|
La Burbuja del Etanol o la seguridad del Biodiesel
|
por Alvaro Kröger |
|
|
En 1974, como Occidente sufría el embargo de petróleo impuesto por la organización de países exportadores de petróleo (OPEP), muchos congresos nacionales tomaron los primeros de muchos pasos legislativos para promover la fabricación de etanol hecho de maíz como combustible alternativo. El 18 de abril de 1977, en medio del montaje, el presidente Carter muy mediático llama a la autonomía energética; de suéter en sus plantaciones de maní, aparecía en la televisión para decir a los americanos que las demandas energéticas se balancean con los recursos domésticos disponibles y que el sacrificio que les pedía era el “equivalente de un esfuerzo de guerra.”
La sustitución gradual del plomo en los años 70 y los años 80 proporcionó un alza adicional a la industria de los primeros etanoles. (El plomo, una sustancia tóxica, es un reforzador del funcionamiento cuando está agregado a la nafta, y fue sustituido en parte por el etanol.). A pesar de todas las medidas, con cada año que pasaba Occidente llegó a ser más dependiente del petróleo importado, y el etanol se fue afianzando como una alternativa válida.
Ahora, gracias a una combinación de altos precios del petróleo y subsidios gubernamentales aún más abundantes, el etanol de maíz se ha convertido en una moda.
Había 110 refinerías de etanol en funcionamiento en USA a finales del 2006, según la asociación de fabricantes de combustibles renovables. Muchas eran ampliaciones de anteriores unidades y otras 73 estaban en construcción. Cuando estos proyectos se terminen, antes del fin del 2008, la capacidad de producción de etanol de los Estados Unidos alcanzará los 45.6 mil millones de litros estimados por año. La Casa Blanca invitó al país a producir 140 mil millones de litros de combustibles renovables para el año 2017, casi 5 veces más que el nivel asignado en el Acta de Energía del 2005.
El empuje del etanol y otros biocombustibles ha hecho una industria que depende de mil millones de dólares de subsidios del contribuyente, y no sólo en USA sino fundamentalmente en la UE. En el 2005, la producción global del etanol era de 38.64 mil millones de litros, de los cuales el Brasil produjo el 45.2% (de caña de azúcar) y los Estados Unidos 44.5% (de maíz). La producción global de biodiesel (la mayor parte de él en Europa), hecha de granos oleaginosos, era casi de 4 mil millones de litros.
El crecimiento de la industria ha significado que una parte más grande de la producción de maíz se está utilizando para alimentar los molinos enormes que producen etanol. Según algunas estimaciones, las plantas de etanol requerirán la combustión nuclear y consumirán la mitad de las fuentes domésticas de maíz de USA dentro de menos de una década. La demanda de etanol llevará los inventarios de máiz en el 2007 a sus niveles más bajos desde 1995 (un año de sequía), aun cuando en el 2006 se dio la tercer cosecha más grande de maíz que se tenga recuerdo. Iowa puede pronto pasar a ser un importador neto de maíz siendo éste estado junto a Illinois los reyes del choclo.
El volumen enorme de maíz requerido por la industria del etanol está enviando mensajes al sistema alimenticio del mundo.(Los Estados Unidos tienen el 40% de la producción total del maíz del mundo y mitad del excedente de todas las exportaciones del maíz.) En marzo del 2007, los precios futuros del maíz llegaron a U$S4.38 por bushel (medida para áridos equivalente a 4.625 lts., usada en la Bolsa de Granos de Chicago), el del más alto nivel en diez años. Los precios del trigo y del arroz también se han llegado a sus máximos de la década, porque así como esos granos se están utilizando cada vez más como sustitutos del maíz, los granjeros están plantando cada vez más tierras con maíz, trigo, girasol, maní, arroz y poco con otras cosechas.
