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Estados Unidos como ciudadano global
por Mark W. Hendrickson
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Muchos americanos se preguntan el motivo de que Estados Unidos no sea más popular en la escena global. ¿Por qué nuestras relaciones con los países aliados son con frecuencia tibias, en el mejor de los casos?
Después de todo, nosotros salvamos al mundo del fascismo en la Segunda Guerra Mundial y del comunismo en la Guerra Fría, ¿no? ¿No somos los buenos? Bien, como reza el anuncio, "no exactamente".
La realidad es que nosotros los americanos hemos hecho cosas que han perjudicado a nuestros aliados y/ o provocado que pierdan confianza en nosotros. Hemos amenazado a otros de maneras que a nosotros nos harían protestar y condenar si hubiéramos estado al extremo receptor de tales acciones. No me estoy refiriendo aquí a medidas controvertidas tales como una intervención norteamericana militar o nuestros periódicos errores de "diplomacia" antidiplomática; en su lugar, el énfasis aquí se pone en temas económicos básicos para el sustento. El historial no es agradable de ver.
En la conferencia de Bretton Woods en 1944, Estados Unidos accedió a dejar que el dólar americano sirviera como referente de estabilidad monetaria del mundo libre. Esto se iba a hacer mediante el sistema de "patrón oro" en el que el dólar estaría respaldado por el oro y los poseedores extranjeros de dólares podrían canjear dólares por oro a voluntad.
A pesar de los beneficios económicos, tanto para nuestros socios comerciales como para nosotros, fruto de catalizar el comercio manteniendo una divisa no-inflacionaria a un tipo de cambio mixto, nosotros no estuvimos a la altura. En primer lugar, las presiones políticas nacionales redundaron en gasto federal inflacionario, depreciando así el dólar.
Nuestros socios comerciales, no deseando naturalmente incurrir en pérdidas derivadas de poseer una divisa en depreciación, ejercieron su derecho contractual a canjear dólares por oro. ¿Nuestra respuesta? El "cerrar la posibilidad del oro" del Presidente Nixon, revocando unilateralmente el acuerdo de Bretton Woods y poniendo fin al estándar de cambio de oro, provocando así pérdidas periódicas al tipo de cambio en las multinacionales aquí y en el extranjero. Rehusar honrar nuestro solemne compromiso y provocar pérdidas económicas a nuestros socios comerciales costó a nuestro país una gran cantidad de respeto y perjudicó a nuestras relaciones.
Hemos provocado recelos adicionales renunciando a nuestros compromisos comerciales. Nuestra posición en la Organización Mundial de Comercio ha sido hipócrita y en ocasiones hostil. Constantemente acusamos a los competidores extranjeros de producir por encima de acuerdos, incluso a la vez que nosotros inyectamos bienes en cantidades excesivas en países más pobres. Esperamos que los demás países respeten los dictámenes de la Organización al tiempo que nos reservamos el derecho de cuestionar esos dictámenes cuando van en nuestra contra.
Protestamos por los subsidios agrícolas de Europa y Japón al tiempo que incrementamos tales subsidios en casa. (Sí, esos subsidios exteriores son cuestionables, pero deberíamos ejercer aquí la iniciativa mediante el ejemplo, rehusando penalizar al pueblo americano con impuestos más elevados y precios más elevados simplemente porque los gobiernos extranjeros estén también penalizando a sus ciudadanos). Decimos a los países pobres que queremos ayudarles a desarrollarse económicamente, y a continuación nuestras acciones contradicen a nuestras palabras cuando les dificultamos tener acceso a nuestros mercados.
Un ejemplo vivo de nuestra reticencia a promover el comercio pacífico encaminado a la producción de riqueza con los países pobres quedaba plasmado en la votación del Congreso del CAFTA (el Acuerdo de Libre Comercio con América Central) hace un par de años. Se quedó atascado en la Cámara de Representantes a falta de un único voto. Piense en el aspecto que tenía esto para la gente de América Central y el mundo: los Estados Unidos de América, el coloso económico del planeta, parecía tener miedo a abrirse a la competición económica de América Central. ¿Piensa alguien de verdad que los destructores económicos de Guatemala, Honduras, Nicaragua y compañía constituyen una amenaza para nosotros?
Hoy vemos la misma vacilación a aceptar un acuerdo de libre comercio con Colombia incluso si el comercio con Colombia es más de lo que podemos absorber. Los políticos americanos, cortejando a los grupos de intereses especiales nacionales, quieren que los países pobres nos abran sus mercados al tiempo que nosotros les quitamos el acceso al nuestro. Las restricciones económicas contra los países relativamente pobres son los actos hostiles de un gamberro económico. Y después nos preguntamos el motivo de que esos países no se alineen obedientemente con nosotros en Naciones Unidas. ¡Increíble!
La política comercial no ha sido la única manera en que hemos provocado pérdidas económicas a pueblos extranjeros en esta década. Wall Street nos ha dado nuestra reputación de piratas. Ha promovido productos financieros tóxicos que han derivado enormes pérdidas económicas aquí en el país a instituciones financieras confiadas en el extranjero, provocándoles enormes pérdidas. Los extranjeros confiaban en la integridad de nuestras instituciones financieras, y a continuación les dejamos sin blanca. ¿Nos debería sorprender que este hostigamiento financiero haya producido resentimiento?
Hemos provocado pérdidas económicas adicionales con nuestra política de debilitar el dólar. Los extranjeros han prestado varios trillones de dólares a los americanos, especialmente financiando el prolífico gasto del Tío Sam. Ahora les está quedando cada vez más claro que nos proponemos "honrar" esas deudas sufragándolas en divisa depreciada. Les estamos dejando con lo puesto. ¿Podemos esperar de verdad que una política así gane amigos?
En resumen, no nos hemos comportado en absoluto como ciudadano global. Si queremos crear buena disposición y ganar respeto, confianza y la amistad de pueblos y gobiernos extranjeros, tendremos que hacer un trabajo mucho mejor ganándolos.
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