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Año IV - Nº 256
Uruguay,   19 de octubre del 2007
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Friedrich A. Von Hayek,
“Camino de Servidumbre”, 65 años después

por Meir Zylberberg

 
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            En breve se cumplirán, ya, 65 años de la primera aparición de “Camino de Servidumbre”, la obra maestra del profesor austriaco Friedrich A. von Hayek.

            Su interpretación y conclusiones sobre las causas de la decadencia política europea de los años previos a la Segunda Guerra Mundial no han perdido vigencia.

            Enseña Hayek en este libro, que la democracia no es, como muchos suponen, un estilo de vida. Se trata simplemente de un mecanismo de gobierno válido para resguardar la paz y la libertad individual.

            El sistema de las mayorías funciona con cierta eficacia cuando su ámbito se reduce a los limitados aspectos sobre los cuales el acuerdo puede lograrse mediante la libre discusión.

            Cuando las cuestiones a considerar por mayorías electorales exceden del marco jurídico formal, la sociedad invade el campo reservado a la autodeterminación de los individuos, tendencia que, al acentuarse, desemboca en el despotismo.

            El concepto de «Supremacía de la Ley Formal» significa que el gobierno mismo debe estar sometido a normas fijas que permitan al público conocer de antemano cómo usará la autoridad sus poderes coercitivos.

            Las normas formales son aquellas que no afectan los deseos y necesidades de ninguna persona en particular. Por el contrario, son proyectadas para períodos prolongados como única defensa de la sociedad contra la corrupción y el favoritismo.

            La igualdad ante la Ley está en pugna con toda actividad del gobierno dirigida a un ideal sustantivo de justicia distributiva que conduzca a la igualación material de las personas.

            La planificación económica centralizada, aunque decidida favorablemente con los votos de mayorías reglamentarias, lleva al ocaso de la «Supremacía de la Ley Formal» y su consecuencia es la dictadura.

            La práctica del intervencionismo consiste en la delegación de atribuciones legislativas a diversos entes administrativos autárquicos, que los habilita a emitir resoluciones, ejecutarlas y juzgar a los infractores.

            Diluidas las facultades reservadas a los Parlamentos entre múltiples organismos semi independientes del Ejecutivo, las Asambleas legislativas comienzan a ser miradas como simples tertulias incapaces de realizar las tareas para las que fueron convocadas. Crece la desconfianza en los “políticos” abriéndose paso a la aparición, en su lugar, de funcionarios permanentes con el título de «expertos».

            La conclusión de Hayek es que la falla no está en la persona de los representantes ni en las instituciones parlamentarias, sino en las contradicciones inherentes a la tarea que se les encomienda.

Las raíces socialistas del nazismo

            Para el célebre economista austriaco, es equivocado suponer que el nacional‑socialismo fue un movimiento sin trasfondo intelectual.

            Las doctrinas del socialismo‑nacionalista son la cima de una larga evolución ideológica, proceso en el que participaron pensadores influyentes dentro y fuera de Alemania. Los más destacados antecesores del nazismo, Fitche, Rodbertus, y Lasalle, fueron padres reconocidos del socialismo.

            Werner Sombart, de antiguo exegeta de Marx, concluyó su existencia identificando al prusianismo con la sociedad heroica.

            De Mussolini para abajo—sin excluir a Laval y Quisling—empezaron como socialistas y vinieron a terminar como líderes nazis y fascistas.

            Al particularismo de la clase proletaria de los socialistas, los nazis respondieron exaltando los objetivos nacionales de la presunta raza alemana.

            Ambos movimientos sostienen como elemento esencial, la lucha contra los ajenos, para enlazar al grupo en la acción común. El socialismo fue desde sus comienzos concebido como una organización deliberada de la sociedad sobre la base de líneas jerárquicas e imposición de propósitos unitarios mediante el uso de medios coercitivos.

            Hayek califica a los socialistas como “progenitores cultos de una bárbara casta que espera resolver los problemas sociales a través de la educación”. “No fueron—agrega—los fascistas, sino los socialistas, quienes primero pensaron en organizar deportes y juegos, fútbol y excursiones; clubes de partido para evitar que los adeptos contrajeran el virus de otras opiniones”.

