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Aborto
Cabezón… el Presidente
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por Raúl Seoane |
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Desde que se inició el debate sobre la legalización del aborto en nuestro país que ronda en mi cabeza la intención de escribir sobre el tema. El problema es cómo hacerlo sin herir susceptibilidades en algo tan escabroso, sobre todo no siendo un especialista y simplemente dando una opinión que, más que opinión es una convicción personal.
Para poder comprender en su sentido completo mi pensamiento sobre el aborto, permítaseme curricular parte de mi vida. Estudié en un colegio católico de mucho prestigio en Montevideo. El primario y el secundario los realicé completamente en dicho colegio en el que estuve diez años de mi vida. Por lo tanto mi raíz es católica y como tal acepto los principios de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, aunque mi espíritu libertario no me impide analizarlos y discutirlos.
En el lugar en que resido he tenido oportunidad de conocer muchas historias sobre el aborto contadas por actores de primera mano, los médicos. Las estadísticas de muerte, esterilidad permanente y secuelas gravísimas en mujeres que abortaron en forma ilegal, es enorme, sobre todo en jóvenes y niñas de corta edad.
He escuchado todo tipo de historias, desde el uso de cabitos de perejil hasta la inserción de objetos extraños, pasando por pastillas y por último por aprendices de brujos y abortistas sin la más mínima higiene en los instrumentos utilizados que provocan hemorragias, septicemia y graves enfermedades en las mujeres que tratan.
Los intereses económicos que giran alrededor de un aborto son enormes, gracias a su prohibición. Nos guste o no nos guste, la legalización del aborto con determinadas condiciones y reglas, debe ser adoptada para frenar estas muertes inútiles.
Mi convencimiento personal es que con el aborto estamos cometiendo un asesinato, pero eso no implica que apoye su despenalización porque todos, absolutamente todos debemos tener la libertad de elegir lo que queremos.
Las presiones ejercidas por la Iglesia Católica a los gobiernos, redunda en el temor de estos de enemistarse con ella y por consiguiente ceden ante ellas.
Considero que sería mucho más conveniente y convincente que las autoridades eclesiásticas, convencidas como yo de que abortar es asesinar, demostraran a sus fieles, y no tanto, esta realidad, en lugar de coartar la libertad de muchos miles de mujeres.
Sin intenciones de entrar en teología o derecho eclesiástico, el aborto es una consecuencia directa de la prohibición de la Iglesia Católica al uso de preservativos o anticonceptivos y a la falta de una educación sexual coherente por parte de los gobiernos a sus gobernados.
La oposición absoluta de nuestro presidente, Tabaré Vázquez, se enfrenta con el convencimiento y el deseo de la mayoría del pueblo uruguayo que, probablemente con una actitud similar a la que sostengo en lo personal, están a favor de la legalización del aborto con el único fin de cortar con esta cadena de aberraciones.
¡Cabezón… el Presidente!, sí, pero sobre todo cerrando los ajos a la realidad y al derecho de libertad de las mujeres uruguayas.
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