La traición de Fidel Colaboración de Alvaro Kröger |
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Hace solo unos días, miraba de un pequeño documental que aborda escasas páginas de la vida de Benigno. Para el que no lo conozca, él es uno de aquellos guerreros apocalípticos que sobrevivió el fracaso de la guerrilla del Ché en Bolivia. No pretendo narrarles el contenido de la filmación.
Comienza, mostrándonos un cuadro que le fuera regalado en el comité central del partido comunista. El mencionado cuadro contiene dos páginas escritas con puño y letra del místico guerrillero, y donde por supuesto, se hace mención de un cumpleaños de Benigno celebrado en plena campaña guerrillera.
En esos instantes de la filmación, Benigno no puede desprenderse del fantasma de su antiguo jefe y nos ofrece la figura de aquel aguerrido combatiente que comienza a desmoronarse por el efecto nocivo de los años. Benigno no puede dejar de ser quien es, y se presta a complacer la radicalidad de un público deseoso de venganzas. Sus palabras, reflejan rasgos de una sublime y traidora melancolía que, lo hace regresar con
terrible inocencia guajira hacia su pasado. Guarda con admiración y respeto aquellas líneas encuadradas que formaron parte de una fallida epopeya, pero que sin dudas, son eslabones perdidos de una historia oscura e inconclusa, cuya tinta lo marcó para siempre.
Benigno sigue siendo él durante esos segundos de narración en un parque de
París y la nostalgia que siente al presentar su cuadro es inocultable. Nos encontramos entonces ante la figura del guerrillero que no oculta ante las cámaras su orgullo por aquellos tiempos pasados. Un poco más adelante confiesa y convierte en cómplices de un antiguo romance ideológico por el jefe máximo. Idilio que duró muchos años y comienza a ser narrado en pasado.
Sus palabras reflejan el dolor oculto del que se siente traicionado por alguien en quien creyó ciegamente y amó una vez. Sus palabras, saturadas de frustración, viajan en ese instante hacia la figura del líder máximo y lo acusa de haber jugado con su amor, el amor de todos por la libertad y llevarle el pan a cada pueblo. Resultan impactantes los vínculos de la palabra amor, libertad y pan, cuando ellas nos traen el recuerdo del místico Ché Guevara, una máquina de matar y la del máximo líder, hoy moribundo, vendiendo la imagen piadosa de un embajador de ese amor anegado en sangre. El precio de sus amores resultaron extremadamente caros en muchos pueblos, la ecuación sangre y amor solo han desembocado en catástrofes de las que luego toman mucho tiempo recuperarse.
Benigno deja de ser el guerrillero y asume su verdadera personalidad, comienza a hablar como Daniel Alarcón y nos muestra una vieja radio que guarda como símbolo de aquella traición elaborada supuestamente desde La Habana. Detengámonos un solo instante ante ese artefacto. Retrocedamos hasta el contexto histórico de la guerrilla, ¿en cuál fase se encontraba en aquellos tiempos las comunicaciones por satélites?, no olvidemos que estamos regresando hasta los años 67-68. Hago esa pregunta por simple curiosidad ya que no se puede explicar técnicamente el hecho porque los satélites soviéticos no tenían la capacidad de los americanos para este tipo de comunicaciones. En el caso cubano, su fase era nula o pudo encontrarse en proyectos. Luego entonces, cómo pudiera pensarse que un simple aparato de baterías, tuviera los watts de potencia necesarios para hacer llegar las ondas hasta La Habana, los que saben un poco de comunicaciones saben a qué me refiero. Pudo funcionar en todo momento como receptor, pero jamás tuvo la capacidad como transmisor.
O sea, la traición no debe comenzar por la ausencia de una simple llave de telegrafía que muy bien pudo comprarse en Bolivia y hacerla llegar a la guerrilla, resulta casi infantil la explicación a la que se aferra Daniel. Es indudable que fueron condenados al abandono y silencio desde su llegada a ese país, ninguna de las condiciones prometidas existían para justificar el arribo de la tropa. “El Ché nunca contestaba”. “Estamos empantanados”. “¿Quién nos ha traicionado? Ellos se convirtieron en un lastre muy pesado para Fidel y los intereses políticos de una potencia no dispuesta a cargar con él.
La traición, extrañamente se habla solamente de la logística que nunca recibieron y nos deja embargados por la duda, al menos en ese cortometraje. No se mencionan los nombres de Regis Debray, Bustos, Monje, la desaparecida Unión Soviética y otros que tuvieron participación en esa cadena de traiciones que los condenaron al fracaso desde su nacimiento.
Luego del arribo y cuando nadie pensara existieran sobrevivientes, Fidel les exige un voto de silencio, el mismo que ha reinado en torno a la muerte de Camilo Cienfuegos, Benigno lo acepta por un largo tiempo, Daniel trata de romperlo con su deserción y divorcio, suma una cifra más a la interminable lista de traidores. Es atacado por sus antiguos enemigos con saña, es aplaudido por antiguos enemigos también en esa amalgama de sentimientos encontrados por la confusión.
