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Año V Nro. 274 - Uruguay, 22 de febrero del 2008   
 

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Lobo Gris

Inversión privada versus inversión pública
por Lobo Gris

 
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          Es significativo lo absurdo de los argumentos en favor de la necesidad de la inversión pública que se maneja tal vez como uno de los pocos refugios que religiosamente mantienen los defensores de la existencia del estado.

          El carácter absurdo de dichos argumentos comienza ya en las propias contradicciones que existen entre los mismos, pues se niegan unos a otros.

          Un primer frente de ataque a este conjunto de argumentos lo presenté antes en mi artículo del 26 de junio del año pasado, Los monopolios públicos y las regulaciones en el sector energético: un mal endémico de las sociedades de hoy. En este artículo se echó por tierra el clásico argumento de la izquierda más radical de la necesidad de que el estado tenga monopolios de ciertas "áreas estratégicas". De manera resumida, lo que se cuestionó allí fue la idea de son necesarios los monopolios del estado para brindar servicios en áreas estratégicas, es decir, de mayor importancia para la población, porque si viene la competencia podría dar malos servicios y muy caros, y hacerle la competencia a los servicios públicos y destruirlos. Pero ¿de qué manera la competencia destruiría a las nobles empresas públicas que sólo les interesa el bienestar de la gente? Si el servicio de esa competencia no es tan bueno como el que brindan las empresas públicas, ¿por qué los consumidores preferían a los primeros? En un marco de libre mercado, sobreviven las empresas elegidas por los consumidores. ¿No será que con el estatus de monopolio en realidad se quiere proteger a las empresas públicas de la competencia proveniente de empresas más eficientes, menos costosas, y de mejor calidad? Para que el lector no caiga en simplificaciones recomiendo la lectura del artículo referido antes de continuar con éste.

          Si bien otros argumentos en favor de la necesidad de las inversiones públicas discurren por otro camino, están enlazados por una idea fundamental: que se necesita un estado que haga por la sociedad lo que las empresas no son capaces de hacer. En el cuestionado argumento anterior, es claro que esa es la idea principal.

          En realidad, como veremos, y esta es la idea de fondo que no debe perderse para comprender en entuerto intelectual, los estatistas no necesitan un estado que haga por la sociedad lo que las empresas no hacen, sino que necesitan un estado que obligue (por medio del uso de la fuerza o de la amenaza de su uso) a las personas a hacer por otras personas lo que nadie (o una cantidad insuficiente de personas) haría voluntariamente. Y con esto empieza a destaparse la olla de las verdaderas intenciones de quienes defienden la necesidad de la inversión pública. A esta idea guía debemos agregar dos preguntas:

1) ¿por qué alguien no haría algo voluntariamente?
2) ¿por qué hay que obligar a hacerlo?

          Hemos empezado entonces mostrando el absurdo del argumento estatista de la necesidad de los monopolios públicos. Y aquí se ve una primera contradicción con el otro planteo que se hace frecuentemente: que con la necesidad de imponer un monopolio, están implícitamente aceptando la idea de que los privados también pueden ofrecer lo que ofrece el estado (y de mejor manera, puesto que en caso contrario no sería necesario proteger al servicio público).

          Por supuesto, hay personas en apariencia un poquito más consistentes, que llevados a este punto cambian sus argumentos y de repente sostienen que la inversión pública es necesaria, pero admiten que el estado no debe imponer monopolios. Y es a la clase de argumentos que manejan estas personas a las que me voy a dedicar aquí, como continuación al artículo de los monopolios públicos.

          Razonemos. ¿Por qué los privados no brindarían un servicio dado? En esto estamos perfectamente de acuerdo con los mismos que defienden al estado: porque no es lucrativo. Si fuera lucrativo, lo harían.

          Sin embargo, para el ideario socialista, esto es justamente lo que está mal. Pero escarbemos un poco en el problema de manera analítica, y no con la superficialidad moralista [1] característica de dicho ideario. Si no fuera lucrativo, significa que dicho servicio genera pérdidas. Y si dicho servicio genera pérdidas, ¿quiénes pagan esas pérdidas? Si el servicio es público, como pretenden, lo pagamos todos a través de los impuestos. El estado no hace magia, no obtiene recursos de la nada. Los obtiene quitándoselos a los contribuyentes, apropiándose de parte del producto de su trabajo (plusvalía, dirían los propios marxistas [2]). Es decir, si un servicio no es lucrativo, hacerlo público no es un beneficio para la sociedad. Al contrario: es una carga.

