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Delirios a granel
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por Fernando Pintos |
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El pasado sábado 1º de diciembre de 2007, llamó poderosamente mi atención una carta que publicaba el matutino «elPeriódico» de la Ciudad de Guatemala (un medio al cual estoy suscrito), en la sección «Cartas del lector»), firmada por Luis Estuardo Espinoza Estévez y encabezada por el siguiente título: «Amplitud de ideologías». Este texto, reitero, atrajo mi atención y me movió a reflexión… Conseguido todo lo cual, también me impulsó a escribir el presente artículo. Hice tal, porque estoy entre quienes piensan que siempre se puede sacar un buen artículo partiendo de una colección de sandeces previamente publicadas. Pero también, porque abrigo la íntima convicción de que las vocecillas de los enajenados están resonando ya con demasiada estridencia —impertinente, por cierto— en este estúpido mundo posmoderno, mas no lo hacen por la fuerza o validez de los argumentos que esgrimen, sino gracias al silencio absurdo de una gran mayoría de seres racionales que pueblan este mundo. En consecuencia, reproduciré ahora la mencionada cartita, y a continuación añadiré algunas reflexiones ineludibles. Vamos entonces con lo primero, que dice así:
«…Definitivamente la edición dominical de el Periódico es la mejor de la semana, pero algo que la haría mucho mejor es que ampliaran el número de comentaristas que ese día incluyen, y así tener diferentes tipos de ideologías en sus escritos.
Veo que la mayoría de comentaristas y agencias internacionales que citan son de ideología de derecha neoliberal (tal el caso de Mario Vargas Llosa y el diario español El País) y no incluyen a escritores de otra ideología, por lo que se puede llegar a pensar que tienen preferencia hacia esta ideología, y no se conducen dentro de la parcialidad que es lo óptimo que un medio de comunicación muestre. Por lo que miles de sus lectores estaríamos más que agradecidos que incluyeran a otros autores de ideología no neoliberal como Noam Chomsky, Naomi Klein, Michael Moore, Ignacio Ramonet etcétera, y también de estaciones internacionales como www.rebelion.org, Le monde Diplomatique, etcétera. Y esto para que los temas candentes del mundo se puedan ver desde diferentes ópticas y no encasillarnos únicamente en la opinión de radicales neoliberales como Vargas Llosa».
Vayamos ahora a la reflexión número uno. Como bien sabemos, «elPeriódico» es un diario que está dirigido a lo que los mercadólogos y publicistas catalogan como clases A, B y +C. En términos más coloquiales, estamos hablando de las clases alta y media alta. En la práctica, y salvo las lógicas excepciones —las ovejas negras que en ninguna familia faltan—, las personas pertenecientes a tales estratos están caracterizadas por altos índices de educación, ingresos considerables y un marcado sesgo conservador. Y para decir verdad: si todas las opciones de la extrema izquierda unidas apenas sacaron un seis por ciento de votos en las pasadas elecciones, entonces, es de presumir que el porcentaje de lectores de «elPeriódico» que apoya las ideas de esa misma izquierda radical sea bastante menor que un seis por ciento. Obviamente, entre las 150 mil y 200 personas que todos los días leen «elPeriódico» debe haber unos cuantos que respondan a las ideas y tendencias del señor Espinoza Estévez, pero resultará obvio que se trata de una minoría. Y para colmo, ínfima.
En cuanto a la reflexión dos: Como también todo el mundo que tiene tres pelitos de conocimiento y dos dedos de frente sabe, ningún diario del mundo podría subsistir exclusivamente con la venta de su tiraje. Todos los grandes diarios contemporáneos se mantienen vivitos y coleando por obra y gracia de la publicidad. Y cualquiera que analice los anuncios que publica «elPeriódico» apreciará, con sólo un vistazo, que los mismos están casi exclusivamente dirigidos a personas pertenecientes a las clases A, B y +C… Ahora bien: los dueños de esas grandes empresas cuya publicidad publica «elPeriódico» son personas de pensamiento conservador, aunque en distintos grados, por supuesto. Pero conservadores al fin. Y a ninguno de ellos les gustaría —al igual que a la enorme mayoría de los lectores de aquel medio— ver a su cotidiano preferido transformado de la noche a la mañana —tal como calcando la morosa historia del doctor Jekyll y mister Hide— en un promotor de personajes e ideas que a casi todos desagradan y que a muchos francamente les repugnan… ¡Por supuesto! Cualquier medio tiene la libertad de publicar lo que se le ocurra… Pero, frente a ello, los anunciantes están, a un mismo tiempo con las manos libres para poner sus anuncios donde mejor les plazca… Of course! Ciertamente, a todos los extremistas de izquierda les fascina que los odiados capitalistas funden y echen a andar grandes empresas periodísticas, que lancen al mercado excelentes periódicos impresos y que, inmediatamente después, otros detestados capitalistas alimenten tales medios impresos con el dinero de sus anuncios, y todo ello a fin de que, como en el desenlace de algún retorcido Fairy Tale posmoderno, buena parte de ellos (los extremistas de izquierda) terminen utilizándolos (a los susodichos medios) como tribuna y caja de resonancia para sus trasnochadas ideas. ¡Qué listos que son! ¿Verdad?
Ahora, la reflexión tres: Sería bueno que todos los extremistas de izquierda se pusieran, con urgencia y premura, a la ineludible tarea de lanzar al mercado un diario, o un semanario, o un quincenario, o cuando menos un vil pasquín bimensual, que estuviera —cualesquiera entre ellos que fuere— exclusivamente dedicado a difundir sus extremadas ideas y sus siniestros pensamientos… Y sería todavía mejor que, una vez afanados en esa tarea, se lanzaran a competir seriamente contra aquellos medios que, como el caso de «elPeriódico», ellos consideran (aunque no anden diciéndolo a grito pelado, por si las moscas) «extremadamente conservadores», «lamentablemente derechistas», o «rabiosamente reaccionarios», cuando no «asquerosamente neoliberales». ¿A qué no se atreven a perpetrar algo por el estilo? (¡Cómo me gustaría que hicieran cuando menos el intento!).… ¿Por qué siguen aferrándose, con veinte uñas y la completa dentadura (prótesis incluidas) a los diarios capitalistas que tenemos en Guatemala? ¿Y por qué siguen lloriqueando y reclamando, ¡ellos, que electoralmente apenas arañan un misérrimo seis por ciento en las urnas! (¿no era, entonces, que han sido y siguen siendo «los defensores del pueblo»?), que se les asigne en los medios «conservadores» exageradísimos porcentajes de espacio para sus prédicas, para sus congéneres o compinches ideológicos y para sus trasnochadas ideas decimonónicas? Pues, en la práctica hacen tal porque, además de ser todos ellos impermeables a cualquier sana iniciativa de emprender y competir, cualquier pasquín que publicasen terminaría en muy breve lapso colapsado, tanto por la indiferencia del público como por la de los anunciantes.
Y final con estrambote: Si «elPeriódico» incluyera en sus páginas (que ya dan cabida a demasiados personajes de extrema izquierda) toda la peste que propone este individuo de la cartita, yo cancelaría mi suscripción. Y les aseguro que serían muchísimos más aquellos quienes seguirían mi ejemplo, más temprano que tarde.
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