Las manifestaciones de sus antiguos camaradas de armas resultan aún más dolorosas, son degradantes y lo rebajan a la mínima categoría que pueda ocupar el ser humano. Observemos las declaraciones que un día realizara Harry Villegas:
…¿Qué pasó con su ex compañero de revolución Daniel Alarcón (Benigno), otro sobreviviente de la guerrilla del Che?
“Se fue de Cuba en el marco de nuestras limitaciones económicas. El tenía una finquita, un buen trabajo, y lo más importante, el reconocimiento y cariño de nuestro pueblo. Pero, bueno, no le bastó con eso. Recuerdo que el Che hacía evaluaciones y en ellas decía que Benigno era simple, sin matices, sin dobleces y con problemas con la comida. En el fondo no era un revolucionario…
Ha sido una práctica común desde la aparición del mal llamado “Período Especial”, acusar a todo desertor como emigrante económico. Pero en esas acusaciones existen contradicciones sumamente importantes, Daniel tenía una finquita, un buen trabajo, y sobresalen por encima de ellas, la condición de ser quien fue y contar con todas las puertas abiertas para disfrute de los privilegios reservados a los de su estirpe.
En el fondo no era un revolucionario… Manifestó Pombo en aquel injusto y ordenado ataque contra su compañero de trincheras. ¿Cómo pudiera explicar tan estúpida afirmación? ¿Cómo podrá borrar de un zarpazo toda su trayectoria de luchas? Es sencillamente imposible. Creo que Daniel Alarcón continúa siendo revolucionario, el hombre convencido de la pureza de sus ideales y por el que dio toda su vida, la excepción de la regla, el hombre que un día decidió desprenderse de aquella mentira condenada al fracaso. "Benigno fue el héroe que un día me impusieron durante mi juventud y al cual traicioné antes de que él traicionara a los suyos", manifestaba Esteban Casañas.
Hoy, viaja por las calles de París cargando un cuadro con dos páginas de un diario escrito el mismo día de su cumpleaños. Lucha constantemente en esa batalla que existe y tal vez nunca podrá vencer, una pelea entre demonios, un encuentro entre su ser y la conciencia, Benigno no se rinde.
Entre todas las fábulas contadas por los viejos cubanos sobre el Caballero de París, se contaba una que tuvo un gran arraigo entre la gente del pueblo. Cuenta la leyenda que, aquel hidalgo caballero se volvió loco ante el fallecimiento de su amada novia. Dijeron que era de linaje y por sus venas corría sangre azul, muchos las aceptaron sabiendo que eran falsas, era una historia muy bella la que acompañaba al loco por todas las calles de La Habana. Orgulloso, educado y bohemio, aquel hombre vivió su miseria con felicidad hasta que trataron de arrancarlo de ella. Nunca se lo vió mendigar y todos se acercaban con cariño y respeto, se le ofrecía algo a cambio de poco, tal vez una curiosa explicación sobre los papeles y dibujos que mostraba. ¿Y en Paris?
Por las calles de Paris viaja diariamente Daniel Alarcón, El Caballero de La Habana. Puede que lo acusen de locura también, su historia no se aparta mucho de la de aquel caballero. Vivió enamorado de una ideología que lo traicionó como la más vulgar y promiscua prostituta, tuvo que estar loco para renunciar a tanto por tan poco. Tiene que ser irracional cambiar toda la gloria que le corresponde, aunque ella descansara sobre pedestales falsos, por el ataque de amigos y enemigos.
El Caballero de La Habana anda por las adoquinadas calles de Paris con su cuadro y radio en las manos, trata de convencer al mundo y convencerse así mismo. La ciudad luz le resulta un escenario difícil para esa batalla que lleva dentro, en cada esquina puede encontrarse con una emboscada, en cada cuadra, aparecerá la imagen de un icono que lo regresará hasta el punto de partida para emprender nuevas tácticas en esa dura batalla que libra con su conciencia. De algo no pueden tener la más absoluta duda sus enemigos y detractores, Benigno, Daniel Alarcón o el Caballero de La Habana, es un hombre valiente.
No todos renuncian a tanto por tan poco, no todos se pueden desprender de esa máscara como él lo supo hacer. No todos poseen la virilidad de andar orgullosos cargando su miseria, no todos se arriesgan a algo tan simple y valioso, enfrentar al mundo con su nombre. "Benigno fue el héroe que me impusieron en la juventud y al que yo traicioné antes de que él traicionara a los suyos". Hoy se considera un hombre sin banderas y la frustración puede vencerlo antes de que desaparezca de este mundo. Solo resta decir una cosa y puede ser objeto de infinidad de ataques y malas interpretaciones, poco importa.
Con sus virtudes y defectos, con sus pretensiones de brindar el amor y el pan de una manera tan equivocada, con sus dudas sobre la libertad, con todas las causas que sirvan como agravante a la hora de juzgarlo, se necesitan muchos Benignos, hay hombres que nacen y mueren héroes. Orgulloso y bohemio, estoy convencido de que vive su miseria con felicidad y algún día logrará esa paz espiritual a la que tratamos de acercarnos al final del camino.
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