Esto puede sonar como música celestial a los productores de maíz, pero no lo es para los consumidores, especialmente en los países en vías de desarrollo, pobres, que serán golpeados con un choque doble si los precios de los alimentos y los precios del petróleo permanecen altos. El Banco Mundial ha estimado que en el 2001, 2.7 mil millones personas en el mundo vivían con el equivalente de menos de U$S 2 por día; a éstas personas, incluso los aumentos marginales en el costo de los granos podían ser devastadores. Llenar el tanque con 100 litros de etanol puro de un SUV requiere 202.5 kg. de maíz, lo que contiene bastantes calorías para alimentar a una persona por un año.
Aplicando la presión en las fuentes globales de cosechas comestibles, la oleada en la producción de etanol traducirá a precios más elevados para alimentos procesados y no procesados alrededor del mundo. Los biocombustibles han atado los precios del petróleo y de los alimentos de forma que podrían trastornar las relaciones entre los productores de alimentos, los consumidores, y las naciones en los próximos años, con las implicaciones potencialmente devastadoras para la pobreza global y la seguridad de suministro de alimentos.
El petróleo y la economía de los biocombustibles
En todas las economías grandes, la industria del etanol artificial tiene subsidios gubernamentales, niveles mínimos de producción y exención de impuestos. Los altos precios del petróleo durante los últimos años han hecho el etanol naturalmente competitivo, pero los gobiernos continúan subvencionando pesadamente a productores de maíz y a productores de etanol. Los subsidios directos al maíz igualaron U$S 8.9 mil millones en el 2005. Aunque estos pagos bajarán en 2006 y 2007 debido a los altos precios del maíz, pueden pronto necesitarse por la panoplia de impuestos, pago de concesiones, y de préstamos gubernamentales incluidos en el Acta de Energía del 2005. En el caso de USA el gobierno federal ya concede a los mezcladores de etanol-naftas la exención de un impuesto que se traduce en un subsidio de U$S 0.1275 por litro de etanol que se mezcle y muchos estados pagan subsidios adicionales.
Se esperaba que el consumo de etanol, sólo en USA, alcanzara los 24 mil millones de litros en el 2006. (Se esperaba que el consumo de biodiesel fuera cerca de 1000 millones de litros.) En el 2005, el gobierno de los E.E.U.U. asignó el uso por mandato de 30 mil millones de litros de biocarburantes por año antes del 2012; a principios del 2007, 37 gobernadores propusieron el levantar de ese número a 48 mil millones de litros antes de 2010; y el pasado mes de enero, la Casa Blanca la llevó más lejos, a 140 mil millones de litros antes del 2017. Veinticuatro mil millones de litros de etanol se necesitan cada año para substituir el añadido del combustible conocido como MTBE (tetraetilo de plomo), que está siendo eliminado debido a sus efectos de contaminación sobre el agua subterránea.
La Comisión Europea está utilizando medidas y directrices legislativas de promoción de biodiesel, producido principalmente en Europa, hecho de rábanos y de semillas de girasol. En el 2005, la UE produjo 3560 millones de litros de biodiesel, el 80% del total producido en el mundo. La política agrícola comunal de la EU también promueve la producción del etanol de una combinación de remolachas y del trigo con subsidios directos e indirectos. Las aspiraciones de Bruselas es tener 5.75% de biocombustibles mezclados y consumidos en la UE antes de 2010 y 10% antes del 2020.
El Brasil, que produce actualmente aproximadamente la misma cantidad de etanol que los Estados Unidos, deriva casi todo de la caña de azúcar. Como los Estados Unidos, Brasil comenzó su búsqueda para energías alternativas a mediados de los años setenta. El gobierno ha ofrecido incentivos, estándares técnicos del sistema, e invertido en tecnologías y promoción de soporte del mercado. Ha asignado por mandato que todo el combustible diesel debe contener 2% de biodiesel antes del 2008 y 5% de biodiesel antes de 2013. También ha requerido que los motores automóvil puedan utilizar biocarburantes junto a carburantes fósiles y ha desarrollado vastas estrategias industriales y comerciales para promoverlas. Otros países también están desarrollando los biocarburantes, ya sea etanol o biodiesel. En Asia Sud-oriental, áreas extensas de bosque tropical están siendo despejadas para el cultivo de palmas aceitíferas destinadas a la producción de biodiesel (debemos destacar que éste tipo de palmas es el que de mejores rendimientos por hectárea cultivada luego de las algas).
