El desierto del Neguev ( en hebreo) en el sur de Israel es una tierra árida y rocosa sobre la que cae un sol implacable.
Tiene forma de triángulo invertido y una superficie aproximada de 13.000 km2. Apenas una pequeña franja de su vértice toca las aguas del Mar Rojo.
Su principal ciudad es Beer Sheva, tan antigua que se remonta a los tiempos de Abraham y tan moderna como para ser el centro administrativo de la región sur y acoger la Universidad Ben-Gurión, el hospital Soroka y la Filarmónica de Beersheva.
Neguev es también 'la última frontera' y fue más que un anhelo para David Ben-Gurion (fundador del Estado de Israel y Primer Ministro del mismo en los periodos 1948-53 y 1955-63) quién pretendía llegar a dominar las tierras baldías del desierto. Algo que en parte se ha hecho realidad.
Los Kibutz han sido muy eficaces para subyugar esa tierra indómita y allí están, emergiendo rodeados de vides, de invernaderos, de cítricos, plantándole cara al desierto.
Comenzaba el siglo pasado cuando un grupo de jóvenes judíos provenientes de Europa oriental fundaban, mezclando idealismos sionistas y socialistas, la primera comuna o kibutz.
Actualmente casi 270 kibutzim, desde el Golán en el norte al Mar Rojo en el sur dan albergue a más de 130.000 familias.
El tamaño de un kibutz es indiferente a su importancia. Los hay de menos de cien miembros y los hay integrados por más de mil individuos.
Explicar el concepto de kibutz no resulta fácil, podemos transcribir el que figura en la Enciclopedia Judía de 1969: '... una comunidad colectiva voluntaria, generalmente agrícola, en la que no existe la propiedad privada y que es responsable por todas las necesidades de sus miembros y sus respectivas familias'.
Posiblemente en la actualidad hayan cambiado muchas de las normativas que regían a los primeros kibutz y ya pocos de sus miembros se dediquen a la agricultura, pero no ha cambiado el empuje de sus habitantes.
g.v.
|