          ¡Y qué carga! Desde enero hasta octubre de 2007, por ejemplo, el estado ha transferido a las empresas públicas más de 1100 millones de dólares. ¿Por qué? ¿Dónde está eso del servicio a la sociedad que las empresas privadas no son capaces de ofrecer? Todos los servicios referidos tienen competencia de privados, y los que no lo tienen son porque el estado los monopoliza a la fuerza. ¿Y dónde está el beneficio a la sociedad, si estamos yendo a pérdida? Con el dinero que nos roba el estado para financiar sus empresas (que para muchos ingenuos son "de todos") podríamos pagar los servicios privados perfectamente, que de todas formas pagamos porque preferimos hacer uso de ellos antes que los servicios públicos.

          Una salida anunciada de los defensores del estado es que éste debe proveer servicios baratos o gratis a aquellos que no tienen suficientes recursos para pagarlos. Bueno, este para empezar no es el caso de varias de las empresas públicas. Ellas también cobran tarifas, y nada desdeñables por cierto. Pero aún si nos centramos en los casos en que es cierto que proveen servicios baratos, si son servicios que van a pérdida, van a pérdida de todos. El estado no hace más que robarle a la sociedad, para devolverle parte de lo robado y así dar la ilusión de que es necesario el estado para proveer servicios a quienes no lo pueden pagar. Pero detrás de la existencia de quienes no lo pueden pagar está el propio robo del estado. En forma directa o indirecta, ellos también pagan impuestos. Y la propia existencia de impuestos y otras intervenciones del estado en la economía general altos niveles de desempleo. Es entonces el propio estado el que está en gran parte en el origen de todo el problema.

          Pero aún con los argumentos económicos, se puede atacar también este punto con argumentos morales. Si quienes dicen que el estado es necesario para transferir recursos desde los que tienen a los que no lo tienen, están convencidos de que esto es así, entonces que sean ellos los que paguen los impuestos. Mis argumentos contra el estado no implican prohibir a nadie a ser "solidario". El problema es que a quienes no creemos en esas historietas del siglo XIX y estamos convencidos que el desarrollo y la mayor riqueza para todos no proviene del estado sino de la mayor libertad de mercado con un estado lo más chico posible (y mucho mejor si no existe), se nos impone esa visión y se nos obliga a adoptarla.

          En realidad, en el origen y sostén discursivo de toda esta ideología sigue prevaleciendo una forma de legitimar la existencia del poder político. Todas estas ideas no provienen de "la masa", del "pueblo". Provienen de líderes políticos e intelectuales que sienten gran placer en ser influyentes y poderosos sobre la masa, en ser aplaudidos, reconocidos, famosos. O incluso sostenidos económicamente. ¿Qué harían tantos "intelectuales" sin los subsidios del estado? Y la política es un medio de vida. Los políticos lucran de los impuestos y de la sociedad ingenua que los cree necesarios. Pero los cree necesarios tan sólo ideológicamente. Porque todos nosotros podremos creer necesario comprar algo y después darnos cuenta que no es así. Pero cuando compramos algo lo compramos voluntariamente. Si creemos que necesitamos un servicio o un producto, a cambio lo pagamos sin que nadie nos obligue. Pero no sucede lo mismo con nuestra relación con el estado. Si tan necesarios son los servicios que nos proveen los políticos ¿por qué no los pagamos voluntariamente? ¿por qué necesitan que se nos haga pagar a la fuerza o bajo la amenaza de su uso? Si no queremos pagar a una comercio por algo, no lo pagamos y listo. Y tampoco el comerciante nos va a dar el producto. Y asunto resuelto. Pero si no pagamos al estado, vamos a la cárcel.

          No queda mucho por hablar sobre este asunto, pero la imaginación y la desesperación de los defensores de la inversión del estado a veces parece no tener límite. Frente a todo esto, y cambiando nuevamente el rumbo de sus argumentos, empiezan a dar algunos ejemplos de inversiones públicas que fueron "exitosas". Y con eso pretenden demostrar que el estado es necesario porque en caso contrario los privados nunca habrían invertido en eso.