Esta tendencia tiene ímpetu fuerte. A pesar de una declinación reciente, muchos expertos esperan que el precio del petróleo crudo siga siendo alto en el largo plazo. La demanda del petróleo continúa aumentando más rápidamente que las fuentes, y las nuevas son a menudo costosas explotar o están localizadas en áreas de conflictos políticos. Según las proyecciones últimas, el consumo de energía global se elevaría en un 71% entre 2003 y 2030, con gran demanda de los países en vías de desarrollo, notablemente China y la India, sobrepasando ellas dos a los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos antes del 2015. El resultado será una presión ascendente sostenida en los precios del petróleo, que permitirán que los productores de etanol y de biodiesel paguen mucho más el maíz y los granos oleaginosos que lo que fuera concebible hace algunos años. Los precios del petróleo más altos permitirán precios más altos a los biocombustibles mientras sean competitivos. Si el petróleo alcanza a los U$S80 por barril, los productores de etanol podrían pagar bien U$5 por bushel el maíz.
Con el precio de materias primas en ésos niveles, la necesidad de los biocombustibles pondría una tensión significativa en otras partes del sector agrícola. De hecho, ya en todos los mercados, el crecimiento de la industria de los biocombustibles ha producido aumentos no sólo en los precios del maíz, de las oleaginosas y de otros granos sino también en los precios de cosechas y productos aparentemente sin relación. El uso de la tierra usada para maíz de alimentación por el maíz para etanol está reduciendo el área cultivada dedicada a otras cosechas. Han forzado a los procesadores de alimentos que utilizan cosechas tales como guisantes y maíz dulce a pagar precios más elevados para mantener sus fuentes seguras, costos que serán pasados eventualmente a los consumidores. Los precios de la alimentación también están golpeando las industrias del ganado y de las aves de corral.
Los costos más altos de la alimentación han repercutido especialmente en los sectores de las aves de corral y de los cerdos. De continuar el alza se puede esperar que la producción declinará, y los precios para el pollo, el cerdo, la leche y los huevos aumentarán de forma muy significativa. Los productores de cerdos podrían salir del negocio en los años próximos mientras que los fuerzan a competir con las plantas del etanol por las fuentes de maíz.
Los fabricantes de etanol basado en el maíz discuten las áreas cultivadas y dicen que las producciones se pueden aumentar para satisfacer la demanda tanto para los alimentos como para el etanol. Pero las cosechas de maíz mundiales se han estado aumentando poco menos del 2% anual durante los últimos diez años, e incluso duplicar de esos aumentos no podrían resolver la demanda actual. Pues a más áreas cultivadas con maíz, deberán existir otras para diferentes cosechas o usar áreas ambientalmente frágiles, tales como las protegidas por los Ministerios de Agricultura o Medio Ambiente bajo el programa de la reservas de la conservación.
Además de estas fuerzas fundamentales del mercado, las presiones especulativas han creado lo que se puede llamar una “manía por los biocombustibles”: los precios se están elevando porque muchos compradores piensan que los combustibles fósiles se acaban en unas semanas. Los fondos de inversión están haciendo apuestas enormes en maíz y en etanol. La manía de los biocombustibles está requisando granos con demasiada indiferencia con las consecuencias obvias. Parece que se han unido fuerzas de gran alcance, incluyendo el entusiasmo de los propietarios de vehículos grandes, ineficientes y el sentido de culpa sobre las consecuencias ecológicas del uso de combustibles fósiles. Pero así como el etanol ha creado las oportunidades para beneficios enormes en el negocio agrícola, especuladores, y algunos granjeros, han trastornado los flujos tradicionales de materias primas y los patrones comerciales de consumo tanto en el interior como en el exterior del sector agrícola.
