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Nunca estuvo tan Claro el Camino
por Jorge Borlandelli
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A principios de los noventa, ante la inminencia de un tratado de comercio (la omisión de la palabra libre es intencional) entre Argentina y Brasil, el gobierno uruguayo resolvió incorporarse al proceso que culminó con la creación del MERCOSUR. Las voces que en su momento defendían el camino de la apertura unilateral, camino que en los años setenta y ochenta había elegido Chile, apenas eran audibles. Sin embargo, el argumento a favor de la opción chilena es irrefutable: un país pequeño tiene que ser, si quiere alcanzar niveles altos de crecimiento económico, muy abierto. Compare usted el índice de apertura [(exportaciones + importaciones) / PBI] de los países pequeños que han alcanzado niveles de PBI per capita superiores a US$ 20.000 anuales o cuyo PBI haya estado creciendo a tasas superiores al 6% promedio durante los últimos 15 años con el índice de apertura de Uruguay. Verá el enorme desafío que enfrentamos. ¿Es el MERCOSUR suficientemente abierto al comercio como para generar los incentivos para que Uruguay crezca rápido? La respuesta es un no rotundo.
A 15 años del ingreso al MERCOSUR los resultados están a la vista. El comercio con el MERCOSUR está estancado y sólo crece el comercio con el resto del mundo, en bienes como en servicios. Los socios del MERCOSUR, si nos han contagiado algo, nos han contagiado sus periódicas crisis. Hoy, por si fuera poco, Argentina nos quiere convencer de las bondades de su corporativismo y su xenofobia como orientadores de la política económica y de la política exterior. Brasil, por su parte, quiere manejar los destinos del MERCOSUR a través de su parlamento. La propuesta presentada la da la mayoría absoluta de votos, ignorando a los países de menor población.
Nunca estuvo tan claro el camino y gracias al contexto económico internacional nunca hubo mejor momento para tomar la decisión que no nos animamos a tomar hace 15 años. ¿Será fácil el camino? Claro que no. La apertura comercial unilateral requiere también una reforma profunda de nuestro sector público, ciertamente no como la que el actual gobierno tiene en mente la que apenas roza los graves problemas que arrastra de hace décadas. Sin esa reforma, no podremos bajar los impuestos que hacen poco competitiva a nuestra economía y por lo tanto poco atractiva para la inversión y la creación de puestos de trabajo. ¿Desperdiciaremos otra gran oportunidad?
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