectiva un candidato que carezca de discurso (y de llegada) en el afuera partidario. En resumen, el candidato o aspirante a serlo, tendrá que mostrar quién es, a qué invita, con quienes va a realizar eso y a quienes se va a dirigir cuando pida el voto. Pero este tema de las pre-candidaturas da para más y lo hemos de continuar en el futuro.
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