Esta manía creará diversos problemas si los precios del petróleo declinan debido a, por ejemplo, una desaceleración de la economía global. Con petróleo a U$S 30 por barril, producir etanol no sería rentable a menos que el maíz costara menos que U$S 2 el bushel, y se volvería a los malos viejos tiempos de los precios bajos para los productos agrícolas. Las plantas de biocarburantes estarían en riesgo, y las cooperativas granjeras serían especialmente vulnerables. Los pedidos de subsidios, mandatos gubernamentales y las exenciones de impuestos llegarían a ser aún más vehementes que ahora: se estaría pidiendo un desalojo urgente y masivo de una industria que invierte demasiado. Si se llegara a ese punto, las inversiones que se han hecho en biocarburantes comenzarían a parecer una burbuja financiera. Por otra parte, si los precios del petróleo tienen un piso de U$S55-60 (hoy está casi en los U$S 80), los productores del etanol podrían pagar U$S3.65 a U$S4.54 el bushel de maíz y manejar las plantas de forma de asegurarse un 12% mínimo de beneficios netos.
Lo que sucede en el mercado del petróleo, el impulso para la autonomía energética, la cual ha sido la justificación básica para inversiones enormes y los subsidios para la producción de etanol, ha hecho ya a ésta industria dependiente de los altos precios del petróleo.
Uno de los problemas de la industria de los biocarburantes es que no se rige por las leyes del mercado sino por la política de los entes reguladores de energía y los intereses de algunas compañías grandes. El maíz se ha convertido en la materia prima del etanol, aún cuando podría ser hecho eficientemente de variedades de otras fuentes, tales como gramíneas o viruta de madera, si los entes reguladores financiaran la investigación y el desarrollo necesarios. Pero en todo el mundo, el maíz y las sojas se han utilizado como materias primas por muchos años gracias a los esfuerzos de cabildeo de los cultivadores y de la empresa Archer Daniels Midland Company (ADM), el productor más grande de maíz y de soja para la fabricación de etanol en el mercado mundial.
Desde los últimos años de la década del '60, ADM se colocó como el “supermercado del mundo” y apuntó a crear los precios de las materias primas a granel transformándolas en productos procesados que imponen precios más altos. En los años '70, ADM comenzó a hacer etanol y otros productos como resultado del wet-milling del maíz, tal como jarabe de maíz de alta concentración de fructosa, básicamente usado como edulcorante para bebidas gaseosas. Creció rápidamente desde una posición de jugador de menor importancia en el mercado de la alimentación a una poderosa empresa global que dicta precios. Antes del año1980, la producción de etanol de ADM había alcanzado 700 millones de litros por año, y el jarabe de maíz de alta fructosa se había convertido en un agente de dulcificación ubicuo en alimentos procesados, sustituyendo al azúcar. En el 2006, ADM era el productor más grande de etanol en los Estados Unidos: hizo más de 4.28 mil millones de litros, cuatro veces más que su rival más cercano, la VeraSun. A principios del 2006, anunció planes para aumentar su inversión de capital en etanol de U$S700 millones a U$S1.2 mil millones en el 2008 para aumentar la producción en 47%, o sea cerca de 2000 millones de litros antes del 2009.
ADM debe mucho de su crecimiento a las conexiones políticas, especialmente a legisladores dominantes que pueden destinar los subsidios especiales para sus productos. El ex-vice presidente Hubert Humphrey promovió muchas tales medidas cuando sirvió como senador por Minnesota. Dentro de la lista de lobistas influyentes está Bob Dole (Republicano por Kansas.) y el conocido por los que estamos en éste negocio, James Bovard.
En parte como resultado de tales ayudas gubernamentales, el etanol (y en menor grado el biodiesel) son ahora es un accesorio importante en el ambiente agrícola y en los sectores energéticos. Además de la exención impositiva de U$S 0.1275 centavos por litro del gobierno federal para el etanol, productores más pequeños consiguieron una reducción impositiva de U$S 0.025 centavos por litro en primeros 60 millones de litros producidos, debemos tener en cuenta que las exenciones impositivas del gobierno federal americano tuvieron que ser impulsadas en la UE para mantener la competitividad de los productos.
