Carta Abierta para el Canciller Gargano
por Graciela Vera
Periodista independiente
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Señor Ministro de Relaciones Exteriores,
Don Reynaldo Gargano:
En pocos días dejará usted el altísimo cargo que está ocupando, de representación y defensa de los intereses de nuestro país ante todas las naciones del mundo.
En una reciente emisión radial le oímos decir que se retira con la conciencia tranquila y contento con la labor cumplida.
Quisiera coincidir plenamente con la percepción que usted tiene de su gestión, pero no lo consigo.
Como uruguaya no puedo menos que despedirme de usted con el sabor amargo de tener que recordarlo (parafraseando al General Artigas) como el ministro que vendió el rico patrimonio de los orientales al vil precio de la necesidad.
Voy a utilizar el recurso de la duda. Quizás no lo vendió, simplemente lo jugó y lo perdió.
Y voy a creer que no hubo segundas intenciones; que lo que pasó sucedió sólo por ineptitud.
Cuando un Gobierno sale a la cancha a defender sus colores debe llevar un plantel ganador; pero no un plantel ganador para los intereses de la izquierda o de la derecha, sino para conseguir el mejor resultado para esos colores que, en los países demócratas no son partidarios, sino los de la bandera nacional.
He visto como usted no ha sabido deslindar unos de otros.
Nosotros periodistas; nosotros ciudadanos, podemos tener colores personales; usted Gobernante, debió honrar y defender por encima de cualquier partidismo, la soberanía e independencia del Uruguay
Yo a usted lo he admirado. Pero no como Ministro, cargo que quedó muy grande para su inexistente pluralidad. Lo he admirado por su tenacidad contra viento y marea cuando fue Senador de la oposición.
Realizó muy bien la misión para la que había sido votado y que consistía en no pensar ni dejar pensar a determinados sectores, sólo poner la piedra a toda propuesta proveniente, de la que usted cree descalificar al llamar derecha, pero que en realidad ni siquiera está totalmente ajena a algunos sectores progresistas de la izquierda uruguaya que, diferente totalmente a los regímenes totalitarios de los gobernantes que usted admira, también apuestan por la moderación y una salvadora economía de mercado.
Habrá de reconocer, o la historia se lo recordará, que pocas veces la situación internacional nos hubo privilegiado con tan buenas oportunidades para negociar.
Durante la legislatura a la que usted ha pertenecido hasta ahora, a este país, nuestro país, se le ofrecieron muchas oportunidades, más de las que ha tenido en las últimas décadas; digamos que nos tuvieron en cuenta en más de una ocasión para integrar Tratados de Libre Comercio que nos permitirían acceder por la puerta grande de los mercados internacionales.
No fue en una única oportunidad pero sí, todos vimos que una de ellas se le atragantaba a usted, y no por las condicionantes del trato sino porque en su mezquindad pudo más su cerrada e intransigente ideología de izquierda conservadora que el porvenir de todos los uruguayos.
Tampoco dentro de la casa grande tuvimos suerte con sus decisiones. Durante su guíaUruguay perdió todo peso dentro del Mercosur.
Los uruguayos somos bastante inteligentes, los de derecha y los de izquierda, como para darnos cuenta de que nuestros hermanos mayores actuaban sobreponiendo sus intereses a los de la región y, como al pequeño del grupo nos regalaban un caramelo para que dejáramos de berrear cuando creían que molestábamos.
¡Que pena Ministro!, ni Tratados de Libre Comercio, ni consideraciones mínimas dentro del Mercosur y para colmo pasamos a ser ignorados en el concierto internacional: Chile, Paraguay, Estados Unidos, España, Gran Bretaña que ha anunciado que cierra sus oficinas comerciales en nuestro país ¿acaso no era su tarea como Canciller, prever tropiezos e incentivar los intercambios comerciales con el primer mundo?
Pero el primer mundo ya ni siquiera sabe que existimos ¿y a eso le llama usted universalizar nuestras relaciones?
Yo lamento que para su egocentrismo esta carta no sea más que otra calumnia de la prensa. ¿No se le ha ocurrido pensar a usted que los periodistas opinamos porque tenemos las herramientas para acceder a las fuentes de la información e investigar qué cosas se hacen o dejan de hacer más allá de la publicidad que el interesado le de a sus logros, o del apremio que sienta al tratar de ocultar sus fallos.
