Año II - Nº 105 - Uruguay, 19 de noviembre del 2004

 

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URUGUAY EN LA ANTARTIDA

por Graciela Vera
Periodista independiente

ESA BANDERA, LA DE LAS FRANJAS Y EL SOL


Hace pocos días tuve necesidad de realizar un trámite en el consulado uruguayo en Sevilla.

Sevilla los días de lluvia se transforma en un caos y precisamente ese día llovía copiosamente por lo que la cita inicial se vio pospuesta por más de una hora debido a un gigantesco atasco de tránsito, a pocas cuadras de nuestro destino.

No conocíamos la ubicación del consulado y limpiaparabrisas mediante, intentábamos ver algún signo orientativo, como ese pedazo de cielo, mojado pero intentando flamear, que atrajo mi vista desde un cuarto piso.

Azul y blanco y como haciendo burla a la tempestad un sonriente sol.

Mi grito: ¡Allí!, no fue por haber encontrado el edificio que desde hacía ya buen rato veníamos buscando. Tampoco hubiera sido necesario gritar pero&. hace cuatro años que estoy lejos de la patria, y hace cuatro años que no veo la bandera uruguaya.

Bueno, verla, lo que se dice verla, por supuesto, hay dibujos, hay fotos, tengo una pequeña insignia celeste y blanca que me acompañó desde Uruguay pero verla así, desenfadada en su presencia soberana, hermosa, yo diría que adornando aquella calle sevillana, eso realmente me emocionó.

Desde el interior, por la ventana seguí recreándome en los colores y ¡pucha que somos sentimentalmente patriotas los orientales!

Yo sé que quién no tenga el corazón teñido de celeste y blanco no entenderá lo que significó para mi aquello, o tal vez sea necesario estar lejos para sentirlo.

Lejos en el espacio físico. Lejos en el tiempo. Y si para mi el recuerdo de la visión de aquella bandera humedecida por la lluvia, aún forma un nudo de emoción en mi garganta ¿Qué pueden haber sentido el Coronel Roque Aita y el Capitán Bernabé Gadea cuando el 19 de enero de 1982 vieron a nuestra bandera pavonearse por primera vez en el mismísimo Polo Sur.

EL MAYOR DESIERTO DEL PLANETA


Doce millones de kilómetros cuadrados conforman el mayor desierto del mundo. Un desierto helado que de marzo a septiembre con el congelamiento de las aguas del Océano Austral casi duplica su superficie; donde las temperaturas son extremas y que, al igual que el Sahara, tiene enormes extensiones sin haber sido nunca holladas por el pie humano.

La Antártida guarda la mayor riqueza del mundo del futuro: agua dulce. El hielo que cubre su territorio puede alcanzar los 4.770 metros de espesor y representa el 90 por ciento de todo el hielo del planeta.

Se calcula que si ese hielo se derritiera totalmente los océanos se elevarían 70 metros por encima de su nivel actual.

Es un continente donde la belleza adquiere límites insospechados que se explaya más allá de los mismos paisajes.

Al igual que en el Sahara, que podría servir como ejemplo de el extremo opuesto de una baraja, los fenómenos ópticos se dan y son explicados científicamente.

En la Antártida es la refracción de la luz sobre las partículas de agua que contiene el aire la que los produce.

Se ven halos, anillos luminosos alrededor del sol y de la luna, la visión de tres soles o tres lunas en una misma línea; espejismos causados por la refracción de la luz sobre capas superpuestas de aire frío y caliente que pueden suponer extrañas figuras; blanqueos, cuando el ojo humano pierde la noción de profundidad y resulta casi imposible localizar los objetos que se encuentran en el espacio.

Los primeros hombres que se aventuraron en esta tierra increíble sufrieron la confusión de estas acciones y posiblemente fueran espectadores del más sublime espectáculo del que ojo humano puede vanagloriarse de haber presenciado: el de las auroras boreales que aquí toman el nombre de 'auroras australes'.