También existe el “estándar para combustibles renovables” un nivel de calidad obligatorio de los combustibles no fósiles que serán utilizados en vehículos de motor y ha provocado una guerra política. A pesar de los subsidios gubernamentales ya altos, el congreso americano y la Comisión Europea están considerando invertir más dinero en biocarburantes. El incentivo a éstas nuevas inversiones está dado en las buenas cuentas que han dado, tanto en USA como en la UE, los cultivadores y los productores de etanol. De una inversión inicial de U$S 200 millones se pasó a una de U$S 2000 millones. Los defensores de los subsidios del etanol basado en el maíz han precisado que la mayor demanda del biocombustible empuja hacia arriba los precios del maíz y empuja hacia abajo los subsidios.
La industria del etanol también se ha convertido en un teatro del proteccionismo en la política comercial de USA y la UE. Las importaciones de petróleo entran en ambos mercados libre de impuestos, la mayoría del etanol importado actualmente en los mismos mercados tiene una tarifa de U$S 0.135 por litro, en parte porque un etanol más barato de países tales como Brasil amenaza a los productores, ya que la caña de azúcar brasileña se puede convertir al etanol más eficientemente que el maíz. La iniciativa del Caribe, en países como Costa Rica, El Salvador y Jamaica le permite a Brasil introducir su etanol libre de impuestos. Este mecanismo ha despertado interés en USA y muy próximamente, gracias al Acta de Energía del 2005, Brasil podrá introducir su producto en USA. Los partidarios del proteccionismo tratan de impedir la entrada, pero la Casa Blanca ya ha dado luz verde a Brasil. Pero los partidarios del etanol en los congresos están empujando para que la legislación adicional limite esas importaciones.
Morir de hambre o fabricar biocarburantes
Los biocarburantes pueden tener efectos devastadores en el mundo, especialmente en los precios de los alimentos básicos. Si los precios del petróleo siguen siendo altos, lo cual es más que probable, la gente más vulnerable a las alzas de precios por el auge de los biocarburantes estará en los países que deben sufrir o el déficit alimentario o el déficit energético. El riesgo se extiende a una gran parte del mundo: en el 2005, según la FAO, la mayor parte de los 82 países de bajos ingresos, con déficit alimentario eran también importadores de petróleo.
Incluso los exportadores importantes de petróleo utilizan sus petrodólares para comprar alimentos, tal el caso de Venezuela y México que no pueden escapar a las consecuencias de las alzas de precios de alimentos. A finales del 2006, el precio de la harina para tortillas en México (uno de sus alimentos más importantes), pasó de U$S 2.80 a U$S 4.20 el bushel; el 80% del maíz que consume México es americano. Los precios aumentaron aún cuando las tortillas se hacen principalmente de maíz blanco mexicano, al aumentar los precios del maíz amarillo usado para alimento humano procesado o alimento de ganado los productores se volcaron a la compra de la variedad blanca más barata.
La oleada de precios altos fue exacerbada por la especulación y el agiotismo. Con alrededor de la mitad de su población viviendo en la pobreza, unos 107 millones de personas y que confiaban en las tortillas como fuente principal de calorías, la protesta pública fue feroz. En enero del 2007, forzaron al nuevo presidente de México, Felipe Calderón, a intervenir en los precios de los productos del maíz.
El instituto de investigación internacional para la política alimenticia, en Washington, ha producido estimaciones sobre del impacto global potencial del aumento de los volúmenes de biocarburantes producidos. Se llegó a la conclusión que los altos precios del petróleo continuamente dados y el aumento rápido en la producción global de biocarburantes empujarán los precios globales del maíz hacia arriba en un 20% antes de 2010 y 41% antes de 2020. Los precios de granos oleaginosos, incluyendo soja, rábanos y girasol, tienen una estimación de aumento del 26% antes de 2010 y 76% antes de 2020, y los precios del trigo un 11% antes de 2010 y 30% antes de 2020.
