Año III - Nº 114 - Uruguay, 21 de enero del 2005

 

 

 

 

Fabricantes de miedo
Eduardo García Gaspar

Para decidir es necesario ver los dos lados de un argumento y en el caso de alimentos transgénicos eso es cuestión de vida o muerte.

Sobre el tema de los alimentos modificados genéticamente hay sin duda una fijación que parece de lo más irracional. Déjeme dar unos pocos datos que pude investigar sobre este asunto.

Uno de los reclamos hechos por quienes se oponen a los alimentos de ese tipo fue el de las mariposas monarca. Alegaban que esas mariposas morían por causa de estar expuestas a un tipo de maíz modificado. Pues, el hecho es que no mueren y que de hecho viven mejor esas mariposas donde está el maíz modificado ya que allí no se arrojan pesticidas. La noticia de que morían recibió gran difusión pública, pero la noticia de que eso era una exageración prácticamente no recibió atención por parte de los medios.

Como en casos anteriores, para probar que las mariposas morían se les dio a sus larvas comida con ocho veces el polen modificado que se encuentra en la realidad. Digo, hasta yo me muero si como sólo queso roquefort todos los días y ocho veces más de la dosis aceptable diaria.

Lo anterior fue publicado en The Times de Londres a finales del año pasado. En enero de este año, la revista Reason habla del "golden rice" que es un tipo de arroz modificado y que sirve para prevenir la ceguera, lo que significa que varios millones de niños en países pobres pueden evitar ese trastorno si comieran ese arroz que modificado es una fuente de betacaroteno.

Estos datos son ejemplos de que ponerse en el plan de decir no a todo alimento modificado genéticamente no sólo niega la realidad científica, sino que produce daños reales, especialmente en países pobres. O, como dicen en el rancho, es una total tontería oponerse por el simple hecho de oponerse, lo que podríamos bautizar como el síndrome Bartlett.

Un informe del National Research Council de los EEUU, de abril, afirma que no hay evidencia que demuestre que los alimentos modificados constituyan un peligro debido a ese cambio genético intencional.

Otro reporte del Transgenic Plants and World Agriculture, publicado en julio de este año, menciona que la biotecnología aplicada a las cosechas tenía su respaldo especialmente para la ayuda a los países en vías de desarrollo.

Norman Borlaug es un Premio Nobel de la Paz, escribió en el Wall Street Journal de diciembre pasado, y dijo que aunque los activistas que se oponen a las modificaciones genéticas modernas, ellos ignoran que eso se ha hecho durante muchos años antes. La diferencia es que ahora se hace mejor, con métodos más exactos que antes.

Y da el siguiente dato: En 1960, la producción de los 17 cultivadores más importantes de alimentos, piensos y fibra en Estados Unidos fue de 252 millones de toneladas. En 1999, se incrementó en 700 millones de toneladas, pero usando 10 millones de acres menos de los que se cultivaban en 1960. Eso significa entre otras cosas que se deja más espacio a la naturaleza.

En esta segunda opinión sobre el caso, conviene sacar una lección. La oposición de los activistas que dicen no a todo lo que es o suena a alimento genéticamente modificado no parece tener ninguna solidez. Carece de un sostén científico razonable y está apoyado más en campañas de relaciones públicas que apelan a las emociones. Peor aún, esta negativa al avance tiene serias repercusiones mundiales, pues impide la elevación de la productividad en la fabricación de alimentos frente a una población mundial creciente... lo que es realmente un atentado de dimensiones nunca vistas ante el número de muertes que puede causar como efecto cierto colateral. Es literalmente un genocidio.

Peor aún, ese efecto colateral tiene sus más serias repercusiones en los países pobres, que por esa oposición son condenados a tener aún mayores obstáculos para su desarrollo. Quizá sea que ante el futuro, en esta época, las personas se pueden dividir en tres grupos. El más numeroso de ellos es ése que no tiene la más mínima preocupación sobre estos asuntos. Otro es el grupo que apoya a los alimentos modificados y el otro es el de los activistas que se oponen a ellos, ambos grupos verdaderamente pequeños.

Por mi parte, apoyo abiertamente a los alimentos modificados, los que bien estudiados y logrados, son milagros que ayudarán a elevar la producción de alimentos y colaborarán a dar una vida mejor a todos, especialmente a los pobres.

Material publicado por Contrapeso.info