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La Asamblea puede y debe rendir más
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por Luis Anastasía |
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“Existen tres clases de personas: las que saben contar y las que no”
Homero Simpson
En la escuela se nos intenta enseñar a leer, a escribir, las tablas de multiplicar y los rudimentos de la matemática pero por sobre todo creo que el objetivo fundamental es que aprendamos a pensar. O por lo menos tener la capacidad básica para desarrollar el pensamiento.
Cuando las esforzadas maestras nos planteaban problemas para resolver, en realidad intentaban evaluarnos en nuestra capacidad lectora, la escritura y el manejo de los números. No era suficiente - nunca lo es ni lo será - que se sepa leer sino que además se debe comprender y aprehender el texto. Recién al entender lo que se ha leído nos encontramos en situación de desentrañar la magia de los números como para resolver el problema planteado. Finalmente, nuestra capacidad de escritura manifiesta otra habilidad: expresar mediante palabras el desarrollo del pensamiento y cuáles fueron los caminos seguidos hasta haber encontrado la solución.
Muchas veces esas soluciones maravillosas a las que llegábamos con los quebrados no eran coincidentes con el resultado real del problema que la maestra ya tenía resuelto (siempre me pregunté si los maestros hacían los mismos problemas que nosotros o ya los tenían con la solución escrita). Lo peor es que eso quedaba plasmado en nuestras notas con aquel frío y fatídico: “puede y debe rendir más”. Sentencia que nos condenaba a una acusadora y fría mirada de los padres acompañada de menos horas de diversión.
La Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú (ACAG) a través de sus muy mediáticos portavoces, o de quienes han elaborado supuestos estudios y análisis técnicos que tienen la única función de sostener los argumentos tantas veces repetidos en forma estentórea, nos tiene acostumbrados a que son un claro ejemplo de baja comprensión lectora, de un desconocimiento total de la geografía y de un deficiente conocimiento de la aritmética. Y cuando me refiero a aritmética estoy dejando de lado las potencias, las raíces y especialmente los extraños logaritmos. Únicamente me refiero las más básicas operaciones que manejamos en la vida cotidiana como la suma, la resta, la división y la multiplicación.
Entre el 4 y el 5 de diciembre se pudo leer en diarios de Entre Ríos y en medios de prensa de Uruguay como El Observador, una noticia que se replica casi sin variación. En ella se puede leer que según los estudios de la ACAG la planta de celulosa de Botnia requiere 3,5 millones de metros cúbicos de madera de eucalipto para producir el millón de toneladas anuales de pulpa de celulosa. Afirman además que se necesitan 150.000 hectáreas forestadas por año para tener esa cantidad de madera. Con estos dos datos concluyen, según la extraña lógica que maneja la ACAG, que Entre Ríos puede “matar de inanición” a Botnia simplemente evitando que esa provincia le venda su cosecha de eucaliptos a la empresa.
Resulta más que obvio que eso es un absurdo disparate. Pero también resulta obvio que las personas que leen esa noticia pueden pensar que es así pues pueden carecer de la información básica y no se encuentran en condiciones de pensar además sobre esa afirmación.
Como siempre, hay algo de cierto y mucho de falso en esa afirmación.
Es cierto que 3,5 millones de metros cúbicos es la cantidad de madera necesaria por año para producir el millón de toneladas anuales de pasta de celulosa. Pero si dividimos esos 3,5 millones de metros cúbicos de madera en la superficie de 150.000 hectáreas que, según la ACAG es necesaria para cosecharla cada año el rendimiento es de unos 23 metros cúbicos en cada hectárea.
Si esto fuera cierto y si asumimos que cada hectárea de eucalipto se cosecha cada 8 años, el resultado, siempre según la lógica de la ACAG, es que se necesita tener aseguradas como mínimo 1,2 millones de hectáreas forestadas únicamente para alimentar a Botnia de la materia prima que necesita para que tenga una operación continua y sostenida.