De las partes más pobres del África sub-Sahariana, de Asia, y de América latina, donde crece la mandioca, se espera que su precio aumente un 33% antes de 2010 y 135% antes de 2020. Los aumentos proyectados del precio pueden ser atenuados si las cosechas aumentan substancialmente o si la producción de etanol se basa en otras materias primas (tales como celulosa o diferentes tipos de feedstocks) y llegan a ser comercialmente viables.
La producción de etanol de mandioca puede plantear una amenaza especialmente grave a la seguridad alimentaria de los pobres del mundo. La mandioca, un tubérculo como la papa, proporciona la mitad de las necesidades calóricas de la población en África sub-Sahariana y es el alimento primario para más de 200 millones de las personas más pobres de África. En muchos países tropicales, es la vuelta al alimento elemental cuando no pueden permitirse todo lo demás. También sirve como reserva importante cuando otras cosechas fallan porque puede crecer en suelos pobres y condiciones secas; puede ser dejado en la tierra y se cosechará según lo necesitado.
Gracias a su alto contenido de almidón, la mandioca es también una fuente excelente de etanol. Como la tecnología para convertirlo en combustible mejora, muchos países, incluyendo China, Nigeria, y Tailandia, están considerando con muy buenos ojos la cosecha de tal vegetal. Si los campesinos en países en vías de desarrollo pueden hacer fuentes de materia prima para la industria emergente, se beneficiarían de la renta creciente que dicha industria dá. Pero la historia de la demanda industrial para las cosechas agrícolas en estos países sugiere que los productores grandes seran los beneficiarios principales. El resultado probable de un auge en la producción de etanol de mandioca es que un número muy grande personas pobres luchará aún más para alimentarse.
Los participantes en la cumbre de 1996 de la FAO, precisaron que para bajar el número de personas con hambrunas crónicas se deben hacer ingentes esfuerzos. Los que no ingieren la cantidad suficiente de calorías para ser sanos y activos era de 823 millones en 1990 y aumentarán en 400 millones antes del 2015. Las metas del desarrollo del milenio establecidas por las Naciones Unidas en el 2000 son llevar a la población crónicamente subalimentada del 16% en 1990 al 8% en el 2015.
En un estudio sobre la seguridad global alimentaria del 2003, se concluyó que dados los índices de crecimiento económico y de la población, el número de personas afectadas de hambrunas crónicas en el mundo declinaría un 23%, a cerca de 625 millones, antes del 2025, siempre y cuando la productividad agrícola tuviese mejoras suficientes para mantener el precio relativo constante de los alimentos. Pero si, en igualdad de circunstancias, los precios de los alimentos agrícolas crecen debido a la demanda para biocarburantes, como algunas proyecciones sugieren, el número de personas alimento-inseguras en el mundo se elevaría cerca de 16 millones por cada punto de porcentaje que aumenten los precios de los alimentos agrícolas. Eso significa que 1.2 mil millones personas podrían tener hambre crónica antes del 2025, 600 millones más que lo predicho.
La gente más pobre del mundo gasta ya del 50% al 80% de su renta total en alimento. Para el muchos de ellos que sean trabajadores jornaleros o granjeros rurales a destajo, los aumentos en los precios de los alimentos agrícolas significarán la desnutrición y el hambre. Algunos de ellos caerán al borde de la subsistencia, y muchos más morirán de una multiplicidad de enfermedades relacionadas con la desnutrición.
La hierba… ¿Es más verde?
Aunque es importante pensar en maneras de desarrollar energía renovable, uno debe también examinar cuidadosamente las demandas impacientes de que si los biocarburantes son “verdes” o no. El etanol y el biodiesel se ven a menudo como ambientalmente amistosos porque se basan en vegetales y no en el petróleo. De hecho, aunque la cosecha entera de USA fue utilizada para hacer el etanol, ese combustible substituiría solamente 12% de las naftas. El pensamiento de que el etanol como alternativa verde a los combustibles fósiles refuerza la autonomía energética y aleja los intereses de Occidente en el Medio Oriente es cada vez más preocupante.
