Al ver como los judíos aumentaban en número y poder en Egipto, el Faraón, temeroso de ellos, los esclavizó.

Hacía ya 430 años que el pueblo judío era retenido en Egipto cuando le fue ordenado abandonarlo. Algo en lo que mucho tuvo que ver el castigo de las siete plagas que cayeron sobre el país que le mantenía cautivo.

Una libertad que hubiera podido ser el final de su raza si no hubieran logrado atravesar el desierto alimentándose donde no había comida y cruzando ríos donde no había puentes.

En la 'Historia Sagrada' aprendí que Moisés, el que fuera salvado de las aguas, fue el que guió a los judíos hasta la tierra prometida.

El Faraón les dió poco tiempo para dejar Egipto y los judíos solo pudieron envolver en paños la masa de pan que no había tenido aún tiempo de leudar y encaminarse hacia el desierto de Sinaí.

No habían podido comer ni llevaban preparado nada para saciar el hambre por lo que hicieron tortas con aquella masa sin levadura y que ya había comenzado a fermentar.

Los judíos que salieron de Egipto y sobrevivieron al viaje y sus descendientes tardaron 40 años en llegar a destino.

Su guía, Moisés, fue castigado por Dios y no pudo pisar aquella tierra que tanto habían ambicionado conformándose con mirarla desde lejos.

Es una historia demasiado extensa para comprimirla en pocos renglones y más profunda que lo que podamos trasmitir con palabras. Para intentar entender el sentimiento que embarga al Pueblo de Israel cuando celebra su Pascua, deberemos primero enfrascarnos en la lectura de los textos bíblicos.

g.v.