La suma total de la superficie efectiva forestada de Uruguay más la de la provincia de Entre Ríos apenas supera la mitad de esa superficie. De estos datos de la realidad se pueden tener algunas rápidas conclusiones tales como que los finlandeses y uruguayos que trabajaron en este tema son tremendos ignorantes pues hicieron todo un plan de negocios sin tener en cuenta el suministro de materia prima. En otras palabras, la empresa Botnia tiró a la basura una suma fantástica de dólares pues la planta no tendrá la suficiente materia prima, y todos los técnicos y especialistas de Uruguay que evaluaron y aprobaron este proyecto no conocen absolutamente nada de forestación, aún cuando hay más de 40 años de experiencia institucional. O, en contraposición, la ACAG se equivocó de cabo a rabo.
Veamos entonces por qué está equivocada la ACAG. Según las anteriores cuentas cada hectárea de eucalipto rinde 23 metros cúbicos de madera por hectárea al ser cosechada. Con ese rendimiento entonces tendrían que haber plantado alfalfa pues le rinde lo mismo o más que los eucaliptos. El error más grave es no haber leído o estudiado nada relativo a la forestación. Cada hectárea de eucalipto rinde al momento de la cosecha, en promedio, unos 250 metros cúbicos de madera para ser procesada en las plantas de celulosa. Casi 11 veces más que lo que estima la ACAG, nada menos. En realidad, con el actual conocimiento y el avance de la tecnología el rendimiento puede ser hasta 25 o 30% mayor pero quedémonos con los valores promedio para no exagerar y pecar de optimistas.
Si dividimos la cantidad necesaria de materia prima anual, los 3,5 millones de metros cúbicos, entre el rendimiento promedio de 250 metros cúbicos por hectárea, entonces se requieren únicamente 14.000 hectáreas cosechadas cada año. La solución real a este supuesto problema es que la cantidad de hectáreas plantadas con eucaliptos de las que dispone Botnia, un 70% propias y un 30% de productores asociados, de unas 160.000 hectáreas forestadas le alcanza y sobra para tener una producción sustentable y todavía puede además exportar madera rolliza o chipeada a otros centros de producción.
La cuenta, una vez más para la lógica que no sea de la ACAG, es sencilla, los bosques se cosechan cada 8 años. Siendo así, el año 9 se vuelve a cosechar la superficie forestada que se cosechó en el año 1, el año 10 se cosecha la superficie forestada en el año 2 y así sucesivamente. Esto quiere decir que, siendo exagerado, con las 150.000 hectáreas denunciadas por la ACAG como necesarias para un año de producción es suficiente, por fuerza de la lógica, para el desarrollo continuo y sustentable de toda la vida útil de la planta de producción de pasta de celulosa sin que tengan que comprar ni un solo escarbadiente en la provincia de Entre Ríos.
Todo esto viene a colación por la famosa Ley de la Madera por la cual intentan desde Entre Ríos “matar de inanición” a Botnia mediante la prohibición de exportar madera con destino a la producción de pasta de celulosa. Las casi 120.000 hectáreas forestadas que están en esa provincia de Argentina, paralelas en su gran mayoría al curso del río Uruguay asociadas a la tipología de suelos, no son para nada necesarias para el funcionamiento sostenido de la planta de Botnia en Uruguay.
Por el absurdo, si están tan seguros de sus conclusiones pues entonces podría ser un interesante desafío que permitan el libre intercambio de la madera, ya que en definitiva según sus cuentas igualmente la planta de Botnia, agónicamente, podrá subsistir menos de un año con toda la superficie forestada de Entre Ríos.
¿Inanición? La conclusión evidente es que, una vez más, la ACAG y sus asesores están equivocados. Se equivocaron en una simple división y además no tuvieron la más mínima capacidad de pensamiento crítico para, en primer lugar, corroborar la información.
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