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El patético fin de la Ley de Enseñanza
por Jaime Mario Trobo
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La pomposa ley de enseñanza, para cuya elaboración la izquierda propició asambleas populares en las que dirigentes sindicales aleccionaban sobre los contenidos que debía recoger, terminó aprobándose en el Senado con trifulca política entre los legisladores del gobierno y violencia física entre los dirigentes sindicales.
Caótico termino para una discusión alejada de la altura que merece un tema como la educación, su futuro desarrollo, y su mejoramiento en un estado democrático y liberal. Es la muestra de la intolerancia con la que la izquierda ideologizada ha recorrido el plan elaborado para terminar de postrar la educación del Uruguay.
El objetivo, perseguido aun a costa de la prudencia que merece un tema tan nacional, tan trascendente, tan encarecidamente necesario para la evolución de nuestra sociedad, era y es poner en marcha una transformación que concluya en someter al sistema educativo a un monopolio corporativo que impida que el “país y su realidad política y social puedan encargarse de algo que les corresponde y sobre lo cual deben opinar”.
La discusión que tuvo el tema dentro de la izquierda, enajenada de la realidad nacional, es una demostración clara de la soberbia que ciertos iluminados radicados en esa opción ideológica, han profesado históricamente. Desde la década del 60, practicando con perversión, una vez la violencia física, otra vez la intelectual, construyendo en el imaginario colectivo a través de ciertos agentes educativos una visión réproba del pasado cultural y social del Uruguay, maceraron el descreimiento y en esa ruta se encontraron y desencontraron con radicalismos de izquierda y de derecha. No olvidemos que en ese rumbo formularon alabanzas y loas a los comunicados 4 y 7, al tiempo que veneraban al terrorismo y deliraban ante los estímulos castristas.
Poco tiempo de vida tendrá esta ley, es el propósito que quienes desde el resto del arco político, al menos la mitad del país, la rechazan por exclusivista, falta de realismo, obediente a complejos acuerdos y desacuerdos de una visión ideológica al servicio de un modelo sectorial alejado de la gran condición que merece tener una ley de educación, su condición nacional, de todos, para el futuro.
El epilogo de tan imprudente manejo, demuestra la poca capacidad de abrir un debate serio y con sentido de futuro, que ofrezca al país un instrumento para mejorar su gente, para ofrecer a las nuevas generaciones las condiciones formativas que les permitan participar activamente de la creación del futuro en libertad y cultivando valores. Es el que correspondía inevitablemente al diseño del proyecto, ajeno a la tradición tolerante de la sociedad uruguaya, ha sido el lógico, el lamentablemente lógico.
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