La más fantástica coreografía imaginada por el más genial de los directores en el espectáculo sublime de la vida. Un fenómeno de origen electromagnético que solamente es posible admirar en las cercanías de los polos.

Geográficamente la Antártida conformó conjuntamente con India, África, América del Sur y Australia lo que se conoce como el Gondwana.

Hace mucho que los gobiernos pensaron en proteger un continente que los hombres respetaron sin tratar de desentrañar sus secretos hasta hace dos siglos. Se han firmado Tratados que cada día parecen estirarse más en un maleable material de oportunidades y conveniencias ¿ha pensado la humanidad en protegerle?

Quizás de ello dependa la raza humana.

UN SUEÑO INCONCLUSO

El Dr. Julio María Sanguinetti cumplía el primero de sus mandatos por lo que, de una simple operación matemática deducimos que este sueño ya ha cumplido su mayoría de edad.

En la Sala de Periodistas del Edificio Libertad, éramos dos las periodistas (mujeres) que cubríamos en forma diaria los acontecimientos, otras colegas llegaban en ocasiones puntales.

Nuestro trabajo se desarrollaba sin limitaciones y asistíamos sin discriminación por el sexo a todas las actividades de las que la prensa era partícipe.

Hasta que llegaron aquellas invitaciones a "acompañar al Presidente en sus viajes a la Base Antártica General Artigas".

'Con los dientes largos' oíamos las anécdotas& escuchábamos el entusiasmo de nuestros compañeros de trabajo.

Recuerdo a uno de ellos que juró no volver embarcarse en aquella experiencia. Bueno, embarcado viajó desde Montevideo a la Base y de ésta a Montevideo con un mar 'siempre', según él, embravecido que le obligó a quedarse en su litera permanentemente afectado por el movimiento del barco.

Nosotras reíamos sin que 'los chicos' se dieran cuenta y pensábamos que seguro que en iguales circunstancias seríamos mucho más resistentes. Ese fue el primer viaje, después la invitación incluía el vuelo en los famosos 'Hércules', no sé a ciencia cierta desde donde partían, con los improvisados pasajeros atados al suelo del avión, donde iban sentados.

Y a dónde regresaban, también sentados en el suelo pero felices con la experiencia& ellos viajaban porque eran 'periodistas hombres' pero nosotras& allí nos quedábamos& en tierra firme.

Una tarde lo planteamos al Presidente. Así, sin más dilación ¿porqué nosotras no podíamos visitar nuestra Base en la Antártida?

¡Si hasta le ofrecimos la solución al único problema que planteó para que aquel sueño nuestro se hiciera realidad!

No creo que realmente no viajáramos porque en la Base no había comodidades para mujeres porque la propuesta de quedarnos en la Base chilena que está a pocos kilómetros y tiene hasta hotel, tampoco dio el resultado esperado. No pudimos estrechar la mano de quienes nos representaban lejos de nuestras fronteras en una misión de paz y trabajo.

Quizás porque irnos a buscar diariamente para que participáramos en sus actividades diurnas pudiera presentar un trastorno& o porque simplemente sí, en ese entonces había discriminación.

Bueno, no quiero analizar las razones de que mi sueño no se haya cumplido, simplemente ahora, mucho más lejos en la distancia física de aquellas tierras heladas, sigo soñando; un privilegio que me permite vivir mi propia expedición sin limitaciones de tiempo ni de épocas.

Un viaje que el Contra Almirante Oscar Otero Izzi, recreando la primera vez que él lo realizó, orienta dándole alas a mi imaginación.

Y me pregunto, cuántos legisladores han estado en el continente. Han aprobado leyes referentes a la presencia uruguaya en la Antártida pero seguro que ellos nunca disfrutaron como yo de un pingüino en su casa.

Es con la simpática aventura de un pingüino viajero que dejamos este segundo especial sobre la Antártida, tendiendo un puente al tercero y hacia las investigaciones científicas realizadas en la Base Artigas y, especialmente a los estudios del Dr. Bartolomé Grillo en los que colaboraron mucho los simpáticos pingüinos antárticos.

Almería, el sur del norte, noviembre 2004