Año III - Nº 153 - Uruguay, 21 de octubre del 2005

 
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La Magia de Internet...
o los Locos de la Web

* Fernando Pintos

Tan sólo veinte años atrás, Internet era un tema que casi rozaba los linderos de la ciencia-ficción. Apenas diez años atrás, Internet ya significaba una realidad en vertiginoso crecimiento y sus efectos comenzaban a esparcirse por la sociedad a través del mundo& Como toda invención humana, rápidamente se convertía en una arena de lucha donde competían, con denuedo, el bien y el mal& Internet servía para unas comunicaciones virtuales de increíble agilidad, revolucionaba la banca y el comercio, facilitaba la Globalización y abría el terreno para novísimos medios de comunicación masiva& Pero también era terreno fértil para las actividades de los pedófilos, se prestaba para que organizaciones terroristas agilizaran sus actividades nefastas, se transformaba en el medio idóneo para las malandanzas de los especuladores financieros& ¡E incluso permitía que las organizaciones de pandilleros tuviesen comunicación instantánea y páginas Web! Sin hablar de los hackers, esa legión de cretinos y degenerados que tiene, como actividad primordial, la creación y difusión de virus destinados a destruir los sistemas de software más sofisticados y también violar los protocolos de seguridad, no ya de las grandes empresas, sino incluso de las principales superestructuras de los súper estados primermundistas, tales como el Pentágono. Internet, una creación posmoderna por excelencia, no ha podido escapar a los parámetros de la Posmodernidad. De allí que, deambular por ese mundo extraño podrá deparar, a la corta o a la larga, unas experiencias verdaderamente sui generis. En ese océano cibernético navega una verdadera legión de alienados y desorientados de tiempo completo. Es gente que busca sin saber qué, y que en la práctica parecería no poder encontrarse consigo misma. Toda una revolución en el campo de la sociología y de las ciencias del hombre& Las cuales bien deberían estar de boca abierta y exclusivamente atentas a tamaño fenómeno, las 24 horas de cada uno de los 365 días del año.

Existe un libro muy famoso de Emile Durkheim, a quien se considera uno de los padres fundadores de la sociología. Y el título de esa obra lo dice todo: EL SUICIDIO. Sería muy largo explicar por qué Durkheim lo escribió, cómo lo hizo y a qué conclusiones llegó con el mismo. Pero lo que sí importa aquí, es lo siguiente: a lo largo de su estudio sobre el suicidio, Durkheim se topó con un fenómeno muy singular, al cual denominó "anomia", palabra compuesta que, etimológicamente, deviene del prefijo "a" (que significa "sin" o "carente de") y el término "nomos" (que viene a significar "ley"). Anomia significaría, en una palabra, "sin ley". La denominación es un poco engañosa si nos atenemos la naturaleza del fenómeno descubierto por Durkheim, el cual consistía en ser presa de un profundo estado de desorientación. Las personas afectadas por anomia son como objetos a la deriva, y en su calidad de tales, carecen de brújula, de timón, de ubicuidad, de rumbo y, por sobre todas las cosas, de esperanza. El anómico no sabe ni de dónde viene, ni hacia dónde se dirige. Y mucho menos sabe qué está haciendo en el preciso lugar donde se encuentra... Para colmo, tampoco tiene la más mínima idea de a dónde podrá ir a parar con sus huesos,, ni mañana, ni pasado mañana, ni en cualquier otro instante del resto de la eternidad. No fue casualidad que Durkheim descubriera el estado que denominó anomia en tanto realizaba un profundo estudio sobre el suicidio. Años después, los psicólogos descubrieron que la mayor parte de los suicidios está precedida por un profundo estado depresivo. Mas& ¿A qué otra cosa, que no fuera una depresión profundísima, podría inducir un estado pertinaz de anomia?

Emile Durkheim podría estudiar, ahora, todas esas formas extrañas en que, a través de la red Internet, se realizan hoy día festivos pactos suicidas en diferentes partes del mundo. He aquí uno de los tantos fenómenos que está generando la Web, si bien no es el único. Porque Internet parece haber desatado un verdadero furor, que hunde sus raíces en el más recóndito espíritu de la Posmodernidad& ¿Se esperaba que Internet sirviera a la vida? Pues ahí está,,,, de cuerpo presente, una partida de anormales promoviendo y llevando a cabo pactos para suicidarse colectivamente& ¿Se creía que Internet era un enorme adelanto tecnológico? Bien: allí tenemos a toda una legión de animados hackers, quienes no tienen otra cosa mejor que pasar todo su tiempo disponible perpetrando maldades a través de la red, generando y difundiendo ingeniosísmos virus informáticos, tomando por asalto la privacidad de las computadoras, clonando tarjetas de crédito, molestando y dañando al resto de la humanidad en cuanto les sea posible hacerlo& ¿Se soñaba con un Internet al servicio de las grandes realizaciones del espíritu? Pregunten, antes que nada, a las pandillas norteamericanas y centroamericanas, a los terroristas islámicos, a los adoradores del demonio y a los degenerados de tiempo completo, porque ellos sí saben de qué maneras utilizar la red para sus propias e infamantes "grandes realizaciones".