¿Deberían todas las cosechas de maíz y de las sojas ser utilizadas como combustible? La soja y especialmente el maíz son las cosechas de primera fila que contribuyen a la erosión del suelo, la contaminación del agua y requieren cantidades grandes de fertilizantes, pesticidas, y de combustible para crecer, cosechar y secarse. Son la causa principal de la pérdida de nitrógeno cuando llueve del tipo que ha creado una zona muerta en el golfo de México, un área de 23.000km2 que tiene tan pocos nutrientes que es imposible la vida. En USA y la UE, el maíz y la soja se plantan típicamente en rotación, porque la soja agrega el nitrógeno que el maíz necesita para crecer. Pero como el maíz desplaza cada vez más a la soja como fuente principal de etanol, será cosechado continuamente, lo que requerirá aumentos importantes de fertilizantes nitrogenados y agravará el problema de la salida del mismo.
No es el etanol basado en el maíz muy económico en consumo de combustible. Las discusiones sobre el “balance energético neto” de los biocarburantes y los carburantes fósiles, es el cociente entre la energía que producen y la energía necesitada para producirlos.
Por ahora, el etanol de maíz aparece como favorecido sobre la nafta, y el biodiesel tiene un cociente neto absolutamente favorable. Los científicos han calculado que el cociente de energía neta de la nafta es 0.81, un resultado que implica una entrada más grande que la salida. El etanol de maíz tiene un cociente que se extiende entre 1.25 y 1.35. El diesel de petróleo tiene un cociente de energía de 0.83, comparado con el del biodiesel hecho del aceite de girasol, que se extiende a partir de 1.93 a 3.21. El biodiesel producto de otras fuentes, tales como maní, jartropha, paltas, algas dan un cociente muchísimo mayor a 3.21.
Resultados similares emergen cuando los biocarburantes se comparan con nafta y diesel usando otros índices de las consecuencias para el medio ambiente, tales como emisiones de gas del invernadero. El ciclo completo de la producción y del uso del etanol de maíz y el biodiesel de girasol lanzan menos gases de invernadero que el de la nafta o el diesel fósiles, en un promedio del 76% en el caso del etanol y de un 78% en el caso del biodiesel.
Otro punto de la comparación son las emisiones de gas invernadero por kilómetro conducido, que toma en cuenta la eficacia relativa del combustible. Al usar nafta E-10 (mezcla con 10% de etanol) se baja un 2% la emisión. Si la mezcla es E-85, las emisiones de gas invernadero caen al 23% si es etanol de maíz y al 64% si es etanol de celulosa. Asimismo, el diesel que contiene 2% de biodiesel (B2) emite 1.6% menos gases invernadero que el diesel fósil, mientras que las mezclas B20 de biodiesel emiten 16% menos, y el biodiesel puro emite 78% menos. Por otra parte, las virtudes del etanol y del biodiesel son modestas cuando estos combustibles se hacen de maíz y de soja, que son cultivos intensivos y las cosechas son altamente contaminantes. Sin embargo si los biocarburantes se fabrican a partir de celulosa, girasol, maní o jartropha los números son netamente positivos.
El etanol hecho enteramente de celulosa (que se encuentra en árboles, rastrojos y otras fuentes) tiene un cociente de energía entre 5 y 6 y emite de un 82 a un 85% menos gases invernadero que la nafta. Mientras que el maíz crece más lentamente y es más costoso, muchos están apostando a que la industria del etanol se volcará cada vez más a las hierbas, árboles, y residuos de cultivos de campo, tales como rastrojos de trigo, arroz y paja. Las hierbas y los árboles pueden crecer en tierras no aptas para cultivos alimenticios o en climas hostiles al maíz y a la soja. Los recientes avances en tecnología de enzimas y tecnologías de gasificación han hecho más fácil el uso de la celulosa en vegetales hasta el momento inaprovechados. Los experimentos de campo sugieren que los feedstocks de praderas podrían convertirse en una fuente prometedora de biocarburantes en el futuro.
