Embarazo Adolescente

por Jorge Ciasullo

	Comentar Artículo Contactos Imprimir Artículo

            En el Uruguay, el embarazo adolescente creció el 3% en poco más de dos años y hoy alcanza al 26% de los partos en el Pereira Rosell. Uno de cada cuatro niños que nace en el referido hospital, es hijo de madre adolescente. De esas madres, siete de cada diez no querían tener al niño, ni buscaron quedar embarazadas. De ellas, 30% vuelven a ser madres antes de cumplir los 18 años (El Observador, 24.09.07).

            Ante esta situación —con tendencia a agravarse— cabe preguntarse cuál debe ser la estrategia y planificación que el gobierno debe desarrollar para disminuir esta problemática.

            La educación sexual, fundamentalmente la amplia y clara difusión de métodos anticonceptivos, parece ser la mejor política preventiva. Asimismo, el Reglamento de Enseñanza Secundaria contempla estas situaciones, otorgando amplias facilidades a las embarazadas —y luego madres— adolescentes. Sin embargo, los resultados indican que no es suficiente: la información existe, pero no existe la formación.

            Por otra parte, es evidente que el mayor porcentaje de embarazos adolescentes ocurre en los segmentos poblacionales más pobres y vulnerables de la sociedad. En esas familias —que en su mayoría viven en asentamientos— existe una confusión o desdibujo de los roles, o si existe es débil o mal definida. Ello afecta una adecuada trasmisión de valores. Padre ausente o desconocido, donde la primera prioridad en la familia es cubrir en el día las necesidades urgentes básicas e inmediatas (comer) y, en consecuencia, mal puede existir planificación alguna. Se planifica en el día a día, además de comer, cómo evitar que el joven vecino robe su vivienda en busca de dinero u objetos para obtener droga. A la vez, esa madre debe cuidar que sus hijos no caigan en el consumo de pasta base. Se vive en la violencia y con la violencia.

            Parecería que se está desarrollando, en forma alarmante y creciente, una subcultura, cada vez más marginal —madres adolescentes, hijas de madres adolescentes— que viven en asentamientos y cuentan con un bajo nivel educativo. Es ahí donde debe cortarse el círculo.

            Por otra parte, en esos segmentos sociales, la madre adolescente queda al margen del sistema escolar —80% de las que concurrían a centros educativos abandona sus estudios— perpetuando, así, el ciclo de pobreza.

            En consecuencia, parecería que debe enfocarse el problema de manera multisectorial: vivienda, salud, educación o reinserción escolar, bienestar social, seguridad, orientación laboral, entre otros muchos.

            Las estadísticas que comentamos sirven como muestra de una realidad, pero sobre esa base es que deben planificarse acciones concretas. De lo contrario, seguirán en aumento las madres adolescentes y la marginación. Y de ello, todos seremos responsables.