|
Invitación para visitar…
¡el paraíso de Fidel!
|
por Fernando Pintos |
|
|
Recuerdo vívidamente que, en cierta ocasión, mientras estaba hojeando el diario «Prensa Libre» de Guatemala, en la página 27, bajo el antetítulo de «Turismo» y con el título de «Cuba, viaje imprescindible», me topé con un artículo, el cual parecía bastante informativo —en sentido turístico—, y que efectivamente lo fue hasta el comienzo del quinto párrafo. Pero una vez allí llegado, pude leer lo siguiente: «…Aunque el bloqueo norteamericano y el aislamiento durante la Guerra Fría han afectado duramente al pueblo cubano, no ha sido un obstáculo para que Cuba sea uno de los países con mejores condiciones de vida, educación y salud de toda América Latina. Si no, que lo digan las 25 medallas obtenidas por este país en las recién concluidas Olimpíadas, y el honroso octavo lugar ocupado entre potencias mundiales, y primero a nivel latinoamericano. Pero que no le cuenten, vaya usted y conozca Cuba por sus propios ojos».
|
|
¡Aleluya!, dije para mis adentros. He ahí cómo, por arte de prestidigitación, el inocente tema del «Turismo» se convertía en pura propaganda político-ideológica. Y ésta es una que, tal cual bien sabía y profesaba el doctor Goebbels, suele transformar realidades, fabricar espejismos e idiotizar auditorios masivos. Así que la Cuba comunista era (es) «un paraíso». ¡Y ello a pesar del «bloqueo» y la «Guerra Fría»! ¡Eureka! ¡Vaya descubrimiento! Entonces, si la isla ha resultado ser un edén, cabe concluir que Fidel Castro debe haber sido una especie de Tata Dios, sobre todo hacia finales del siglo pasado, cuando, tan bien asesorado, asumía la farsesca actitud de pacífico, sabio, bondadoso y paternal ancianito barbudo, toda vez que algún noticiero de televisión por cable le ponía cámaras y micrófonos delante o debajo de sus revolucionarias narices…
Pero, en la práctica, aquel aborto de la historia que se llamó Fidel Castro (de los cadáveres siempre se debe hablar utilizando los verbos en tiempo pasado, por más que algunos de esos muertos aparenten parlotear… Tal como sucede toda vez que son velados y refrigerados por un acongojado cortejo de verdugos trocados en ventrílocuos) ha logrado batir varios récords impresionantes, mas no precisamente olímpicos. Aunque, sí que ha tenido algo el personaje, de olímpico, aunque sólo haya sido su absoluto desprecio por la libertad y los derechos individuales… En cuanto a sus incomparables récords, me parece que el principal consistió en mantenerse aferrado al poder absoluto, tal como una gigantesca garrapata, ahíta de pus y sangre, ¡por más de 48 años!… Plusmarca que casi ningún déspota registrado por la Historia logró alcanzar en los últimos 50 siglos. ¡Congratulaciones por ello! El honor es para quien honor merece… ¿O acaso, en lugar de «honor» será «horror»?
Existe, además, otro de los monumentales logros de Fidel Castro, el cual consistió en bajar el nivel de vida de los cubanos, desde los más altos lugares de Latinoamérica (en 1959 sólo era superado por Argentina y Uruguay), hasta niveles por debajo de paupérrimos en 2007. Y un tercer logro gigantesco: enviar, durante largos años, decenas de miles de jóvenes cubanos a pelear en África, en el papel de viles cipayos y con la misión de servir como carne de cañón para el imperio soviético. Pero aún más: en el recuento de sus muchos méritos, se debe acreditar también una espectacular hazaña logística: haber emboscado un asqueroso y despreciable soplón (cuando menos) en cada cuadra de todas las ciudades y los poblados cubanos, cada uno de ellos (me refiero a los soplones) imbuidos con la «preciosa» misión de espiar y delatar a los disidentes (en la práctica, siempre habría en cada cuadra un segundo espía, encargado de delatar las supuestas o posibles desviaciones del soplón titular).
|
|
Pero Fidel Castro también alcanzó un quinto récord inimitable: crear el sistema policial represivo más perfecto de la historia, lo cual ha sido reconocido hasta por los mismos soviéticos, quienes han sido maestros eximios en la materia…. Y todavía existió un sexto logro: el de «alfabetizar» Cuba (que ya lo estaba de sobra en 1959), para que la gente tan sólo pudiera leer los periódicos y libros estrictamente permitidos (los no prohibidos ni secuestrados) por el infame régimen comunista. Pero, ¡ah!, que hubo además un séptimo éxito de características olímpicas: transformar a Cuba en uno de los principales destinos para el turismo sexual, y obligar a incontables cubanas a prostituirse para poder esquivar, cuando menos en algo, la asquerosa miseria racionada por el régimen con látigos y cuentagotas. Y paro aquí de enumerar los impresionantes «récords», «éxitos» y «logros» de la Fidel Castro & Company M.R.D. (Mafia de Responsabilidad Desviada), aunque habría mucho más para agregar, como, por ejemplo: esa ejemplar manera de destruir, irremisiblemente, la economía de un país que en lo económico había sido tan floreciente. O la forma espectacular en que consiguió transformar una ciudad de ensueño (La Habana) en un montón de ruinas y chatarra. O la suprema habilidad con que consiguió generar una escasez angustiosa de artículos de higiene personal (extraña característica común a todos los regímenes comunistas), con morboso énfasis en el papel higiénico, el jabón y la pasta de dientes.
|
|
Un país que ha sido, durante 48 años y medio sometido a todo lo anterior —y habría un exceso más por decir, incluso sobre los tan cacareados rubros de la salud y el deporte—; que ha sido y sigue siendo el calabozo de un pueblo martirizado y humillado por un régimen de canallas, bellacos, delatores, verdugos, esbirros y alcahuetes… Eso ha sido y sigue siendo Cuba, por desgracia. Y recordando, entonces, aquel asqueroso articulito de «Prensa Libre», daré las gracias al periodista enmascarado («nf»), quien de tan orgulloso por su texto así lo firmaba, con iniciales puestas entre paréntesis, mas me inhibiré de visitar la Cuba de Castro, que en estos momentos es la de su ominoso fantasma. Pues acontece que no tengo el menor interés por el turismo sexual. Y porque, además, detesto jugar el papel del turista afortunado, quien se regocija contemplando la miseria y estrechez de un pueblo noble y desdichado, que no mereció ni merece tamaña situación… Es que no pertenezco, ni por lejos, a aquella raza de infelices que disfrutan viendo cómo los demás se la pasan mal, para con ello sentirse ufanos de lo que les aguarda en propia casa. Ni tampoco quiero ver cómo se prostituyen mujeres de toda edad, niñas inclusive, por unos pocos dólares o simplemente para disfrutar de eso que, a pesar del Encuentro Progresista tenemos en Uruguay todavía de sobra: jabones, desodorantes, perfumes, champúes o papel higiénico.
|