Ustedes dirán: "la culpa es del ser humano, que convierte en mugre todo lo que toca". Y puede que tengan razón. Si nos atenemos a lo que relata la Biblia, los seres humanos se comportaron como la peor de las inmundicias, desde la creación del mundo en adelante, sin Jehová, ni Dios tronante, ni tablas de la Ley, ni profetas, ni Jesucristo,, ni absolutamente nada que los pudiese poner en vereda. Ciertamente, los seres humanos somos una cosa seria. Pero a esas intrínsecas tendencias -¿cómo llamarlas "cualidades"?- de la especie, se han agregado, últimamente, las condiciones del medio-ambiente. Y no me refiero, por supuesto, a los avatares del clima. Estoy haciendo mención del ambiente intelectual, de ese flujo de las ideas que recorre el mundo de uno a otro extremo y que, salvo honrosas excepciones, envuelve y arrastra a casi el total de esta desdichada humanidad contemporánea. El medio-ambiente del que hablo, entonces, es el caldo de cultivo intelectual de la Posmodernidad y de su prima-hermana, la Globalización. Y como de prostitutas se trata (Posmodernidad y Globalización), tendremos como inevitable consecuencia un ambiente inevitablemente prostituído.

Ciertamente, la irrupción de Internet como nuevo medio tecnológico de casi infinitas posibilidades acarreó, en la última década del siglo XX, un maremoto de especulaciones y predicciones. Y como todas las especulaciones posmodernas que refieren a fenómenos propios de la Posmodernidad, aquéllas eran en gran medida optimistas. ¿Para qué hablar de estafas? ¿Para qué referir el advenimiento de una ominosa legión de peligros? ¡Nada de eso! ¡Internet era divino! Como divinos eran -todos en línea y muy sonrientes- Bill Gates, los otros amos de la Globalización y las apocalípticas estafas globales posmodernas, al estilo del farsesco e infame EFECTO Y2K& Que no tuvo nada de broma, empero, pues gracias a esa graciosísima impostura (recuérdese que, el 1º de enero del año 2000, ni siquiera una mosca se estrelló contra una ventana por culpa del tan cacareado "efecto"), Bill Gates y compañía, es decir, los que manejan el negocio mundial de la informática, consiguieron robarle al resto de la Humanidad, de un golpe, 500 mil millones de dólares. Y, lógicamente, nadie que yo sepa dijo ni "pío" al respecto. Porque de las grandes estafas posmodernas, entre las cuales el EFECTO Y2K ocupa un lugar de privilegio, es mejor que nadie hable, que nadie diga, que nadie señale, que nadie acuse. Pero, ¿cómo podría ser de alguna otra manera? ¿Acaso ustedes no han oído hablar acerca de la Regla de Oro? Como es bien sabido y comprobado, se trata de la regla más sencilla y popular de este planeta: "El que tiene el oro, hace la regla".

Describieron a Intenet, desde un principio, como "el medio ideal". Los pronosticadores especulaban sobre la rapidez de las informaciones, la simultaneidad de las noticias, la variedad casi infinita de las opciones online, la actualidad de los materiales que allí se iban a ofrecer, la superioridad de la red como medio de comunicación sobre cualesquiera, entre todos los demás medios conocidos hasta entonces& Internet parecía destinada a arrasar con todo lo convencional que se le pudiera poner por delante, pero no ha sido así. ¿Por qué razones? Bueno, sería demasiado trabajoso enumerarlas. Pero intentemos algunas& ¿Qué les parece, en primer término, la absoluta imposibilidad, para miles de millones de personas que en este planeta sobreviven con uno o dos dólares diarios (cuando mucho), de acceder a la posesión o al simple manejo de una computadora? Tal vez por ahí tengamos una razón interesante. Pero hay ciertamente otras, tales como, por ejemplo, el hecho, evidente de que las economías de los países del Primer Mundo se están "tercerizando". Esto es innegable y numerosos autores lo remarcan. En países como Alemania, Japón, o incluso Estados Unidos, la estabilidad laboral se está yendo por un tubo. Crecen los porcentajes de semi-empleados y de sub-empleados. Crecen también los porcentajes de gente que trabaja en actividades informales. Y claro, todo eso tiene una explicación a la cual casi todo el mundo quiere evadir acudiendo al síndrome de avestruz: los ricos son cada día más fabulosamente ricos& Pero ese fenómeno no es gratuito. Para que los poderosos del mundo acumulen cada vez más riqueza, los pobres deberán serlo, también, ¡cada día más! Los pobres deben rebajarse a miserables, en tanto la clase media coquetea peligrosamente con la pobreza. Precisamente, esta clase media que ha sido espina dorsal de las sociedades avanzadas durante la etapa que se conoció como Modernidad, ahora deber resignarse a tomar el lancinante sendero que lleva hasta las mismas fronteras de la pobreza& ¿Les suena familiar la crisis que ha experimentado Argentina? ¿Les parece conocida la crisis que ha vivido y vive Uruguay? Bueno, eso es Globalización y eso es Posmodernidad. Acostúmbrense a ellas, porque hemos sido vendidos a la Globalización y la posmodernidad por una partida de judas neoliberales, eso sí, por algo más que treinta denarios& ¿Quieren ver hacia dónde se dirige el mundo en estas condiciones? Es muy sencillo: búsquense una película de los años 70 que debe estar en video -me resisto a decir vídeo, esa palabreja amariconada- y se podrá rentar o incluso conseguir en la web. El título es "Soylent Green"; fue dirigida por Richard Fleischer y protagonizada por Charlton Heston y Edward G. Robinson (fue su última película y, extraña coincidencia, él también muere en la pantalla). "Soylent Green" les dirá hacia dónde vamos o, cuando menos, hacia dónde nos quieren llevar& Con Globalización, Posmodernidad e Internet, todos del brazo. Porque, después de todo, la voracidad de los grandes capitalistas que manejan el mundo a su antojo, además de insaciable, crece día con día y se alimenta no sólo de negocios, sino, también, de impunidad. Y que ningún cretino neoliberal venga a decirme lo contrario, porque -debo confesarlo con cierta contricción- las memeces e incoherencias suelen ponerme con un humor de perros.