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Año V Nro. 339 - Uruguay, 22 de mayo del 2009
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Que militantes afines al Movimiento de Participación Popular (MPP - Mujica) y al Partido Comunista del Uruguay (PCU – Lorier/Arismendi) hayan izado sus banderas en la Plaza San Fernando de la ciudad de Maldonado, y en los mástiles reservados a la Bandera Nacional y a la Bandera de los Treinta y Tres Orientales, lejos de constituir una anécdota -cómo se ha pretendido “justificar”- constituye un ejemplo más, del menosprecio de integrantes de estos grupos por las normas jurídicas que regulan la vida en sociedad. Pues lo que luego quiere hacerse pasar por “errores”, son manifestaciones más que elocuentes de la falta de respeto por espacios públicos y bienes que la comunidad toda tiene reservados para sus símbolos nacionales. Lamentablemente comprobamos, que este tipo de desborde es propio de muchos de los que, además, pretenden seguir en el gobierno. Frente a tamaña e inaceptable conducta ¿cómo debemos reaccionar? Cabe también preguntarnos: ¿ese espacio público fernandino carece de vigilancia municipal? O tal vez debiéramos suponer que ¿se prefirió “mirar para otro lado” pues se trataba de “compañeros”? Se debió responder a una provocación de esta naturaleza con la mayor firmeza y coherencia. ¿Cómo es posible pretender que fue un “error” o que se trató de una “reacción espontánea”? Debe observarse que, fue recién luego de las llamadas de los vecinos de esa plaza que, mientras unos restaban importancia al hecho (justificándolo de algún modo) otros encumbrados dirigentes de los sectores implicados, se rasgaban las vestiduras condenando tal atropello y resaltaban a los cuatro vientos el valor y lo sagrado de la Bandera Nacional y lo que ella representa. Luego vino la denuncia judicial. El acto de desagravio. Y nuevas declaraciones y pedidos de disculpas. Es que si los límites impuestos por las normas, están para garantizar la libre convivencia y en suma, son necesarios para vivir en Libertad, la infeliz conducta que analizamos, por simple o aislada que quiera presentarse o también ignorarse por dos de los precandidatos oficialistas que ese día y en ese lugar hicieron uso de la palabra, no es una cuestión nada menor. ¿Cuál es entonces la escala de valores de quienes se atreven a traspasar esos límites? ¿Es que acaso no adquirieron formación cívico-democrática? ¿Cuál fue la instrucción que tuvieron antes de prestar el Juramento de Fidelidad a la Bandera Nacional? O es que ¿no sienten a este símbolo como propio? ¿Tienen acaso conciencia de todo lo que significa haberla jurado en vano? Pretender luego desafiliarlos “por estúpidos”, es de una simpleza que no resiste el menor análisis. Estamos ante algo mucho más grave, con el perdón de aquellos que no poseen –al decir del Dante- el “don del intelecto”. Mientras se intenta individualizar a los responsables, nos encontramos frente a una lamentable realidad: vivimos en una sociedad fracturada y polarizada, donde se hablan lenguajes diferentes y los mensajes que se emiten al conjunto de ciudadanos no son claros. Son mensajes por demás contradictorios que provocan un desconcierto que nada bien le hacen ni a la República ni a la Democracia. Recomponer el conjunto de valores y principios de respeto y tolerancia que distinguieron a nuestra organización social y más aún, lograr que los mismos formen parte del ser nacional y de la cultura de la gran mayoría de los habitantes de este suelo, condenando estas conductas totalitarias, se hace a todas luces, ineludible. Foto gentileza del Ctdor. Ricardo Puglia
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