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Los casinos progresistas
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por Javier García |
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Oculto por la estridencia pública del proceso judicial que investiga el affaire Bengoa, ha pasado relativamente desapercibida la sanción al proyecto de ley que privatiza el casino Carrasco.
Desde la Intendencia de Montevideo y con el impulso del Poder Ejecutivo se envió al parlamento un proyecto de ley que, apartados los formulismos, habilita la privatización de la sala de juegos del Hotel Casino Carrasco. Hace diecisiete años que el Frente Amplio gobierna la capital y si alguien quisiera graficar el resultado de esa larga gestión, alcanzaría con identificarla con ese edificio. Es el monumento a la inoperancia, a la mala gestión, a la plata de los contribuyentes malgastada o caída en algún bolsillo oportunista.
Reiterados intentos de solución con contratos, llamados a interesados, lobbies, viajes de jerarcas, pliegos, para que todavía se pase delante de él y se sienta la pena de ver un edificio emblemático, cercado por unas chapas oxidadas.
Enfrentados a la incapacidad de resolver esto, el Frente Amplio recurrió a los piratas para que lo ayuden.
Los mismos piratas de antes que con ojo emparchado representaban lo más corrupto del capitalismo salvaje que, aprovechándose de nuestras pobres economías, repartían unas monedas para quedarse con el patrimonio nacional, ahora son los bienvenidos inversionistas. A ellos se recurre.
Pero estos son de los peores piratas, están dedicados a los juegos de azar, actividad que en algunos lugares ha sido vinculada al lavado de dinero, al narcotráfico y otras menudencias.
Dijo un diputado oficialista en la Cámara que han evolucionado y la realidad es distinta. Argumentaron como si hubieran sido egresados de Chicago. Ningún neoliberal lo hubiera defendido mejor y con más convicción que la demostrada por el MPP en sala.
Asociar a Ancap o Pluna con capitales privados eran afrentas al patrimonio de los uruguayos y merecieron referéndum. Para el FA en la oposición el capital privado era pirata, sin embargo en el gobierno se le otorgan casinos.
Todo el proceso convocado por la Intendencia está plagado de oscuridades y como bien dijo el diputado Gandini cuando se trató, queda la sospecha de que antes de hacerse el llamado a licitación, la misma ya tiene dueño.
En el gobierno está primando cierto grado de impunidad estimulado por las mayorías absolutas que posee. Muchos dirigentes se divierten con los dramáticos cambios de sus postulados históricos y asumen esto como parte de la naturaleza de las cosas. No es así.
Cambiar posiciones puede ser parte del proceso normal de aprendizaje o de maduración de ideas, pero en todo caso requiere de una explicación a la opinión pública.
Requeriría de cierto grado de humildad para reconocer errores pasados, y hasta el acierto de aquellos a quienes antes se criticaba. Pero este no es el caso, el FA entró en un camino de sometimiento a algunos intereses empresariales, de connivencia con algunos sectores de éstos que suelen endulzar a algunos políticos integrándolos a círculos que pueden encandilar y marear.
Son sólo algunos empresarios y algunos políticos, pero con mucha llegada a despachos oficiales. Entre fiestas y fiestas se hace normal, parece, comentar negocios y licitaciones.
Por ello estas volteretas ideológicas asombran y generan sospecha. No es sólo una cuestión de si algunas actividades deben estar en manos del Estado o de privados, sino que sean transparentes.
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