Y respecto a éstos, más allá de que los suyos hayan sido muchos, hubo uno que afectó directamente a numerosos compatriotas.
Yo afirmo que usted no ha sabido estar a la altura de sus funciones, porque usted defraudó a miles de uruguayos que estamos fuera de las fronteras de nuestro país; primero creando, con la finalidad de salvaguardar nuestros intereses, el vigésimo departamento del país; para convertirlo en poco tiempo en un feudo político partidario y no en el defensor de las necesidades que en mayor o menor medida todos tenemos.
Pero esto no es lo que más desacredita su trabajo. Es su incapacidad para defender los intereses de la diáspora.
¿Es usted consciente de que sólo en España hay alrededor de quince mil uruguayos viviendo en forma ilegal; sufriendo vejaciones y vergonzantes expulsiones cuando, si usted hubiese sido consecuente con su misión, en este momento quizás fueran inmigrantes con derechos adquiridos por consolidación y vigencia de dos Tratados Internacionales que usted, señor Gargano, no supo o no se molestó en defender.
En diciembre del año 2005, todos le dimos un voto incondicional de confianza.
Voy a refrescar su memoria: en ese mes la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de Diputados de España había aprobado una iniciativa que instaba a su Gobierno a interpretar el Tratado de Reconocimiento, Amistad y Cooperación firmado en 1870 entre éste y nuestro país.
Este simple hecho ya era una victoria, el Gobierno español, que por años había negado la vigencia del Tratado, al fin había reconocido su validez y que sus compromisos con la Unión Europea no lo desvirtuaban.
En mayo del 2006 se integró la Comisión Binacional de Alto Nivel para la que, en representación de nuestro país, usted nombró al Secretario General de la Cancillería, don José Luis Cancela.
Fue más que suficiente una única reunión para que todas nuestras reivindicaciones quedaran anuladas por la más completa falta de luces de nuestro representante.
Aceptó muchas cosas, como inventariar a los uruguayos supuestamente ilegales con lo que daba a entender que no existían los derechos reclamados y validaba la actitud del gobierno de España ante la presencia de nuestros nacionales.
Pero todo ello hubiera quedado en una anécdota más, nefasta pero sin más consecuencias si no hubiera terminado aceptando que se interpusiera un recurso de casación ante el Tribunal Supremo de España y comprometiéndonos a todos a aceptar ‘sin chistar’ la decisión final.
Pero no sería coherente de mi parte culpar a un subalterno suyo de todos los errores cometidos.
Y no lo es porque usted es el único responsable de no haber hecho valer la jurisprudencia favorable con la que contábamos: decenas de sentencias, cinco de ellas dictaminadas por Tribunales Superiores de España.
Sí, señor Gargano, todos los uruguayos quedamos comprometidos a oír sin rechistar como se nos despojaba de derechos ya consolidados.
Podíamos esperar que el Tribunal Supremo de España, desdiciéndose de anteriores fallos, dictara una sentencia desfavorable para nuestros intereses; lo que no esperábamos era que nuestra Cancillería se quedara de brazos cruzados sin interponer ningún recurso, dejando pasar el tiempo y vencer todos los plazos establecidos a ese fin.
Usted, señor Gargano no hizo nada por impedir que desde entonces los uruguayos quedaran sujetos en todo a la Ley de Extranjería española; equiparados, en base a una interpretación unilateral del Tratado de 1992, a la situación de cualquier otro inmigrante, sometidos en todo al artículo 38.1 de la ley española sobre derechos y obligaciones de los extranjeros en España.
Usted permitió con su inacción que desde entonces muchos compatriotas no tuvieran defensa alguna al ser tratados como delincuentes en los aeropuertos españoles. Que cientos de orientales hayan sido repatriados sin consideración, truncados los sueños que se atrevieron a realizar creyendo que usted defendería sus derechos.
Pero ni siquiera se hizo presente con un comunicado que intentara explicar lo que había sucedido.
Lo lamento, pero no por usted, ni por mi, lo lamento por mis compatriotas que también son los suyos, los que hoy deben esconderse en España y no pueden reivindicar un salario digno sin temor a ser conminados a abandonar el país.
Usted podía haber pasado a la historia como el paladín que trabajó por reivindicar la vigencia del Tratado de 1870, pero no pasa de ser quién cedió por nada, parte de nuestra soberanía.
Como uruguaya no puedo aplaudir su paso por un Ministerio que le quedó muy grande.
Graciela Vera
Periodista independiente
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