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Año V Nro. 352 - Uruguay, 21 de agosto del 2009   
 
 
 
 
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Visión Marítima

 

Uruguay y el capital
por Federico Abdo

 
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         Uruguay es el país que amamos, origen y destino de todos nuestros esfuerzos cívicos, así sentimos la actividad política, nada ni nadie ocupa el sitial privilegiado en nuestra devoción, así sentimos a nuestra tierra. La Patria hoy está agonizando, lo mejor de lo suyo, de lo nuestro, se ha ido esfumando sin que lo percibiéramos, es que se ha ido poco a poco y sin grandes brusquedades. La moral chica de la que hablaba Herrera, la diaria, ésa se ha ido desformando, y la moral chica hace a la moral grande. Las buenas costumbres y modales corren peligro de extinción, el proceso de desmoronamiento cultural que sufre nuestro pueblo debiera ser causa primordial de inquietud de la clase dirigente.

         Hay quienes no entienden o no quieren entender el diagnóstico, e, incluso dicen con ínfulas de eruditos de boliche diplomados en calle: “los blancos pretenden asustar viejitas”. Lo tildan de fatalista y demagogo. Siempre es más fácil ser radical y sacar el cuerpo a la jeringa, que asumir responsabilidades o en su defecto culpas.

         El progreso está atado íntimamente al trabajo y éste al capital, sin capital no hay trabajo, entonces no hay desarrollo. Los dos factores de atracción de inversiones que en Uruguay siempre fueron decisivos son el capital humano y la seguridad en el sentido más amplio.

         Un gobierno verdaderamente progresista debiera promover un marco normativo que seguido del ejercicio de la autoridad y la voluntad política diera al inversor confianza suficiente para convertirse en el destino de su dinero. Históricamente mientras nuestros vecinos andaban a los barquinazos, bajo el influjo demagogo, sobre todo en Argentina, Uruguay casi siempre conservó el tino republicano y dio certezas jurídicas y de defensa del derecho de propiedad entre otros importantes, que sin dudas, son señales que cualquiera que fuera a poner plata en un sitio ve con buenos ojos. En sentido estricto, la seguridad física y el real ejercicio de las libertades, hacen al inversor, midiendo otras cuestiones, también decidirse por tal o cual lugar para invertir. Sin dudas, nuestro país se caracterizó siempre por la estabilidad y la tranquilidad.

         El principal recurso de cualquier empresa es su personal. Las escuelas y liceos entre otras cosas reciben niños y debieran formar futuros trabajadores. El sistema educativo es una fábrica de personas, inculca valores y aptitudes. Hoy la educación está en un estado de agonía que asusta y es presagio de tiempos peores. Urgente tiene que ser objeto de reingeniería o al menos debe imprimírsele un avance cualitativo cuanto antes. Tenemos una educación con índices alarmantes de deserción estudiantil y ausentismo docente, alguien debe agarrar el toro por las guampas, de lo contrario, estamos mal pero vamos peor.

         En el Uruguay a la hora de ser receptor de inversión, siempre fue considerado el nivel cultural de su pueblo como una ventaja comparativa respecto al resto de los países americanos y sus vecinos en especial. Hoy mucho me temo, que esa ventaja ha ido perdiendo lugar, o, si acaso respecto a Brasil y Argentina seguimos primereando no es tampoco lo decisivo que fuera antes a la hora de invertir. El mundo de hoy, al haberse achicado tanto las distancias, presenta como oportunidad al capitalista el hecho de lo que antes hacía en una región, hacerlo en otra sin perder eficiencia. Es decir, por más, que respecto a Argentina, Brasil y Paraguay estemos mejor cultivados, tampoco es tan relevante compararnos con ellos. Compararnos con guarismos mediocres, es de mediocres, y hoy cada vez más el mundo aspira a la excelencia. Sumemos a esa reducción de la brecha entre la calidad media educacional de nuestro pueblo respecto a los países nombrados, otro factor siempre decisivo al invertir, nuestra economía no es de escala, Brasil y Argentina si lo son, lo cual reduce considerablemente los costos de inversión. A todo esto adicionemos también que la lentitud y omnipresencia de nuestro estado cada día más metido en todo, rechina al espíritu innovador y tomador de riesgos.

         Piense el lector un segundo, con quién nuestro país le será más factible sumarse a las posiciones de vanguardia como destino de inversión, si con Mujica o con el Partido Nacional. Personalmente pienso que, ó, Lacalle asume, ó, todo sigue como está ó, peor aún.

© Federico Abdo

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