          Todos los casos que se puedan presentar tienen la misma forma y se atacan de la misma manera. Un ejemplo clásico es Internet. Veamos:

          Que el estado haya dado con inversiones exitosas, no significa que el estado sea necesario. Los privados hacen lo mismo todo el tiempo y a niveles extraordinarios. Además ¿cuál es el argumento manejado aquí? Porque lo único que diferencia al estado de los privados en este sentido, es que mientras que los privados arriesgan su propio dinero, el estado arriesga el dinero de todos. ¿Qué me responderían esos mismos defensores de la inversión pública si hablamos de permitir que una empresa privada le robe dinero a la gente para financiar sus proyectos, bajo amenaza de uso de la fuerza con una milicia propia? Dirían: es monstruoso, es la pesadilla corporativista-capitalista por excelencia. Pero parece que si el estado lo hace, está bien.

          Más allá de lo fantasioso y mitológico, no sirve decir que la gente que trabaja en el estado tiene una mayor visión de las cosas que el común de la gente no tiene, y por eso hay que obligar a la gente a pagar. Con ese criterio podemos justificar las mismas acciones para una enorme cantidad de empresas privadas. Sin embargo, en la historia del hombre ha habido una enorme cantidad de visionarios que arriesgaron SUS PROPIOS recursos y con ellos hicieron una gran fortuna, sin necesidad de forzar a la gente a financiar sus proyectos.

          De hecho, peor aún, estrictamente hablando, los contribuyentes no financian nada, sino que cargan con todo. Puesto que incluso cuando algún proyecto del estado llegue a resultar exitoso, los contribuyentes no reciben a cambio el retorno por ninguna inversión. En cambio el sistema privado es diferente. Quienes financian proyectos lo hacen porque apuestan a que su inversión va a recibir retornos mayores a lo adelantado. Y por todo esto el capitalismo es tan eficiente y el estado no. Primero, porque gracias a esto nunca va a faltar capital voluntario para financiar proyectos con potencial. Segundo, porque en caso de fracaso, la carga es para quienes voluntariamente capitalizaron el proyecto.

          Que el lector juzgue por sí mismo el enorme abismo moral entre los que defienden la inversión pública y quienes defendemos la inversión privada. Y que juzgue también las evidentes inconsistencias lógicas de los primeros.

          Antes de terminar, quiero hablar concretamente del caso de Internet, que es manejado falazmente como ejemplo de por qué es necesario el estado. Ya acabamos de ver que aún si hubiese sido un proyecto exitoso, no sólo no es suficiente para justificar la existencia de la propiedad privada, sino que di argumentos suficientes en su contra.

          Pero lo cierto es que el predecesor estatal de Internet, es decir, arpanet, no fue para nada un proyecto de visionarios que vieron antes que las empresas privadas su potencial. Arpanet fue un proyecto militar, con propósitos exclusivamente militares. Y nada más que eso. Si en los tiempos de arpanet las empresas aún no empezaban a interconectarse entre sí, fue sencillamente porque las empresas no estaban aún informatizadas, y porque sus recursos se dirigían a inversiones más necesarias y a pagar los impuestos (en gran parte para financiar recursos militares. Entre ellos, arpanet).

          Pero tan pronto surgió la necesidad, y a medida que las empresas se informatizaban y los recursos de las empresas eran suficientes, las empresas empezaron a interconectarse con una gran variedad de medios. Parte de dichas empresas y universidades, empezaron a utilizar la infraestructura de arpanet. Y ahí comenzó a nacer internet. Pero salvo el backbone de arpanet, los recursos de interconectividad eran constantemente desarrollados y financiados por privados, no por el estado. Incluso rápidamente los distintos nodos empezaron a interconectarse por fuera del backbone.

          El Dios Estado no vio nada antes que los privados. El Dios Estado no "financió" ni creó nada que los privados no pudieran financiar y desarrollar. De manera que la idea que si el estado no hubiera creado arpanet, internet no hubiera existido o se hubiera retrasado su llegada, sólo puede caber en el más ingenuo, desesperado y religioso imaginario estatista. De todas formas, como vimos, aún esta creencia no le permite justificar sus ideas, por las inconsistencias puestas en evidencia antes.

Notas

[1] pero sólo demagógica, puesto que su recetario moral aparentemente solidario conduce de manera lógica a los peores modos de acción que haya visto la historia de la humanidad.
[2] y si me quieren argumentar que un impuesto a la renta sólo les quitaría dinero a quienes a su vez viven de la plusvalía, o algo similar, escribí sobre eso antes.

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