¿El mejor gobierno?
por Gonzalo Aguirre
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En la columna dominical de mi amigo Sienra Roosen, leí que el Dr. Carámbula, tercero en discordia en la lucha por la candidatura presidencial del Frente, ha dicho que "este es el mejor gobierno que tuvo el país en cincuenta años".
Tengo la certidumbre, junto a la mayoría de mis compatriotas, de que el juicio que merece la actual administración es exactamente el inverso. Por razones generales y por la acumulación de errores cometidos por sus integrantes en el enfoque de los problemas concretos, sumados a las actitudes impropias de gobernantes serios, estilados por algunos de ellos. Y ellas. En el orden general, este gobierno ha evidenciado una gran inexperiencia. Esta se reflejó en múltiples yerros y, sobre todo, en su lentitud de respuesta ante situaciones graves, inesperadas o no. El último caso en que ello ocurrió, fue el de la sequía. Lo mismo sucedió con la crónica crisis energética, la cual, ante la renuencia de San Pedro a abrir los grifos celestiales, ahora volverá a la carga. Y lo propio cabe decir respecto al conflicto con Argentina, cuando éste se desencadenó, tres años ha.
Dicha lentitud, además, resultó de las continuas discrepancias entre los sectores y dirigentes de su heterogénea coalición, que demoraron meses y hasta años en acordar y llevar a la práctica ciertas reformas anunciadas con bombos y platillos, como la tributaria, la de la salud y la de la educación. Ello, con independencia de que se terminó legislando con orientaciones por completo equivocadas -o inconvenientes- en las tres cuestiones.
Fruto de dichas desavenencias permanentes fue la más perjudicial de todas las decisiones del gobierno de Vázquez, que en esa ocasión, como en otras, pecó por grave omisión: la no celebración del tratado de libre comercio con los Estados Unidos.
En materia económica, a favor de una excepcional coyuntura favorable de orden internacional, todo pareció ir bien durante bastante tiempo. O, por lo menos, de ello se alardeó. Pero lo cierto es que campeó la imprevisión, el despilfarro de recursos y el clientelismo político. Cuando principian los años de las vacas flacas, se acabó el mentado "espacio fiscal" del ex ministro Astori -devenido ahora precandidato "baldeado" e impopular-, el crecimiento del gasto público se incrementó cuando el descalabro mundial ya se veía venir y tenemos 15.000 funcionarios públicos más que el 1° de marzo de 2005. Esto es así, dígase lo que se diga en contrario.
Además, tras el alarde de que se canceló el endeudamiento con el FMI, se pretende callar que la deuda externa del país subió considerablemente, así como los intereses en que fue pactada. Ello se debe a que el gobierno colocó sucesivas emisiones de obligaciones, innecesariamente. Se hizo así de fondos frescos, llenó su caja, pero lega al próximo gobierno un problema mucho mayor que el que existía -en esta materia- cuatro años atrás.
Idéntica afirmación cabe hacer respecto de la gravísima cuestión de la inseguridad, que el Poder Ejecutivo ha manejado con manifiesta ineficiencia, además de pretender negar, por momentos, su creciente entidad. Ello, sin hacer caudal de las actitudes desubicadas de la señora ministra. Nos dicen que la inflación está bajo control y la desocupación baja, pero doña María sabe cuánto subieron los precios de los alimentos y miles de trabajadores fueron al seguro de paro.
Se celebra una sola fecha patria, la reciente historia se enseña al revés y ni hablar del IRPF y del IASS. ¿Y qué decir del "negocio" de Pluna y Ancap?
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