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Año V Nro. 274 - Uruguay, 22 de febrero del 2008    
 

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¡Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas!
por Aquiles Diggo

 
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        En el país de la carne no hay carne. Tampoco leche.

        Bueno… carne hay… pero a tal precio que es como si no existiera.

        Leche también hay… pero en dosis homeopáticas y alternativamente un día sí y otro no.

         ¿Causas?

        Bueno,… lo que pasa es que son “COMMODITIES”…¡Lindo nombre para una vergüenza!

        Así vemos que toda la verborrea de un gobierno “popular” es nada más que eso… pura verborrea o verborragia politiquera.  Cuando deben ponerse los pantalones prefieren hacerse los escoceses. ¡Sólo les falta la gaita!

        Pues sí señor, como dije: son commoditties, que en criollo quiere decir: son materia prima, o productos, que con poca elaboración, se exportan y (oh desdicha), se destinan también para el consumo interno.

        Como a los frigoríficos, les sirve más vender leche o sus derivados y carne en el exterior, el pueblo oriental del Uruguay, ahora más oriental que nunca, comerá, en lugar de carne, arroz, y en lugar de tomar leche de vaca, deberá tomar leche de soja. (¡puagh!) Solo faltará pedirle a los creadores de los Simpsons, que nos pinte de amarillo.

        Mientras tanto los chinitos ya no pondrán sus manos en las mejillas con el clásico ¿otla ve aló?

        Porque como su economía ha crecido a expensas del capitalismo que su filosofía marxista otrora condenaba,  nos compra para los privilegiados de su población no solo arroz sino también carne y leche y sus derivados.

        China o quienes quiera que sean los que nos están comprando.

        Esto me trae a la mente la vez que con una hermana y su esposo, nos asociamos en la instalación de un pequeño almacén.

         Yo ponía el local y la mano de obra y ella el capital de maquinaria y  mercadería.

         El día antes de inaugurarlo, ya con mercadería y pulcramente presentado el novísimo almacén, mi pequeño hijo tomó un paquete de galletitas lo abrió y cuando las estaba comiendo llegó mi socia, mi hermana.  

- ¿Pagaste las galletitas? Me preguntó
- Sí, acá tenés la boleta del distribuidor.
- Bien, pero lo que yo te pregunto es si pagaste las galletas que él está comiendo.
- No, todavía no, pero fijáte en la boleta el costo, que ya lo pongo en la registradora…
- No hermanito, el costo no. El precio de venta al público, ¡eso es lo que tenés que pagar!
- Esperá un poco… De modo que todo lo que nosotros consumiremos ustedes y yo, que por supuesto teniendo un almacén en casa, no lo compraremos en el de la otra cuadra, ¿Tú y yo, ¿lo tendremos que pagar como cualquier vecino?
-Claro, ¿qué te habías pensado?

         Por supuesto, una hora después, ella y mi cuñado cargaron en un camión todo y yo me quedé sin almacén, pero seguro de que ni loco aceptaría esa condición.

         De la misma manera, no puedo aceptar que nosotros que somos pueblo de un país que tiene un gobierno que pretende (por lo menos lo proclama) “un Uruguay para todos”, permita, o pretenda  que paguemos por la carne y los lácteos lo mismo que pagan sociedades de primer mundo.

        Nosotros, que fomentamos de todas maneras la industria agropecuaria, nosotros, que entre todos pagamos durante años, sin chistar, el impuesto para proteger nuestros ganados de la aftosa.

         Nosotros que acompañamos siempre toda iniciativa que protegiera a los productores ganaderos, a los lecheros, ahora, ¿debemos sustituir el churrasquito o el vaso o la mamadera de leche, por leche y milanesas de soja?

         Ahora que les llegó el tiempo de las vacas gordas, tenemos que subvencionar esos productos, ¿hasta cuando? ¿es justo?

        ¡Y porqué no! ¿Acaso no estamos pagando millonadas mes a mes en sueldos de emergencia, para subvencionar en la mayoría de los casos la vagancia, en otros la droga? ¡Esto sería mucho más necesario, pues beneficiaría al pueblo en general!. ¿No es la plata del pueblo?.

         Observen: Acá les arrimo una idea que puede ser una fuente de votos muy importante, una oportunidad de remontar la cometa de la popularidad que ya les está coleando.   

        ¿Cómo no se le ocurrió a este gobierno que quiere poco a poco hacer a todo el pueblo, empleado público, comprar uno, dos, o todos los frigoríficos?

        ¡Nacionalizarlos de un saque!

         Justamente leí el otro día que uno del interior iba a poner en el seguro de paro a 84 empleados. ¿Porqué no lo compran? ¡Si de todas maneras tendremos que pagarles el seguro de paro!.

         Con uno o dos frigoríficos dedicados al abasto interno, la carne no faltaría.

         El estado no tiene porqué dar ganancia. No es un negocio.

         Esto se lograría casi sin perder dinero, y quizá, hasta ganando, porque el estado con sus frigoríficos podría competir con los otros, exportando el remanente.

        Al ser el Estado, o sea nosotros, los dueños, y dejando el personal actual, (ya me imagino: lo van a duplicar enseguida), no tendríamos que pagar nada más que el costo al precio de exportación en pié y el de manufactura. Ni siquiera deberíamos pagar otro impuesto que el que pagamos en la carnicería. Y mejor aún, ¡ni siquiera ese!.

        Lo mismo con Conaprole, en lugar de tirar dólares como manteca al techo, compren alguna de las competidoras o a ella misma, y listo el pollo… 

        No, no señores, no estoy loco, pero qué falta haría, que a alguno de los “piolas” que nos gobiernan, se les aflojara un poco la chaveta, o se les perdiera un tornillo. 

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