            La unión de las fuerzas anticapitalistas de derecha e izquierda y la fusión del socialismo radical con el conservador, expulsaron de Alemania los últimos vestigios del liberalismo.

            Hitler—concluye Hayek—no necesitó destruir la democracia, aprovechó simplemente su decadencia y, en el crítico momento, obtuvo el apoyo de quienes, a pesar de detestarlo, creyeron que era el único hombre capacitado para hacer marchar las cosas.

Las confesiones del Doctor  Raúl Prebisch

            En las Jornadas tributarias del 4 y 5 de diciembre de 1980, las autoridades del Colegio de Graduados en Ciencias Económicas llevaron a cabo en su sede social un sugestivo  homenaje a la figura del doctor Raúl Prebisch.

            En la ocasión, y en presencia del ex‑presidente, el médico Arturo Illía y de un gran número de contadores, en su mayoría simpatizantes de la Unión Cívica Radical, el homenajeado declaró:

“Yo me he convertido y he ido desbaratando, desmantelando las teorías neoclásicas, frente a la gran depresión mundial. Cuando en 1931 tuve alguna actuación durante la gran depresión mundial como Subsecretario de Hacienda, yo fui desmantelando las teorías neoclásicas de manera que tuve poca oportunidad de llevar las viejas teorías a la praxis. Reaccioné a tiempo sin elaborar una nueva teoría, porque cuando se está actuando es muy difícil hacerlo”.

            La lectura del testimonio que diera Lisandro de la Torre, en la sesión de la Cámara Alta del 21 de marzo de 1935, permite descifrar el significado de la naturaleza de “los desbaratamientos de las teorías neoclásicas” y de la “praxis” del convertido Doctor Prebisch.

            Decía el senador por Santa Fe que “Todos los proyectos financieros, fiscales e impositivos del gobierno de facto, entre 1930 y 1932, fueron elaborados por el doctor Raúl Prebisch”. Estos fueron el “Control de cambios” y el primer Decreto-Ley de Impuesto de Emergencia a los Réditos, por no citar más que aquello que, después de 75 años, aun permanece en pie.

            Los “desmantelamientos” del doctor Raúl Prebisch continuaron con los gobiernos electos, de tinte conservador, durante toda la década del treinta, la misma década que fuera calificada de “infame” o del “fraude” por la Unión Cívica Radical.

            En calidad de asesor económico del General Agustín P. Justo, Prebisch tuvo más que alguna actuación.

            Colaboró activamente en la organización de la Dirección General Impositiva, promovió la primera ley de Coparticipación federal y, por sobre todo, en la redacción del Mensaje del 17 de enero de 1935 y proyecto de Ley ómnibus que incluyó la creación del Banco Central de la República Argentina, el Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias, el Régimen de control sobre la banca comercial privada y la reforma de los estatutos de los Bancos Nación e Hipotecario.

            Con la aprobación por el Congreso Nacional de este conjunto de instrumentos legales “la nueva teoría”,  “sin elaborar”, del Dr. Raúl Prebisch tuvo consecuencias trágicas.

             Marcó el fin del cumplimiento de los pactos preexistentes por los que se constituyó la Unión nacional. Se declararon caducos las Declaraciones, derechos y garantías previos a la organización de los poderes. Pasó a segundo plano la vigencia de los códigos civil y comercial. Con este conjunto de medidas, quedó derogado en la práctica el Sistema Rentístico y Económico según la Constitución de 1853, ratificada en 1860.

            Acordada la intervención fiscal permanente en las provincias, por parte del gobierno federal y en los patrimonios privados de la ciudadanía, sumado a la grave pérdida de protagonismo en el comercio mundial, Argentina derivó—hasta el día de hoy—hacia el corporativismo y autarquía propios de los estados totalitarios previos a la Segunda Guerra Mundial.

            De ahí que la vía argentina al “Camino de Servidumbre” se construyó, como decía Hayek, con la delegación de facultades parlamentarias entre múltiples organismos semi‑independientes del Poder Ejecutivo; la incorporación del despojo inflacionario como recurso normal en el Prepuesto Nacional y la destrucción consiguiente, por el mismo Congreso, del principio de la supremacía de la voluntad de las partes en materia contractual.


Fuente: Fundación Atlas 1853   
 
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