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Año V Nro. 391 - Uruguay, 21 de mayo del 2010 
 
 
 
 
 
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Fernando Pintos

La peste…
por Fernando Pintos

 
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         Desenlace del Campeonato Uruguayo 2009-2010 en una final con tres partidos. En el primero, Nacional se impone por dos a cero. En el segundo, es el turno de Peñarol, que se impone por la mínima. En el tercero y definitivo, empatan a uno y el Aurinegro se corona después de siete años. La radiografía de estas finales es clara: un Peñarol que venía en carrera y que parecía destinado a ganar por muerte y destrozo, a duras penas pudo superar a un Nacional que había tenido, en esta primera mitad del año, un desempeño global en verdad lastimoso y a todas luces olvidable. En resumen: partidos definitorios que han sido un fiel reflejo de la mediocridad, la chatura y los vicios nefastos —más bien enfermedades terminales— que corroen al fútbol uruguayo y cada día le acercan un poco más al grado de extinción. En realidad, y visto el nivel de los tres partidos finales —que terminaron con división de puntos y diferencia de goles a favor del Tricolor— el ganador de este Campeonato 2009/2010 ha sido poco menos que el fruto de una casualidad. Pudo ser Nacional, pero fue Peñarol… ¡Y ya era hora de que ganara algo importante, después de experimentar siete horrorosos años de sequía! Espero que lo disfruten.

         En todo caso, a mí me preocupa, mucho más que las pálidas y deslucidas finales de este Campeonato Uruguayo que acaba de culminar, con su rocambolesco desenlace incluido, lo que sucedió con Nacional en esta primera parte de 2010. Y también, analizar el verdadero cúmulo de errores que condujo a esta realidad desastrosa, a la cual seguramente pretenderán camuflar con una serie de medidas tan hipócritas como cosméticas.

         Existen, dentro de la larga cadena de errores y fracasos que viene perpetrando esta junta directiva desde tres años y medio a esta parte, algunos aspectos resaltables que provocan interrogantes muy válidas. Y una de las principales, es: ¿para qué tener divisiones formativas, si a los juveniles formados en el club o se les deja libres, o se les presta a cuadros chicos, o se les dan las oportunidades en Primera División a duras penas y con cuentagotas? La pregunta surge frente al hecho, innegable, de que en el último año Nacional se ha llenado de jugadores afectados —física, mental y emocionalmente— por veteranía extremada, tales como O.J. Morales, Lembo, Matute Morales, el Tata González, Varela, Regueiro y Guigou… Siete nombres que, tomados en su conjunto y de acuerdo con los sueldos que se les pagan —desmesurados para el fútbol de Uruguay—, no le cuestan al club menos de un millón y medio de dólares anuales. O sea: la cuarta parte del presupuesto anual que, según declaraciones de esta directiva, maneja el Club Nacional de Football.

         Para este caso de los veteranos in extremis que Nacional mantiene en su plantilla superior, la objeción no vendría tanto por el monto mencionado (que de por sí significa una barbaridad y un despilfarro), sino por el mal uso que se hace de tal dinero. Si se hubiera contratado a siete jugadores de extremada habilidad y de gran condición física, capaces de desequilibrar un campeonato interno y de pesar en competencias internacionales, entonces el millón y medio de dólares se podría cuando menos creer bien empleado. Pero da la casualidad que eso que Nacional tiene en su plantel principal es una colección de personajes prácticamente inútiles: lentos, semi enfermos o lesionados de Part Time. Algo así como una combinación de cottolengo con E.R. (sala de emergencias) y cementerio de elefantes. Eternos lesionados. Sempiternos adoloridos. Malhumorados crónicos… Y, para colmo de males, algunos de ellos con impertinentes exigencias y actitudes, las que a estas alturas del siglo parecerían bastante más propias de aquellas divas desempleadas que dejó el cine mudo inmediatamente después de su colapso.

         Frente a un cuadro tan lamentable, que es completado —para colmo de espantos— con la presencia de individuos tan anodinos como Matías Cabrera (sobrinito del técnico Eduardo Acevedo) y algunos otros impresentables que emigraron desde el Club Atlético Cerro tras el final de la pasada Liguilla, cualquier persona con dos dedos de frente preferiría que Nacional jugara con una mayoría de buenos juveniles formados en las divisiones menores del club, antes que hacerlo con un elenco de veteranos pagados a precio de oro. Y también resultarían preferibles los propios juveniles antes que una confusa trouppe de jugadores del montón, llegados de clubes menores. En cuanto a los extranjeros, sí estaría muy bien contratar alguno del calibre de un Nicolás Bertolo o un Mathías Rodríguez, pero nada más.

         Meses atrás, cuando Nacional tuvo la oportunidad de traer buenos jugadores, como el Japo Rodríguez (quien ya había sido tricolor), se cerraron las puertas y no se dio la menor explicación. Igualmente, después que Nacional encuentra un goleador como El Grllo Biscayzacú (Bolsilludo a morir) y éste entra en la historia con tres goles en un mismo Clásico, de inmediato se le echa del club como un perro sarnoso… Y otra vez una cortina de falsedades y mentiras, como el mejor argumento de esta directiva perversa de negociantes y perdedores. Y la enumeración de errores podría seguir por largo rato y espacio. Pero prefiero unos cuantos para edición posterior. Eso sí. Este presente patético y vidrioso del Club Nacional de Football me traer a la mente el título de una novela de Albert Camus: La peste.

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© Fernando Pintos para Informe Uruguay

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