CRECIMIENTO
El 'milagro irlandés' y...
los impuestos (16 de abril de 2005)
Carlos Caballero Argáez
En los últimos tiempos se ha creado un consenso sano entre los economistas sobre la necesidad que tiene la economía colombiana de crecer a un ritmo mucho más alto. Por fortuna, estamos dejando nuestra complacencia sobre el 4 por ciento anual. El problema no está en la convicción del mayor crecimiento sino en las discrepancias sobre la forma de lograrlo.
Una periodista estadounidense, de origen irlandés, que nos visitó la semana pasada, puso el ejemplo de Irlanda como el del país que en 15 años no solamente recuperó el tiempo perdido frente al resto de la Unión Europea sino que al finalizar el siglo XX superaba al Reino Unido y a Alemania en términos de ingreso per cápita. No dudó en catalogar a Irlanda como el "tigre celta", ni en referirse al "milagro irlandés". Era tanta su fascinación con el caso que le solicitamos más información, con tan buena suerte que nos la hizo llegar.
Irlanda fue por mucho tiempo un país pobre. Hay que recordar las oleadas de emigración de los irlandeses hacia Estados Unidos y hacia Nueva York, en particular. Durante la primera mitad del siglo XX su economía declinó. En los años cincuenta su tasa de crecimiento promedio fue de 2 por ciento anual, inferior a la del resto de Europa. En los sesenta comenzó a abrir su economía al comercio exterior y firmó un acuerdo de libre comercio con el Reino Unido. En 1973 entró en la Comunidad Económica Europea.
En 1985, la economía irlandesa estaba en una profunda crisis. La política fiscal expansionista ejecutada en los setenta implicó aumento de los impuestos, pero no se logró ni elevar el crecimiento ni reducir el déficit fiscal. Este, por el contrario, se amplió en la primera mitad de los ochenta y exigió un incremento del endeudamiento público, que alcanzó un 116 por ciento del PIB en 1986. En 1987 hubo un cambio de gobierno. El partido ganador se vio obligado a introducir un fuerte ajuste -que vendió argumentando que no se trataba de un vuelco ideológico sino de enfrentar la realidad económica y fiscal-. ¡El gasto público, sin incluir el pago de intereses, cayó de 55 por ciento del PIB en 1985 a 41 por ciento en 1990!
La disminución del tamaño del Estado tuvo consecuencias virtuosas. La economía se estabilizó y volvió a crecer al 4 por ciento. En los noventa, además, no era posible recurrir al déficit fiscal, al endeudamiento y los altos impuestos como receta económica y política para crecer. La estrategia, entonces, cambió: se bajaron las tarifas de los impuestos y se continuó abriendo la economía. La tarifa del impuesto de renta a las personas naturales y a las empresas se redujo de 35 en 1989 a 22 por ciento en 2001 y las tarifas marginales bajaron de 65 en 1985 a 44 por ciento en el 2000. La tarifa especial del 10 por ciento para las compañías dedicadas al comercio internacional de servicios deberá eliminarse en el curso de esta década, a tiempo que la de renta para las empresas caerá al 12,5 por ciento.
Irlanda tiene ahora una de las cargas tributarias más bajas de Europa -aunque el recaudo en 1999 fue equivalente al 30 por ciento del PIB-, lo cual atrae inversión extranjera directa de manera espectacular. Y, no se sorprendan, la economía se expandió al modesto ritmo de 9,66 por ciento entre 1996 y el 2000.
* * * * * * * * * * * *
El caso irlandés señala a las claras que sí hay fórmulas para elevar el crecimiento de una economía pero que estas pasan por crear las condiciones para que los empresarios privados hagan su tarea. Entre estas, es importante que el sistema tributario estimule la inversión y la actividad empresarial.
Por lo mismo, no deberían caer en el vacío los comentarios del ministro Carrasquilla en su reportaje a la revista Cambio (11 de abril de 2005) sobre lo inadecuado de la estructura tributaria en Colombia, en donde la tarifa del impuesto de renta, 38,5 por ciento, es la "más alta de América Latina", la base de recaudo del IVA la "más baja de la región con una gran dispersión de tarifas", y no es apropiado "tener esta mezcla de tarifas altas de renta con exenciones"..., por lo cual "sería mejor tener una tarifa más baja, sin rebajas, como ha ocurrido en Europa y en muchos de nuestros países vecinos".
El argumento es excelente para el presidente Uribe. En vez de privilegios y exenciones tributarios a algunos sectores de la producción, es mucho mejor, y más transparente, reducir las tarifas del impuesto de renta. El problema de las altas tarifas impositivas es para todo el universo de agentes económicos y no para unos pocos.