Por ahora, sin embargo, los costos de cosecha, de transporte, y de conversión de tales materiales vegetales son altos, lo que significa que el etanol de celulosa no es todavía comercialmente viable en comparación con las economías a escala de la producción de etanol de maíz actual. Se ha calculado que una planta de etanol de este tipo debe ser aprovisionada con feedstock, una alternativa bastante discutida hoy, con un semi-remolque cada 6 minutos las 24 horas del día, los 365 días del año. Las dificultades logísticas, los costos de conversión de la celulosa en combustible, combinados con subsidios y las políticas que favorecen actualmente el uso del maíz y de la soja, hacen poco realista esperar que el etanol de celulosa se convierta en una solución dentro de los próximos cinco años. Por el momento hay que confiar en la caña de azúcar para producir etanol en los países tropicales porque es mucho más eficiente que el maíz y no implica usar tierras que deben ser aprovechadas para cosechas de consumo humano.
El futuro puede ser más brillante si se toman medidas correctas ahora. La limitación de la dependencia de Occidente de los combustibles fósiles requiere de un programa comprensivo de la conservación de energía. Más bien que promoviendo porcentajes a usar, exenciones impositivas y subsidios para los biocarburantes, Occidente debe hacer un estudio profundo del rendimiento energético en vehículos, hogares, y fábricas; promoviendo fuentes alternativas de la energía, tales como energía solar y eólica; y la inversión en la investigación para mejorar la productividad agrícola y para aumentar la eficacia de los combustibles derivados de la celulosa. La fijación de Occidente en el etanol de maíz ha modificado la agenda de las naciones y no ha prestado atención en el desarrollo de una estrategia amplia y equilibrada. Hace pocos días se anunció la inversión de U$S 385 millones en seis biorrefinerías para la conversión de etanol de celulosa.
Eso es un paso prometedor en la dirección correcta.
Conclusiones
La matriz energética de nuestro país está basada en los motores diesel, al contrario de la americana y bastante similar a la europea.
El uso de tierras para fabricar etanol parece inconveniente, al menos por los cinco próximos años, no así el uso de la tierra para la fabricación de biodiesel. Un combustible barato, que nos independice de las fluctuaciones externas y que permita a los agricultores una labor eficaz y rentable es la meta. El biodiesel es un combustible productivo ya que toda la maquinaria está impulsada por motores diesel; no así el etanol que es un combustible productivo en USA. En Uruguay el etanol sería para beneficio de personas ajenas a la agricultura.
La falsa antinomia entre áreas para fabricar energía y áreas para cultivo de cosechas de uso alimenticio humano y animal está fomentada por los países productores de petróleo y no así por compañías petroleras inteligentes que saben que están trabajando con un recurso finito. Estas compañías son las que más invierten en investigación y desarrollo en energías alternativas, porque tarde o temprano serán ellas también las que brinden productos buenos y baratos a la sociedad.
Mantener a los agricultores sumergidos por mantener los precios de sus cosechas artificialmente bajos es un enorme error. A los populistas les gusta este tipo de controles porque mantienen a una considerable cantidad de gente relativamente contenta. Pero los bajos precios de las cosechas, de mantenerse mucho tiempo, tienen como consecuencia la desmotivación de los agricultores, obligándolos a recurrir a otro tipo de beneficios, y por ende a dejar la agricultura.
Así se cierra un círculo vicioso; si no hay agricultores tampoco habrá alimentos, con o sin biocarburantes.
La racionalización del consumo de energía es el primer paso. Usar biocarburantes para uso doméstico parece un enorme error como así también lo es usar energía eléctrica en el transporte de carga por carreteras. En resumen si no tenemos agricultores motivados no tendremos ni alimentos ni energía.
|