Año III - Nº 153 - Uruguay, 21 de octubre del 2005

 
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La guerra que se está
cocinando....a fuego lento

* Danny Luque
 

Cuando decimos " sangre por petróleo", mucha gente tiende a pensar en la guerra de Iraq o algún país renegado de la volátil región del Medio Oriente.

Pero, para sorpresa de muchos, el revoltijo por el control de las reservas planetarias de petróleo se está gestando en el Pacífico, a pocas millas de Japón y la China.

El petróleo y el gas natural han demostrado ser casi imprescindibles en las actuales economías mundiales; los huracanes Katrina y Rita han corroborado la tesitura de que una breve interrupción en la producción puede disparar los precios por las nubes, creando así, un enlentecimiento de las economías y poniéndonos al borde de un espiral inflacionario que se vislumbra en muchos países, incluso los Estados Unidos.

Imaginémonos ahora el impacto que podría tener la escasez de estos productos en un país muy industrializado, más dependientes del petróleo importado que los Estados Unidos, cuando ese suministro se ve amenazado mediante un bloqueo naval por un competidor poderoso y de pocas pulgas.

Esa es la catástrofe a la que Japón está expuesto si no llega o no puede proteger su actual acceso a la energía de otro gigante hambriento o mejor dicho sediento de energía, la República Comunista-Neocapitalista de China.

Ambas naciones se encuentran en un nuevo mundo en donde el gas natural y el petróleo, dictan, rigen y son dos factores determinantes, casi decisivos en la salud de sus economías. Factores tan determinantes que conllevan a ambos involucrados a tener que defender esos intereses predispuestos a ir a la guerra si así fuera necesario. Y el problema puede involucrar a otras naciones, si pensamos que Estados Unidos tiene un compromiso adquirido con los Nipones, como protector, en caso de una guerra u otra amenaza militar foránea contra la nación del sol naciente, compromiso adquirido luego de la segunda guerra mundial.

Aparte de los intereses estratégicos que los Estados Unidos tienen en la región están en juego las ricas reservas de gas natural en las remotas e inhabitadas islas Senkaku, localizadas al este del Mar Chino, aproximadamente a mitad de camino entre Taiwán y Okinawa, en donde 70.000 japoneses y 12.000 estadounidenses murieron en previas guerras.

Japón es el cuarto más grande consumidor mundial de petróleo, y el segundo más grande importador (por volumen) luego de los Estados Unidos.

Pero la diferencia con el país del norte es que las importaciones de petróleo y sus derivados son vitales para su prosperidad y supervivencia, ya que no tiene reservas domésticas.

La explotación de las reservas de las islas Senkaku son cruciales para el futuro energético de Japón.

Pero China, el segundo más grande consumidor de petróleo está presionando y flexionando su músculo militar en este candente tema, además NUNCA reconoció la soberanía de Japón sobre las ricas islas.

A principios de este año, los chinos anunciaron que comenzarían a perforar en los campos de gas de Chunxaio, a poco más de una milla al norte de la Zona Exclusiva de Energía que Japón estableció alrededor de las islas Senkakus. Hablando mal y pronto, Japón tiene reales preocupaciones de que la movida China de comenzar a perforar tan cerca de su rico yacimiento, les permita a los chinos "chuparse" parte de los 1.6 trillones de pies cúbicos del preciado gas natural que allí se encuentran sepultados.

En Marzo pasado, el gobierno chino le ordenó a su par japonés a renunciar a sus pretensiones de soberanía sobre las islas o tomar total responsabilidad por lo que pudiera ocurrir en caso contrario.

El premier nipón ha rehusado a claudicar en sus ambiciones sobre las islas.

A todo esto, tres semanas atrás, un contingente de la fuerza naval china que incluía un destructor de misiles de casi 8.000 toneladas y dos fragatas, aparecieron en las costas de los campos de Chunxaio.

El mundo entero está pendiente de la respuesta de Japón: podría ser fuerte. Veamos, en Noviembre del 2004 Japón detectó un submarino chino en las costas de Okinawa; eso derivó en una movilización a gran escala de la fuerza naval nipona, la segunda, después de la Segunda Guerra Mundial.

Los provocativos movimientos navales de la China están acrecentando la tensión ya existente en la región debido a las amenazas de la República China en contra de la próspera y también sedienta de petróleo: Taiwán (que también reclama cierta soberanía en las islas Senkakus).

Sumado a eso, la posibilidad de un bloqueo naval de China en el estrecho de Taiwán le cortaría el suministro a Japón de su fuente de recursos del Medio Oriente. También Rusia y Corea del Norte mirarían expectantes el desarrollo de los acontecimientos entre esos países. Como vemos, hay suficientes ingredientes e intereses en juego para una crisis de primer nivel, y quizás un posible enfrentamiento bélico.

Todo estas fricciones nos traen a la mente recuerdos de los "incidentes" internacionales que precedieron a la Primera Guerra Mundial, cuando los grandes poderes europeos medían su poderío y determinación, a un paso de una gran confrontación bélica como finalmente ocurrió: Fashoda en 1898,Tangiers en 1905, Agadir en 1911.

Cada vez, Gran Bretaña o Francia o Alemania o los tres juntos sintieron la necesidad de movilizarse militarmente por una guerra que ninguno de los tres quería. Cada vez, los diplomáticos intentaron suavizar las tensiones (de igual forma que los japoneses y chinos aceptan discutir la soberanía de las islas en cuestión) mientras los militares estudian la respuesta a cada una de las afrentas del contrincante y se preparan para una eventual confrontación.

Cuando los intereses que están en juego son tan vitales, siempre existirá la posibilidad que una pequeña chispa provoque un enorme incendio, como ocurriera en Europa en 1914, con el asesinato del Archiduque Ferdinando, el "chispazo" que inició la primera conflagración a nivel mundial.

En 1914, los intereses eran imperios coloniales, hoy es el petróleo.

Como los poderosos europeos de un siglo atrás, los poderosos industriales de Asia y el Pacífico se sienten fuertes, arrogantes, confiados, seguros de si mismos; ellos sienten que su hora de grandeza ha llegado. Pero la amenaza de escasos recursos petroleros y el aumento desmesurado en su precio se cierne amenazante sobre su futuro. Quizás un día, antes de lo que muchos quisiéramos, la guerra será una alternativa preferible al desastre nacional y desgracia.

Mantener la paz requerirá de una fuerte presencia estadounidense en el área y un fuerte apoyo a Japón. Estados Unidos está comprometido en los papeles a ayudar a los nipones defender las islas de Senkaku desde 1960; promesa que fue renovada en 1966.

Estados Unidos tiene que enviar un mensaje claro y consistente que no tolerará una agresión china, o intransigencias japonesas sobre las islas en cuestión.

Las guerras Mundiales se dan cuando el país agresor (o los agresores) perciben una cierta debilidad en la voluntad colectiva de frenar tajantemente, de raíz, cualquier intentona de establecer por las fuerza su punto de vista, o sus ambiciones, tal como ocurrió con Alemania en 1914, de vuelta en 1939 y con el Imperio japonés en 1941.

Nadie en su sano juicio quiere una guerra por las islas Senkaku, pero tampoco nadie la quería por el Archiduque Ferdinando décadas atrás.