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Festejen por un lado…
¡Vomiten por el otro!
por Fernando Pintos
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Sí, estoy escribiendo esto el sábado 14 de junio, pasadas las 22:00 horas en la Ciudad de Guatemala. A partir de las 14:00, hora local, el Canal 3 transmitió el partido por las Eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica entre las selecciones de Uruguay y Venezuela. A las 14:40 recién llegaba del gimnasio. Pedí por teléfono un delivery de pollo frito y encendí la televisión. Estaba por comenzar el segundo tiempo y Uruguay ganaba por 1 a 0.
Comenzó la parte complementaria, con un Uruguay desordenado que empujaba, metía a los venezolanos en su campo y llegaba al área contraria con peligro. Pero, a los pocos minutos, el árbitro cobra una falta poco convincente en el medio campo uruguayo. La ejecuta un venezolano —desde unos 30 metros— y, ¡adivinen qué!, una vez más Fabián Carini entra en escena, con ese porte de espantapájaros en vía de jubilarse… El individuo pone sus manos de goma, la pelota rebota escandalosamente, y un venezolano la recibe, completamente desmarcado, para anotar cómodamente. Y después de convertir el gol, el tipo sale poniéndose el dedo en la boca, muy gráficamente y como si estuviera diciendo al público: «¡Ahora se callan la boca, uruguayos de mierda!».
Apenas miré un par de minutos más aquella cochinada, para darme cuenta de que el equipo uruguayo se movía en la cancha con la misma calidad futbolística con que lo hubieran hecho los veteranos de la murga «Asaltantes con patente», para cantar, una vez más, su célebre «Retirada». En vista de ello, tan furioso como asqueado, apagué el televisor, tomé mi bolso y me fui al gimnasio (que los sábados cierra a las 16:00 horas), para ver si haciendo otro rato largo de ejercicio podía sacarme un poco la rabia que me carcomía, pues tenía la absoluta seguridad de que el mejor resultado que podía sacar Uruguay de este encuentro, si es que había suerte, sería un insípido e inútil empate.
Recién por la noche, en los programas deportivos y noticieros del cable (Fox Sports, CNN 1 y CNN 2) me fue posible no sólo confirmar el resultado final —con lo cual pude exhalar un suspiro de alivio—, sino que, además, me fue posible escuchar las declaraciones de ese cínico superlativo que es Óscar Tabárez. ¡Pero qué tipo más descarado y sinvergüenza! Lo más tranquilo, justificó el papelón del equipo uruguayo, así como su absoluta incapacidad para dirigir a la selección en la vía correcta. En resumen, el tipo se lavó las manos, lo justificó todo y dejó, como estimulante mensaje final, lógicamente entrelíneas, un categórico: «aquí no pasó nada». Claro, para un cínico corrupto y venal, que maneja la selección atendiendo a los caprichos de ese multidelincuente llamado Francisco Casal, una nueva frustración en el Centenario frente a Venezuela carece de relevancia, porque, of course, dear Watson!: «aquí no ha pasado absolutamente nada».
Pero vaya si pasó. Y pasó tanto como que, ya para estas alturas puedo decir, a todos quienes quieran leerme, que Uruguay está fuera del Mundial de Sudáfrica 2010. ¡Apenas eso fue lo que pasó! Algunos de mis lectores habituales recordarán que, a cierta altura de las eliminatorias anteriores, declaré, categóricamente, que Uruguay no clasificaría para aquel Mundial… Y así sucedió. Pues ahora les digo que se olviden de Sudáfrica 2010 y que comiencen a santiguarse frente a la posibilidad de que Perú nos propine un nuevo sacudón a mitad de la semana que comienza el lunes 16 (recuerden que estaré enviando este texto a «Informe Uruguay» hoy mismo). Cuando escribo esto —con la bronca que pueden imaginar—, Uruguay debería tener exiguos siete puntos en la tabla, pero gracias a Casal, Corbo y comandita, Tabárez, Carini y aindamais, apenas tiene cinco… ¡Cinco miserables puntos de quince disputados! Pero, ¡por supuesto!, Carini es inamovible. Carini es inevitable. Carini es el dueño absoluto de la portería uruguaya… ¡Y todavía hay periodistas corruptos y vendidos, a sueldo del tenebroso Casal, como uno del diario «El País» que, después de los partidos contra Turquía y Noruega escribió, exultante (claro, Casal le habría untado la mano cinco minutos antes de sentarse a escribir) que el tal Carini era «el dueño del arco celeste», porque tenía «la calidad suficiente», etcétera, etcétera, etcétera (toda una diarrea mental, tan acuosa como pestilente). ¡Hay que ver y creer la clase de barbaridades que puede escribir cualquier vil payaso bajo el influjo alucinógeno de un oportuno soborno!
Ahora bien, vayamos a lo del título. Lo primero que debería hacerse es festejar. Porque una cosa es ser vapuleados y goleados por 3 a 0, como en las pasadas Eliminatorias, y otra muy diferente —es decir, bastante menos bochornosa— es arrancar un pálido empate. Así que la patética igualdad conseguida frente a la «poderosa» Venezuela por el maestrillo Tabárez y su comparsa de seudo jugadores sirve como para festejar, si bien moderadamente, tímidamente, vergonzosamente… En cuanto a la conducción de Tabárez, ahí comienzan las razones para el vómito. Y en relación con los globos inflados que juegan en esta selección, llámense González, Abreu, Suárez, Forlán o Pepito Pérez, el vómito se incrementa. Pero, ¡honor a quien honor merece!, el vómito mayor tiene que estar dedicado a Fabián Carini, un individuo que no está capacitado ni tan siquiera para defender el arco de un seleccionado de la Primera Divisional B —en la cual militan, de buen seguro, varios arqueros bastante mejores que él—, a quien toda la afición celeste odia de manera unánime, pero a quien siguen imponiendo a la fuerza como titular en el arco de Uruguay, obviamente con el propósito de evitar que lleguemos a disputar el Mundial de Sudáfrica 2010… ¡Pavada de vómito! ¿No?
Para terminar, quiero dejar a consideración de mis lectores un aleccionador ejercicio de matemáticas elementales. Para quiénes tengan la paciencia y también el estómago suficientes, sugiero repasar los cinco partidos que ha disputado Uruguay hasta el momento en estas Eliminatorias y, dado que de 15 puntos se han perdido nada menos que 10 —lo cual asegura desde ya la eliminación automática—, determinar cuántos de estos últimos se han esfumado por obra y gracia del señor Fabián Carini. Una vez logrado el cálculo sugerido, sería bueno que los participantes en el ejercicio discutieran las diversas formas en que la Selección Uruguaya de Fútbol podría librarse de sus peores pestes, las cuales son, a saber: el señor Casal, el señor Corbo, el señor Tabárez, y ¡por supuesto!, el señor Carini, ubicado en un verdadero sitial de honor que bien merece, ¡y con creces!
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